Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha
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Mucho se discute sobre la situación de los presos en Brasil, mas pocos vuelven su mirada hacia la parcela femenina de esa población. Las encarceladas normalmente son abandonadas por la familia. La mayoría de las presas enfrenta dificultades sociales y económicas – contexto definidor para la entrada de ellas en el mundo del crimen. En Brasil, el tema surgió con la Ley de Ejecución Penal de 1984, que determina a los presidios femeninos la construcción de viveros para la condenada cuidar de los hijos y amamantarlos por un mínimo de seis meses. Otro artículo ofrece cuidado de niños mayores de 6 meses y menores de 7 años. La Constitución Federal aseguró a la mujer presa el derecho de quedarse con el hijo mientras lo amamantan. El Estatuto del Niño y del Adolescente, 1990, quedó determinado que “el poder público, instituciones y empleadores propiciaron condiciones adecuadas de la lactancia materna, inclusive a los hijos de madres sometidas a la privación de la libertad.
Sin embargo, los derechos de las presidiarias son demolidos cara al sistema penitenciario brasileño ser muy problemático, con raras excepciones. Tales ciudadanas viven dramas normalmente cuando son madres de bebes. Infelizmente la situación es muy poco debatida por los estudiosos. Informaciones del Departamento Penitenciario Nacional (Dopen), del Ministerio de Justicia, revelan que 75 presidios, de los casi 1500 que existen en Brasil, tienen guardería. Como se observa, hay mucha carencia, lo que culmina privando a los niños de una mayor convivencia materna. La ley determina que los niños pueden quedar con las madres en la prisión hasta una edad máxima de siete años.
El Centro de Referencia de la Gestante Privada de Libertad, en Vespasiano, región metropolitana de Bello Horizonte (MG), abriga todas las detenidas del Estado con hijos de hasta doce meses de edad. Actualmente, son decenas de mujeres divididas en siete alojamientos, que en vez de trancas y paredes oscuras, tiene cunas y paredes repletas de diseños infantiles. Eso evita que el niño pase sus primeros años de desenvolvimento bajo la cultura del sistema carcelario. Por eso, ningún juez deja a los niños quedarse con las madres hasta los 7 años.
El Centro de Referencia de la Gestante condenada es un ambiente anómalo. Es más humanizado. No tiene puertas ni rejillas y las madres pueden crear lazos con los niños y acompañar los primeros meses. Hay un patio circulado por muros rosados, repleto de árboles y juguetes. Decenas de madres exhiben bebés rechonchos y risueños. El aire bucólico no en tanto no camufla la presencia de policías armados de rifles y de la cerca de alambre con púas. Todo es muy sugestivo, mas no se pode olvidar de que es un presidio, y hay presas condenadas por envolvimiento con el tráfico de drogas o robo y hasta por secuestro, latrocinio y homicidio.
Son centenas de bebés los que viven en presidios en el País. En esas circunstancias indagamos: ¿cómo debe ser el impacto de los primeros meses de vida dentro de un presidio en la conciencia de un niño? ¿Cuándo sea mayor, será que recodará lo que paso? ¿Cómo asimilará el niño la separación de la madre? El bebe, a partir de un año, comienza a moverse, a caminar por las instalaciones de la prisión y a hablar. Evidentemente en esa situación ella puede incorporar muchos hábitos contraproducentes de la prisión, inclusive el vocabulario, lenguaje, expresiones etc. Por eso, no se pode permitir que una criatura permanezca más de un año en la prisión con la madre, hasta porque eso no le traería ningún beneficio a ese niño.
La separación es necesaria, pues el ambiente carcelario en que viven no tiene el mínimo de condiciones para el desenvolvimento saludable de esos pequeños. Es un ambiente perturbador y traumático que los privan desde el nacimiento de los derechos fundamentales que deberían ser inviolables: la dignidad de la persona humana y la libertad. Es Obvio que surge otro dilema: ¿cuáles son las ventajas al retirar el niño de la madre detenida? Se nota que el sufrimiento es regla en estos casos, pues la madre tiene que dejar a su hijo partir, muchas veces para guarderías (orfanatos), teniendo en vista ser la mayoría de las presas socias vulnerables y despreciadas por la familia. Los bebés quedan privados del amor fundamental para cualquier ser humano, que es el amor materno. Hasta porque la maternidad es sin duda la experiencia más plena y marcante en la vida de una mujer.
Al reflexionar sobre el tema, deliberamos abrir el Evangelio Según el Espiritismo al “acaso”, a fin de escudriñar la respuesta para tal situación. Considerando que en las experiencias humanas no hay “víctimas”, y evaluando doctrinariamente los dramas de tales espíritus encarnados (presidiaria y bebé), y aun ponderando que en los Estatutos de Dios no hay espacios para injusticias, reconocemos que los dolores en la tierra tienen dos fuentes bien distintas, que importa apuntar en el asunto. En el ítem 4 del Cap. V del Evangelio observamos que los sufrimientos tienen su causa en la vida presente (considerando las presas); otras, en vidas pasadas (considerando los bebés).
Para pacificar nuestro entendimiento sobre los sufrimientos impuestos a los bebés y a las encarceladas, surge remontarnos al origen de los errores cometidos. Nuestro sufrimiento físico y moral es consecuencia natural de las propias culpas, por tanto somos siervos de las imperfecciones, orgullos ambiciones. Cuantos se arruinan por falta de orden, de perseverancia, por el mal proceder o por no haber sabido limitar sus deseos! Cuantas disensiones y funestas disputas se habrían evitado con un poco de moderación y menos susceptibilidad! Cuantos padres son infelices con sus hijos, porque no combatieran desde el principio las malas tendencias! Por debilidad, o indiferencia, dejaron que en ellos se desenvolviesen los gérmenes del orgullo, del egoísmo y de la da tonta vanidad, que producen a secura del corazón; después, más tarde, cuando recogen lo que sembraron, se admiran y se afligen por la falta de deferencia con que son tratados por la ingratitud de ellos. [1]
Urge que todos recorramos la propia conciencia, todos los que estamos heridos en el corazón por las y decepciones de la vida; remontemos paso a paso el origen de los males que nos torturan y verificaremos si, las más de las veces, no podríamos decir: Si yo hubiese hecho, o dejado de hacer tal cosa, no estaría en semejante condición. ¿A quién responsabilizar por todas esas aflicciones humanas sino a nosotros mismos? Somos, pues, en gran número de casos, causadores de los propios infortunios; mas, en vez de reconocerlo, hallamos más simple, menos humillante para nuestra vanidad, acusar a la suerte, a la Providencia, a la mala fortuna, a la mala estrella, pese que la mala estrella es apenas nuestra incuria.” [2]
Hagamos nuestra parte a fin de minimizar los dolores de los que sufren, entretanto no olvidemos que los insondables mecanismos de las Leyes de Dios son definitivamente justos.
Referência bibliográfica:
[1] Kardec Allan. O Evangelho Segundo o Espiritismo, item 4 Cap. V, Rio de Janeiro: Ed. FEB. 1977[2] Idem
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