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quinta-feira, 20 de outubro de 2016

LA FELICIDAD ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS, Y DEBE SER COMPARTIDA (Jorge Hessen)





Traducido por: Mercedes Cruz Reyes 
Madri/Espanha



La felicidad es una atrayente sensación que experimentamos de euforia, una percepción vivaz; todavía ella no ocurre en condiciones continuas y permanentes, por cuanto felicidad no es lo mismo que euforia. Algunos procuran estados eufóricos bajo efecto de los fármacos psicoactivos. En verdad, si la felicidad no fuera simple, si ella fuera adornada en exceso, hinchada de cosas inútiles, en ese caso no es felicidad, es apenas ilusión.

Nuestra felicidad no se construye con el aumento del salario, con acertar en la lotería, con algún bien caro que podamos adquirir. Sin embargo, muchos nos iludimos creyendo que la felicidad mora en el tener, en el poseer, en el aparentar, en el exhibir. Todavía, la felicidad verdadera y perenne es simple y modesta.

Hay personas que creen que la felicidad es la   posesión de bienes materiales. El dinero, realmente produce una cierta euforia, sin embargo, muy rápido, muy momentáneo, muy episódico, fugaz. El adinerado entra en proceso obsesivo de imaginar que la consumismo y la posesión continúa de bienes es que van hacerlas feliz. Sin embargo, lo que ocurre normalmente es que él va a quedar en estado de vacío existencial y de pungentes ansiedades.

La felicidad es simple y adviene de aquello que es esencial, y lo esencial en la vida es la amistad, la fraternidad, la lealtad, la sexualidad (sana), la religiosidad. Mucha gente confunde lo esencial con lo fundamental. En realidad lo fundamental es lo que nos ayuda a llegar a lo esencial. Observemos que el dinero no es esencial más si es fundamental, pues sin el tendremos problemas materiales. Mas el dinero en si no nos trae felicidad, hasta porque no se compra el amor con el dinero, se compra sexo (disoluto); no se compra la amistad con dinero, se compra intereses; no se compra fidelidad con dinero, más si se compra reciprocidad (toma allá, da acá).

Es bien verdad que el dinero en si no es despreciable, más el no es suficiente para la realización personal. El equívoco está cuando se procura la felicidad en aquello que es secundario, en vez de procurarla en su fuente primaria, que de hecho nos da autenticidad para disfrutar de la felicidad. Los Benefactores espirituales afirman que aún no podemos disfrutar de completa felicidad en la Tierra. Por eso que la vida nos fue dada como prueba o expiación. De cada uno de nosotros, sin embargo, depende la suavización de los propios males y ser felices tanto como nos sea posible en la Tierra.

Ponderemos que la felicidad es una obra de construcción progresiva en el tiempo. Somos casi siempre obreros de la propia infelicidad. Mas practicando la ley de Dios, evitaremos muchos males e asentaremos en nosotros mismos una felicidad tan grande como lo comporte nuestra ruda existencia.

En las paradojas de la vida, muchos huyen de casa para ser felices, sin embargo otros retornan para casa en busca de la misma felicidad. Unos se casan, otros se divorcian, con el mismo deseo de conseguir la felicidad. Unos desean vivir solos, otros desean poseer una gran familia con el fin de ser felices. Unos desean ser profesionales liberales para comandar su propia vida y poder gozar de la felicidad, otros desean apenas tener un empleo para ganar el salario al final de mes y, así, ser felices.

La felicidad terrestre es relativa a la posición de cada uno. Lo que basta para la felicidad de uno, constituye la desventura de otro. Ninguna sociedad es perfectamente feliz, y lo que juzgamos ser felicidad casi siempre camufla penosos disgustos. El sufrimiento está en todos los lugares. Las amarguras son numerosas, porque la Tierra es lugar de expiación. Cuando la hayamos transformado en morada del bien y de Espíritus buenos, dejaremos de ser infelices, así, mientras haya un gemido en el paisaje en que nos desarrollamos, no será lícito gozar de felicidad aislada para nosotros mismos.

Tal como concebimos, la felicidad no puede existir, hasta ahora, cara del orbe, porque casi siempre nos encontramos endeudados y no sabemos contemplar la grandeza de los paisajes exteriores que nos rodean en el planeta. A pesar de eso, importa recordar que es en la Tierra que edificaremos las bases de la ventura real, por el trabajo y por el sacrificio, el camino de las más sublimes adquisiciones para el mundo divino de nuestra consciencia. Por tanto, cuando el cielo estuviera en cenizas, derramándose en lluvia, meditemos en la cosecha abundante que llegará del campo y de la belleza de las flores que surgirán en el jardín.

Nuestra felicidad será naturalmente proporcional en relación a la felicidad que hiciéramos para los otros. Si, la felicidad consiste en la satisfacción con lo que tenemos y con lo que no tenemos. Pocas cosas son necesarias para hacer el hombre sabio feliz, al mismo tiempo en que ninguna fortuna satisface a un inconformado.

Tengamos certeza: la única fuente de felicidad está dentro de nosotros, y debe ser repartida








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