A LUZ NA MENTE

A LUZ NA MENTE
USE O QR CODE

quinta-feira, 27 de junho de 2019

"Culpa y derecho de errar" (Jorge Hessen)

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes 
Madri/Espanha

Moisés nos aconsejó lo que NO DEBÍAMOS HACER en nuestra trayectoria evolutiva, posteriormente, Jesús enseñó lo que DEBEMOS HACER y el Espiritismo sugiere CÓMO HACER. Estas reflexiones nos remitieron al "Proyecto Espiritizar", voluminoso estudio de la colección psicológica de Juana de Angelis, organizado por la Federación Espírita del estado de Mato Grosso, del que nos situamos como humilde alumno.
De entre múltiples temas propuestos por el proyecto, nombramos el subtema "Culpa y derecho de errar", del módulo "Directrices seguras para liberarse de la culpa", que abreviaremos en las reflexiones a seguir.
El movimiento de la culpa es el resultado del culto al perfeccionismo, ahí está un caprichoso quiste psicológico. Cuando erramos, en vez de asumir actitudes reparadoras, culturamos una perfección impracticable y nos acusamos perentoriamente, por lo que no nos permitimos el derecho de equivocarnos con la correspondiente obligación de reparar.
 Es importante aprender y reflexionar con los errores, asumiendo valerosamente la cogida reparación de los mismos. Pero si nos sumergimos en el síndrome de la inútil culpa, minamos la autoestima y nos castigamos, produciendo así todo un estado psíquico de angustia. De este modo, nos enojamos con nosotros mismos y conservamos una especie de herida abierta en la conciencia, apuñalándola sin tregua. A la vista de ello, no vivimos equilibradamente y transformamos nuestros anhelos en amargura, penas, mal humor unidos al cortejo de antipatías, proyectando en los demás los desechos psíquicos que apilamos.
Urge nos permitimos el derecho de errar. Hasta porque fuimos creados simples e ignorantes. Además, ¿cómo es posible, en nuestro actual estadio evolutivo, acertar siempre? ¡Eso es imposible! Así razonando, es fácil percibir que la culpa es intensamente injusta con nosotros, porque no nos permite el derecho de errar, por cierto, el derecho que Dios nos ha proporcionado. Hasta porque, fuimos creados simples e ignorantes a fin de que evolucionamos gradualmente, errando y acertando hasta llegar a la perfección relativa, cuando alcanzamos el nivel de la "Guía y modelo" de la humanidad a partir de entonces no erraremos más.
Es creencia vulgar y equivocada admitir la Justicia Divina como condenatoria y punitiva. Las Leyes de Dios, incrustadas en la conciencia humana, no son punitivas, pero son educativas (probación) y reeducativas (expiación). Ahora bien, si no nos permitimos el derecho de errar y el deber de acertar, permaneceremos en una actitud perezosa, pasiva y acomodada. Para evitar que esto ocurra, es urgente movernos activamente hacia la forzosa reparación ante los equívocos deliberados.
Para ello, urge reflexión conciencial, esfuerzo para armonizarnos con las Leyes divinas, coraje para pacificarnos con nosotros mismos y desarrollar virtudes, evidentemente todo eso es muy costoso. Pero no podemos permitir los extremos, es decir, ni exigir de nosotros perfección ni entrar en la negligencia de perfeccionamiento, sino nos enleamos en las tormentas en vez de armonizarnos con nosotros mismos (en esencia).
Las caídas morales de las experiencias anteriores no tienen como alterarlas, porque la compulsión de la culpa que traemos de ayer sólo será descompuesta gradualmente, sin embargo todo lo que se refiere a los errores del presente podemos cambiar. ¿Cómo? No alimentando más el mecanismo de la inutilidad de la culpa cuando erramos hoy. Sí, podemos cambiarle, teniendo conciencia de que podemos errar, todavía tenemos la obligación de reparar el error de forma amorosa, bancando el bien en la frontera de nuestras energías.
Las caídas morales de las experiencias pasadas s no tienen como alterarlas, porque la compulsión de la culpa que traemos de ayer sólo será descompuesta gradualmente, sin embargo todo lo que se refiere a los errores del presente podemos cambiar. ¿Cómo? Ya no alimentando el mecanismo de la inutilidad de la culpa cuando erramos hoy. Sí, podemos cambiarle, teniendo conciencia de que podemos errar, todavía tenemos la obligación de reparar el error de forma amorosa, bancando el bien en la frontera de nuestras energías.
La culpa es un anhelo de prepotencia y omnipotencia porque codiciamos asumir los atributos de Dios al divergirnos de la Ley de misericordia y de la Ley de amor, justicia y caridad. Ahora bien, si Dios no nos castiga, entonces instituimos una ley particular ya través de un auto decreto infligimos la ley de auto punición.
Naturalmente en la condición de seres humanos acertamos y erramos consecutivamente. Es decir, tenemos éxitos o desaciertos en los emprendimientos de la vida. Un aprendiz consciente aprende mediante la experiencia que no siempre es laureada de éxito. En verdad, el aprendiz consciente objetiva el acierto, pero no en la exigencia de acertar, pero si se esfuerza en dar lo mejor, sin paranoides y sin deshechos disculpándose, porque es consciente y como tal, se ve como aprendiz responsable.
En efecto, si yerra, el foco de él será en el aprendizaje en relación al error porque la exclusiva actitud positiva y proactiva frente al error es aprender de él. Entonces el aprendiz se esforzará para dar lo mejor, admitiendo que en ese movimiento puede equivocar y al errar aprenderá y reparará el engaño tantas veces como sea necesario.
Por otro lado, el perfeccionista no quiere errar, porque cree que el error trae castigo y como ya está cansado de ser penitenciado escoge desarrollar la agreste culpa. Naturalmente, bajo el velo del perfeccionismo está imbuida la soberbia egoica. A causa de eso, cuando acierta blasona, pero cuando se equivoca se percibe como un asno y se arroja en el despeñadero de la culpa. Es esa dualidad que entrevén al perfeccionista.
La persona que cree que la perfección es el límite entra en el proceso de autoflagelación, porque percibe como difícil e ilusoria cualquier aspiración liberadora. En verdad, no es difícil, es fastidioso, porque necesita soltar el amor para gobernar todas las demás virtudes que transmutarán el proceso de culpa. Porque la culpa imprescindible es un movimiento de auto desamor profundo, una cruel represión del amor. El culpable quiere sufrir las consecuencias martirizantes de los errores porque cree que ese mecanismo es liberador. Pero sólo y únicamente el amor libera la conciencia.
Nuestro compromiso conciencial es realizar el bien en el límite de nuestras fuerzas. Sin embargo, nuestro movimiento psíquico de cansancio angustioso e inquietante resultante de la culpa sólo será superado con el descanso para el alma conquistado por el yugo del amor, de la mansedumbre y de la humildad conforme nos invitó a Jesús. Esto será determinante para nuestro desarrollo conciencial como aprendices de la vida que somos.

Nenhum comentário:

Postar um comentário

¿ARMAS DE FUEGO PARA QUÉ? ESTAMOS POR LA PAZ Jorge Hessen

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes  Madri/Espanha Un encuentro entre jóvenes, en un condominio de lujo de Cuiabá, se tornó una tragedia el d...