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sábado, 30 de julho de 2016

¿LA MUERTE O DESENCARNACIÓN causa DAÑO? Jorge Hessen


Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha


El fenómeno muerte o desencarnación, constituye una fatalidad de la cual ningún ser humano consigue escapar. La muerte sobreviniendo cada instante en las células, que igualmente se revigorizan, llega el momento en que la desoxigenación encefálica se incumbe de interrumpir las funciones del tronco cerebral, obstruyendo el transcurso biológico de la vida carnal.

En el proceso de la muerte pesquisidora afirman que los genes permanecen vivos en los difuntos… Aseguran que algunos genes humanos están activos por lo menos 12 horas tras la muerte biológica. El descubrimiento deja para la academia la definición de "muerte física" más emblemática. Cada vez queda más claro que desencarnar y o “morir” es un largo proceso, que comienza bien antes de la fecha de certificación del óbito y termina mucho después de ella.

La certeza de la vida más allá del túmulo no elimina las inquietudes humanas en cuanto a la muerte o desencarnación. Hay muchos que temen no precisamente la vida futura, más si el momento de la extinción del cuerpo. ¿Será el traumático? En verdad la muerte o desencarnación no son iguales para todos, visto que ilimitados son los comportamientos adoptados por los encarnados.

A pesar de utilizar como sinónimos los términos muerte y desencarnación, con rigor, estos son fenómenos distintos. De hecho, es rara la coincidencia temporal de las duraciones de ambos procesos. Para algunos es mucho más frecuente el proceso de la muerte propiamente dicha ser concluido mucho antes de la desencarnación.

La desencarnación para algunos pocos puede ser rápida, proporcionando una cierta libertad, hasta aun mismo antes de la extinción corporal. Comúnmente , la separación del alma es hecha gradualmente, pues el Espíritu se desprende vagarosamente de los lazos que lo prenden, de forma que las condiciones de encarnado o desencarnado, en el momento del desenlace, se confunden y se tocan, sin que haya una línea divisoria entre las dos.

Sin embargo, observándose la tranquilidad de algunos moribundos y las conmociones asombrosas de otros, se puede de antemano enjuiciar que las impresiones experimentadas durante la muerte o desencarnación no siempre son iguales.

Para las personas espiritualizadas la desencarnación se completa antes de la muerte, o sea, teniendo el cuerpo aun vida orgánica, el Espíritu ya penetra en la vida espiritual, quedando apenas ligado a la materia por un hilo tan tenue que se desata suavemente con el latir del corazón. Sin embargo, los esposados a los deseos carnales los lazos materiales son vigorosos y cuando la muerte se aproxima, el desprendimiento, demanda continuos esfuerzos. Las convulsiones de la agonía son indicios de la lucha del Espíritu, que algunas veces procura romper los hilos resistentes y otras veces se agarra al cadáver, del cual una fuerza irresistible lo arrebata con violencia, molécula a molécula.

En el libro “Volví”, el Hermano Jacob (Espíritu) describe en la condición de testimonio sobre tales situaciones, explicando que cuando fue “cortado” el llamado “cordón plateado” entre el cuerpo y su periespíritu durante su velatorio, el impacto que el (Jacob) sintió fue tan intenso que creyó que “estaba muriendo por segunda vez”. Y luego después ese proceso de rompimiento del “cordón plateado”, la deterioración del cadáver se acentuó significativamente, cuenta el autor de “Volví”.

Los religiosos ingenuos que creen poder comprar el ingreso en el “reino celestial” a costa de dinero (décimos), serán sorprendidos y quedaran decepcionados con la realidad del más allá del túmulo que los aguarda. De la misma forma los suicidas, considerando inclusive los atenuantes y agravantes del suicidio, se depararán con inmensa frustración por no lograr matar la propia vida y sufrirán enormemente los efectos inevitables de la suprema rebeldía a las leyes del Creador. En las muertes violentas, tales como en los accidentes, el desprendimiento se inicia tras la muerte biológica y su consumación no ocurre instantáneamente. El Espíritu queda preso al cuerpo aturdido, no comprende su estado, permaneciendo en la ilusión de que vive materialmente por período más o menos largo, conforme su nivel de consciencia espiritual.

En la mayoría de las veces, tenemos la tendencia de ignorar la causa de nuestra mortalidad, y es solamente cuando un amigo próximo o pariente querido está muriendo que, intuitivamente, reconocemos nuestro propio e inevitable camino en dirección a la muerte. Hace millares de años, ese asunto ha sido una cuestión central para el debate teológico y filosófico más de lo que para la exploración científica y objetiva, entretanto, como observamos arriba, la ciencia comenzó a ampliar la comprensión sobre lo que acontece cuando morimos, tanto en el aspecto genético del cadáver como del aspecto psicológico da alma como mente humana.


Traducido por: M. C. R 

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