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sexta-feira, 30 de novembro de 2018

¡DIOS NO PUNE, DIOS AMA! Jorge Hessen




Traducido por: Mercedes Cruz Reyes 
Madri/Espanha
El "Karma" o el Carma básicamente significan acción. Según las tradiciones orientales, cada error ("pecado") cometido tendrá como consecuencia un castigo ("castigo"). Tal creencia fue "introducida" en el movimiento espírita "brasileño" por medio de algunas obras subsidiarias, sin embargo no consta en las páginas de las obras de Allan Kardec.

Entre los orientales el karma ("Karma") expresa una relación de "causa y efecto". Es decir, el desliz moral ("pecado") tendrá como efecto el sufrimiento ("castigo"). Sin embargo, el Espiritismo informa que el sufrimiento actual no está relacionado con nuestras acciones erradas ("pecados") del pasado, sino por el estado de imperfección moral mantenido en el presente. Luego, sufrimos en esta actual encarnación en virtud de la imperfección de la que aún no nos liberamos, y no a causa de actos errados ("pecados") actuales o de otras encarnaciones.

Se cuenta que un sufrimiento de esta vida, si no tiene causa visible, estará ciertamente en la vida anterior. Por esta razón se defiende el principio del karma, o causa y efecto, o extrañamente de "acción y reacción". Pero no es éste el precepto revelado por los espíritus superiores, porque es una ingenuidad creer que el karma o "pecado" es el principio que Dios estableció como reglas que deben ser obedecidas por los individuos, de lo contrario serán "castigados". Pero si son obedientes serán recompensados.

Nadie sufre tan sólo para "pagar" la acción equivocada del pasado. Nuestro dolor no es una reacción a nada, más si una acción, pues sufrimos necesariamente por la causa de la libertad y no "por causa de ella. Allan Kardec hace una ligera alusión al término causa y efecto y jamás citó el término "karma" para investigar y aclarar las razones del dolor y de las aflicciones. Por lo tanto, el "karma" no fue mencionado en ningún momento por Kardec, o por los Benefactores espirituales. Además, la reencarnación jamás será un proceso punitivo. Renacimos para progresar. Si sufrimos, de vez en cuando, es por la causa que abrazamos libremente y no inapelablemente a causa de alguna desobediencia a las leyes divinas.

En la pregunta nº 132 del Libro de los Espíritus, Kardec cuestiona sobre cuál sería el objetivo de la encarnación? La respuesta es clara: "La ley de Dios impone la encarnación con el objetivo de llegar a la perfección..." En ningún momento aparece la palabra amargura, fardo, dolor, o cualquier otro término, que signifique "karma". Por las sucesivas existencias, mediante nuestros esfuerzos y deseos de mejora en el camino del progreso, avanzamos siempre y alcanzamos la perfección, que es nuestro destino final”. [1]

"Los sufrimientos debidos a causas anteriores a la existencia presente, como los que se originan de culpas actuales, son muchas veces el efecto de la falta cometida, es decir, el hombre, por la acción de una rigurosa justicia distributiva, sufre [" muchas veces "] lo que hizo sufrir a los demás, si fue duro e inhumano, podrá ser a su turno tratado duramente y con des humanidad, si fue orgulloso, podrá nacer en humilde condición, si fue avaro, egoísta, o si hizo mal uso de sus riquezas, podrá se vio privado de lo necesario, si fue mal hijo, podrá sufrir por el procedimiento de sus hijos, etc. " [2] Evidentemente las expresiones "muchas veces" y "podrá" relativiza el proceso de la ley y no afirma que el dolor sea siempre una penalidad. Hasta porque, las leyes de Dios no son punitivas.

El libre albedrío es nuestra gran herramienta evolutiva, inexistiendo, pues, determinismos y fatalidades. La fatalidad existe sólo en la elección que hacemos al reencarnar y soportar esta o aquella prueba. Y de nuestra elección resulta una especie de destino, que es la propia consecuencia de la posición que elegimos y en que nos encontramos. Hablamos de las pruebas de naturaleza física, porque en cuanto a las de naturaleza moral ya las tentaciones, al conservar nuestro libre albedrío en cuanto al bien y al mal, seremos siempre señores para ceder o resistir... ". [3]

Alcanzado el nivel evolutivo de integrarnos al reino humano conquistamos gradualmente la facultad del libre albedrío. Nos apoderamos de la libertad como la gran palanca de la evolución. La libertad de elegir nuestro propio destino, todos los días, se convierte en el diferencial entre nosotros y los animales inferiores, que aún, no pueden discernir entre el bien y el mal, lo cierto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral.

Expone Kardec que la Ley de Dios está grabada en la conciencia de cada uno. De esta forma, identificamos el porqué de la libertad de conciencia, y de su progresividad a medida que la realizamos en nosotros. [4] Dios es amor, no hay nada fuera de Dios, así que deducimos que no hay nada fuera del amor. Lo que es contrario a la Ley de Dios, en realidad no existe de forma absoluta. Nuestras elecciones transportan en esencia las implicaciones buenas o malas.

En síntesis, sufrimos las consecuencias naturales de todas las imperfecciones que no conseguimos corregir y no porque "pecamos" en el pasado. Nuestro estado, feliz o calamitoso, es intrínseco a nuestro estado de pureza o impureza. Por eso, no debemos buscar en Dios la inmunidad de nuestras dificultades, pero exhortamos la fuerza necesaria para superarlas. En el mundo espiritual no hay ningún código que puna o premie, por allí vigora la "Ley de la elección de las pruebas", y no "Ley de Causa y Efecto" con características punitivas. El espíritu siempre elegirá lo que él enfrentará en el futuro, como medio de su desarrollo moral e intelectual.

Referências bibliográficas:

[1] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. 50a ed., Rio de Janeiro: Ed. FEB, 1980, questão 132

[1] KARDEC, Allan. O Evangelho Segundo o Espiritismo., Capítulo V - Rio de Janeiro: Ed. FEB, 1975

[1] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. 50a ed., Rio de Janeiro: Ed. FEB, 1980, questão 851

[1] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. 50a ed., Rio de Janeiro: Ed.FEB, 1980, questão 621


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