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domingo, 1 de novembro de 2015

ANTE EL ANCESTRAL RESPETO A LOS “ALMAS “ (Jorge Hessen)

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha

Según León Denis, el sentimiento de rendir culto a los muertos fue moldeado a partir de la época bien remota y está sedimentado en casi todas las tendencias religiosas. Para el autor de “Después de la muerte” la conmemoración de los muertos es un legado de los celtas. Sin embargo los galeses “en vez de conmemorar en los cementerios, entre túmulos, era en el hogar que ellos celebraban en recuerdo de los amigos apartados, mas no perdidos, que ellos evocaban a memoria de los espíritus amados que algunas veces se manifestaban por medio de los druidesas y de los bardos inspirados". [1]


Siendo así, no veneraban a los restos cadavéricos, más si al alma sobreviviente, y era en la intimidad de cada habitación que celebraban el recuerdo de sus muertos, lejos de las catacumbas, diferentemente de los pueblos primitivos. La Fiesta de los Espíritus era de suma importancia para ellos, pues homenajeaban Samhain, "El Señor de la Muerte", festividad, esa, iniciada siempre en la noche anterior a 1º de noviembre, o sea, el día 31 de octubre.

Los romanos expulsaron y destrozaron a los druidas imponiendo el famoso “cristianismo clérigo” (o colérico?). Ese período histórico de frenética agitación, más tarde fue mutilado por los bárbaros, aconteciendo una madrugada de diez siglos (la indigesta Edad Media), que proscribió al espiritualismo y entronizo la superstición, lo sobrenatural, el milagro, la beatificación, la santificación y el decisivo entorpecimiento de la conciencia humana.

La historia oficial de la Iglesia romana registra que fue en el Monasterio benedictino de Cluny, en el sur de Francia, en el año 998, que el Abad Odilón promovía la celebración del día 2 de noviembre, en memoria de los muertos, dentro de una perspectiva católica. Solamente en 1311 fue sancionada, en Roma, oficialmente, la memoria de los fallecidos, sin embargo fue Bento XV quien universalizó tal celebración, en l915, entre los católicos, cuya expansión de la religión auxilio, aún más, la difusión de esa costumbre.

La legislación vigente en Brasil establece el día 2 de noviembre como feriado nacional, para que las personas puedan homenajear a sus “muertos”. Obviamente debemos respetar a los desencarnados como un impositivo de amor y de fraternidad, sin que precisemos consolidar esos nobles sentimientos ante los túmulos, ni que nuestros recuerdos u homenajes sean realizadas en un día especial, oficialmente establecido.

En los días de hoy, esa celebración se desvió, mucho, del ritual “religioso”, transportándose del foco sentimental y emocional para el mercantil, una vez que la comercialización de flores, velas, santos, escapularios y la eventual preocupación para la conservación de los túmulos (normalmente, solo son recordados en noviembre) responden por ese protocolo social.

El esplendor de los túmulos fúnebres determinada por parientes que desean honrar la memoria del fallecido, aun componen el menú de soberbia y orgullo de los parientes, que psicológicamente visan primeramente “honrarse” a si mismos. No siempre es por el “alma” que se hacen todas esas demonstraciones, más si por empatía, por aprecio al mundo y algunas veces para exhibición de riqueza. Ahora, es inútil al adinerado aventurarse a eternizar su memoria por medio de magnificentes mausoleos.

Recibimos sabias lecciones de los Benefactores sobre funerales y celebraciones en memoria de los "muertos", sino veamos: los Espíritus Superiores afirman que los llamados "muertos" son sensibles al pesar de los que los amaban en la Tierra y que, de alguna forma, " su recuerdo aumenta su felicidad, si son felices, y si son infelices, les sirve de alivio."[2]Sin embargo, refiriéndose al día de los "finados", atestiguan que es un día como otro cualquiera, hasta porque los espíritus son sensibles a nuestros pensamientos, no a las solemnidades humanas. En el día de los difuntos ellos solo " se reúnen en mayor número, porque mayor es el número de personas que los llaman. Mas cada uno solo comparece en atención a sus amigos, y no por la multitud de los indiferentes."[3]

La tradicional visita al túmulo, en masa, no significa que vaya a traer satisfacción al "muerto", hasta porque una oración hecha en su nombre vale más… es bien verdad que la " visita al túmulo es una manera de manifestar que se piensa en el Espíritu ausente: es la exteriorización de ese hecho (...) más es la oración que santifica el acto de recordar; poco importa el lugar si el recuerdo es dictado por el corazón. "[4] Conocemos personas (de hecho muchas de ellas) que solicitan, antes mismo de morir, que sean enterradas en tal o cual cementerio. Esa actitud, sin sombra de duda, demuestra inferioridad moral. "¿Más que representa un pedazo de tierra, más que otro, para el Espíritu elevado?"[5]

Reflexionemos juntos: ¿el día de los “difuntos” es consagrado a los fallecidos libertos o a los muertos que aun están prendidos a la vida material? Existen dos posibilidades de muertos: los que se sienten totalmente libres del bosquejo carnal, aunque "vivos" para una vida espiritual plena, y los que permanecen con la sensación de que, aún, están encarnados, aunque "muertos" para la vida física, pues solamente vivencian, en la espiritualidad, la vida animal. “Para el mundo, muertos son los que se despojan de la carne; para Jesús, son los que viven inmersos en la materia, ajenos a la vida primitiva que es la espiritual. Es lo que explica aquella célebre enseñanza evangélico, en la que la persona se dispuso a seguir al Maestro, mas antes quería enterrar a su padre que había fallecido, y Jesús conclamo" [6] - "Deja a los muertos el cuidado de enterrar sus muertos, tu, sin embargo, ve anunciar el Reino de Dios".[7]

Es obvio que "tiene sentido rememorar con alegría y no lastimar a los que ya partieron, y que están plenamente vivos. Difuntos e una mezcla de alegría y de dolor, de presencia-ausencia, de fiesta y pesar. A los que quedamos por aquí, nos cabe reflexionar y celebrar la vida con amor y ternura, para después, quizá, no amargarnos con el remordimiento. A los que partieron, nuestra oración, nuestra gratitud, nuestro pesar, nuestro cariño, nuestro amor!” [8]

Si fuéramos capaces de orar, con serenidad y confianza, transformando el pesar en esperanza, sentiremos la presencia de los parientes y amigos desencarnados entre nosotros, envolviéndonos el corazón con alegría y paz. Por esta razón y muchas otras, hagamos del día 2 de noviembre un día de reverencia a la vida, recordando cariñosamente os que nos antecedieran de retorno a la patria espiritual, y también los que aun deambulan con nosotros por los caminos de la existencia terrena.


Referências bibliográficas:


[1] Denis, Leon. O gênio céltico e o mundo invisível. Rio de Janeiro: Ed.CELD. 1995. p. 180

[2] Kardec, Allan. O Livro dos Espíritos, Rio de Janeiro: Ed. FEB, 2001, Perg. 320

[3] ______, Allan. O Livro dos Espíritos, Rio de Janeiro: Ed. FEB, 2001, Perg. 321

[4] ______, Allan. O Livro dos Espíritos, Rio de Janeiro: Ed. FEB, 2001, Perg. 323

[5] ______, Allan. O Livro dos Espíritos, Rio de Janeiro: Ed. FEB, 2001, Perg. 325

[6] Disponível em http://www.feal.com.br/colunistas.php?art_id=6&col_id=9> acessado em 26/10/2015

[7] Lucas 9: 51-62

[8] Editorial do Jornal Mundo Espírita – novembro 2006

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