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segunda-feira, 25 de abril de 2016

NACER, MORIR, RENACER… ADOLESCENCIA Y SUICIDIO Jorge Hessen



Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha


La juventud es una gran fase de descubrimientos, de experiencias de nuevas emociones y sensaciones. Es comprensible, en este periodo de transición entre los estados infantil y adulto, que el vendaval de las más diversas ansias y pensamientos se torne presente en la mente del joven, irguiendo opiniones, preconceptos, tabúes y otros temas que eran tenidos como ciertos e inalterables. El camino sedimentado por la presencia de los padres hasta entonces se va disipando bajo sus pasos, estableciendo que él, deprisa, construya los alicientes de su propio camino.

En ese contexto de deliberación y meditación, el joven ingenuo o el adolescente inmaduro, que jamás tuvo un pensamiento firme y estructurado por donde pudiese caminar se desorienta y busca, en extremas actitudes, debelar su perturbación y tedio con el mundo. Ante el desafío de vivir con las diferencias, puede brotar entonces una conducta suicida, que se consubstancia a través de acentos psicológicos en pruebas para la muerte.

La depresión es, seguramente, el diagnostico psiquiátrico más notado en los jóvenes que intentan el auto exterminio. Desfallecimiento, consumo de drogas, desarmonía en el hogar, desordenes de conducta, hechos estresantes, violencias físicas, sexuales o psicológicas y causas fisiológicas pueden ser evaluados como los fundamentales agentes generadores de ese disturbio. Aun mismo con el avance significativo de la ciencia médica, algunas manifestaciones permanecen oscuras en el campo de la psicología. La mente humana guarda misterios aun no descubiertos.

Casi siempre el joven que piensa en el suicidio da señal de esa idea a través de un comportamiento diferente en su modo de vivir, pasando a buscar refugio en la soledad, aislándose de todo y de todos. La mayoría de las tentativas y de las realizaciones de suicidio entre jóvenes acontece sobretodo en hogares desarmonizados, con familias desestructuradas, o procedentes de grupos familiares que presentan herencia de enfermedades somáticas y/o mentales. Los actos de los jóvenes buscando la auto iluminación pueden ser formas desesperadas de pedir cariño, de llamar la atención para sí. De ese modo, la función de la familia debe funcionar como decidido antídoto contra el suicidio.

El autocidio es transgresión a las leyes de Dios, considerado uno de los más graves que el ser humano practica ante su Creador. Muchas son las consecuencias para los que atentan contra la propia vida, son, sin embargo, variables para cada espíritu, pues ha de tomarse en cuenta los pretextos de la opción para el exterminio y las formas empleadas para practicarlo.

Los espíritus de los suicidas son enfáticos y unánimes en declarar la intensidad de los sufrimientos que experimentan, la agonía de la situación en la que se hayan, provenientes de su impensado gesto. Como actitud de suprema rebeldía ante el Creador, aunque con atenuantes o agravantes, ningún suicida se liberará del resultado siniestro de la acción que practicó cara a la desobediencia a las leyes de la Creación, y fatalmente una nueva reencarnación lo espera, seguramente en condiciones más problemáticas de lo que aquella en que se destruyó a sí mismo.

El suicidio es circundado de complejos y sutilezas imprevisibles, rodeado por circunstancias y consecuencias gravísimas, aunque puedan variar de grado e intensidad ante las ocurrencias. Las leyes de Dios son incorruptibles y litigadas, solicitando de cada uno de nosotros el máximo buen sentido para analizarlas y aprenderlas sin descomponerlas a través de nuestros deseos y pasiones.

Bajo el punto de vista espirita, recordamos que la obsesión espiritual igualmente se constituye en una de las causas de que los jóvenes se maten. Casi siempre la persecución espiritual expresa la revancha que un espíritu ejerce y que, con obstinación, se enraíza en las relaciones que el obsesado mantuvo con el obsesor en vidas atrasadas. Por tanto, la idea solicitante de auto suicidio, que una vez que otra surge en la mente de muchos jóvenes, puede ser el reflejo de experiencias de encarnaciones antecedentes.

En el debate, garantizamos que el Espiritismo es uno de los mayores preservativos contra el suicidio. Cuando el joven consigue asimilar las lecciones de los Buenos Espíritus, el suicidio deja de tener sentido para él, normalmente cuando el adolescente reflexione de forma madura de la máxima “Nacer, morir, renacer aun, progresar sin cesar, tal es la ley”. ¡Si! El joven percibiera que está ante un Código Divino que encierra la transcendencia de la vida, siendo, por tanto, la mayor defensiva contra el suicidio.

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