![]() |
Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha
|
Tiago escribe en su carta
"Hermanos, no hablen mal el uno del otro. Quien habla mal de un hermano
habla mal de la ley y juzga la ley, y si juzgas la ley, ya no eres un
observador de la ley, sino un juez. ”[1] Ahora, el chisme espera la buena fe
para enturbiar las aguas e inutilizar los esfuerzos justos. El mal no merece el laurel de las
advertencias serias. Dar mucha importancia a las actividades verbales es alagar
la esfera de actuación.
Emmanuel advierte que
"hablar mal" será rendir homenaje a los instintos inferiores y
renunciar al título de colaborador con Dios para criticar sus obras. La
calumnia es un tóxico sutil que puede conducir al discípulo a inmensos
disparates. Quien absorbe semejante veneno es, sobre todo, un servidor de
tonterías, pero también sabemos que muchos de estos tontos están a un paso de
grandes desgracias íntimas. [2]
Cuando se habla mal de algo o de
alguien para un cómplice y él está de acuerdo con lo que se dice, ambos por autoengaño
se sienten "mejor" y "energizados", porque ambos legitiman
ese mal sentimiento y los hace "percibir" más fuerza y ganar una
inmensa "confianza en sí mismos" para el mal. El filósofo Platón
advirtió: “Callaré a los maledicentes para seguir viviendo bien; este es el
mejor uso que podemos hacer de la maledicencia” [3].
Maldecida y destructiva es la
palabra en boca de alguien que enumera las faltas de los demás; peligroso
tóxico es la demostración condenatoria que se filtra en los labios de quienes cotillean;
arcilla podrida, exhalando azufre, es la oscilación desafinada de las cuerdas
vocales de quienes recriminan; brasero tenebroso, ocultando la verdad, es
intriga destructiva. "¡Ay del mundo por causa de los escándalos, porque es
necesario que los escándalos vengan, pero ay del hombre por el que vengan los
escándalos!" [4]
Cualquiera que afirme ser un
espiritista no puede olvidar que los críticos del comportamiento de otras
personas terminan, casi siempre, practicando las mismas acciones recriminadas.
Deploramos el clima por la no vigilancia admitida por las aventuras del
entusiasmo despiadado de los calumniadores, con sus mentes enfermas, siempre
luchando con la emisión ardiente de chismes generalizados. Hermanos que son
"felices" ante las dificultades y posibles errores del prójimo.
Afirman la lujuria del chisme, con acusaciones infames sobre hechos que
ignoran, siempre en la dirección de las aflicciones y luchas íntimas de las
personas que intentan levantarse de algún error en la caminata.
A las malas lenguas y viciados en
la crítica de los errores de la conducta
del prójimo recomendamos la siguiente
reflexión: en el viaje de mil
kilómetros, como decía Chico Xavier, no podemos considerarnos victoriosos hasta
después de alcanzar la meta deseada, porque en los últimos diez metros, el
punto que nos liga al punto de
seguridad puede estar la caída y no
podemos llegar al sitio para donde nos dirigimos.
Finalmente, no olvidemos que la palabra construye o destruye
fácilmente y, en segundos, establece, algunas veces, resultados gravísimos para
siglos.
Referencias bibliográficas:
[1] Tiago, 4: 11)
[2] XAVIER, Francisco Cândido. Fuente
Viva , dictado pelo Espirito Emmanuel, RJ: Ed FEB 1990
[3] Platão , disponível em
http://pensador.uol.com.br/autor/platao/ a cessado em 6/5/2013
[4] Mateus 18:7
Nenhum comentário:
Postar um comentário