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quinta-feira, 27 de junho de 2019

LA FAMILIA COMO ESTRUCTURA CAPAZ DE SUSTENTARNOS EN LAS LUCHAS DE LA VIDA (Jorge Hessen)

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes 
Madri/Espanha


Los Benefactores espirituales aclaran que de todos los institutos sociales existentes en la Tierra, el de la familia es el más importante, desde el punto de vista de los cimientos morales que rigen la vida. La familia reaviva en nosotros las sensaciones de seguridad y afecto, es tal la importancia del grupo familiar que su estructura es capaz de sostenernos en las luchas de la vida.

Actualmente el distanciamiento familiar ha sido definido como la pérdida de afecto que ocurre a lo largo de años o incluso décadas en una familia. El divorcio contribuye a la pérdida de relaciones familiares, especialmente con los padres. El abandono de parientes con identidades marginadas también es un factor común, como por ejemplo lo es el rechazo familiar a las minorías sexuales y de género.

 También es importante notar que el distanciamiento no siempre es permanente. Las personas se alejan y se vuelven aproximar. Además, cortar el contacto con un miembro de la familia puede ser muy doloroso debido a la forma en que la sociedad no entiende bien y atribuye a ello un aspecto de vergüenza o reprobación.

Los lazos de familia son necesarios para la armonía y evolución de la sociedad. El resultado de la negligencia o ruptura de los lazos familiares lleva a la exacerbación del egoísmo. Hay dos tipos de vínculos familiares: los espirituales y corporales. Las conexiones corporales son frágiles y temporales, pero los lazos espirituales se fortalecen por la unión y se vinculan en la eternidad por medio de las múltiples migraciones del Espíritu.

Es imposible auxiliar la composición social, cuando aún no logramos ser útiles ni siquiera con la familia en que Dios nos colocó, a título precario. Por lo tanto, antes de la gran proyección personal en la obra colectiva, aprendamos a colaborar, en favor de los familiares, en el día de hoy, convencido de que análogo empeño importa realización esencial.

Nuestra familia consanguínea puede ser contemplada como el núcleo eficaz de nuestras representaciones. Imágenes apacibles o desagradables que el pretérito nos restituye. Aprendamos ante todo a ejercer piedad para con la propia familia ya recompensar a nuestros padres, porque esto es bueno y agradable ante Dios, como narraba Pablo de Tarso.

La familia es una escuela donde aprendemos a amar unas pocas personas para un día amar a la Humanidad. Es así que en nuestras múltiples existencias aprendemos a lidiar con el amor, en sus diversos aspectos: amor de madre a hijo, de hijo a madre, de hermano a hermano, de abuelo para nieto, de nieto a abuelo, de tío para sobrino, sobrino para tío, de esposo para esposa y así sucesivamente. Y cuando alcanzamos amar genuinamente a un hijo, por ejemplo, nuestro corazón se conmueve igualmente por los hijos ajenos.

Ponderándose sobre la ley de la reencarnación consolidamos los lazos de afectividad con mayor número de Espíritus, que (re) nacen bajo el mismo techo que nosotros. De esta forma, nuestra familia espiritual se amplía y los lazos de bien-querer se solidifican a cada nueva posibilidad de convivencia. De este modo, convivir en familia es un desafío y, igualmente, un formidable aprendizaje, pues la convivencia cotidiana nos ofrece la posibilidad de cincelar las aristas con los que eventualmente tengamos alguna contienda.

(Re) naciendo en el mismo bastión doméstico es más fácil suplantar los desamores, pues los vínculos consanguíneos todavía se componen en una referencia altiva a beneficio de la indulgencia y de la coexistencia serenas. Es por eso que existe la familia: para que aprendamos a ejercitar el amor en la condición de hermanos, pues que todos somos hijos del mismo PADRE.

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