Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
Sin adentrar en pormenores sobre diferentes significados del término herencia (del latín splium) proponemos conceptuar la palabra como el conjunto de los bienes que integra el patrimonio dejado por el desencarnado, y que serán compartidos, en el inventario, entre los encarnados (herederos o alegatorios). Herencia es, por tanto, el derecho a heredar (recibir algo de una situación anterior). He aquí algunos ejemplos clásicos: “mi abuelo dejó para mí una granja en Goiás como herencia ", “Santiago dilapido la herencia de sus padres”, “mi tía me dejo como herencia un apartamento en Brasil”
Por regla general, el hombre contemporáneo sueña “recibir una herencia” de un pariente próximo o lejano, “estar bien en la vida” ganar bien, y algunas veces hasta contempla “trabajar para enriquecerse”, sin embargo, normalmente, permanece bajo espejismos. Obviamente ese designio materialista, de los tiempos actuales, compone la fórmula de “ignorancia de los valores espirituales en la Tierra, donde se verifica la inversión de casi todas las conquistas morales. Fue ese exceso de inquietudes, desenfrenadas del egoísmo, la que provocó la crisis moral del mundo, en cuyos espectáculos siniestros podemos reconocer que el hombre físico, de la radiotelefonía y del trasatlántico, necesita de más verdad que de dinero, de más luz que de pan.”1
Por otro lado, hay personas riquísimas que han experimentado significativa des ambición material. el magnate Warren Buffett, cuarto hombre más rico del mundo, prometió donar el 99% de su fortuna antes de desencarnar. Comenzó anunciando la focalización 83% a la Fundación Gates. El billonario afirmó que quería dar a sus hijos solamente lo suficiente para que ellos sientan que pueden lograr todo, más no lo bastantes para que ellos hallen la necesidad de no hacer nada. El poderoso Bill Gates, primer hombre más rico del mundo, Michael Bloomberg, Nigella Lawson y el músico ingles Sting, no dejaron sus fortunas como herencia para los hijos. Ambos defienden la tesis de que sus hijos precisan trabajar para ganar el propio dinero. 2
El tema es instigante. Los fortuitos herederos necesitan pensar que “hay bienes infinitamente más preciosos de lo que los de la Tierra, y ese pensamiento ayudará a desprenderse de estos últimos. Cuanto menos valor seda a una cosa, menos sensible se hace su perdida. El hombre que se apega a los bienes de la Tierra es como un niño que apenas ve el momento presente; aquel que no está apegado es como el adulto, que ve cosas más importantes, pues comprende esas palabras proféticas de Cristo: Mi reino no es de este mundo.”3
La codicia por una herencia es tan grave y real que el Espíritu André Luiz aconsejó que se haga una evaluación prudente “sobre las cuestiones referentes al testamentos, resoluciones y votos, antes de desencarnar [el desencarnado] no experimentará así choques probables, ante inesperadas incomprensiones de parientes y compañeros. Pues el fenómeno de la muerte expresa la realidad casi totalmente incomprendida en la Tierra.”4
El Codificador inquirió a los Espíritus si “el principio según el cual el hombre no pasa de ser un depositario de la fortuna que Dios le permite gozar durante su vida le quita el derecho de transmitirlas a sus descendientes? Los Benefactores elucidaron que “el hombre puede perfectamente transmitir, cuando desencarna, los bienes de que gozo durante su vida, pues el efecto de ese derecho está subordinado siempre a la voluntad de Dios, que puede , si lo quisiera, impedir a sus descendientes disfrutar de ellos, es así como se ve desmoronarse fortunas que parecían sólidamente establecidas. Por tanto, el hombre es impotente en su voluntad, juzgando que puede mantener su fortuna en su línea de descendencia, más eso no le quita el derecho de transmitir el préstamo que recibió, una vez que Dios lo retira cuando lo haya conveniente”. (5)
Casi siempre el reparto de los bienes se torna una prueba muy difícil tanto para los encarnados como para los desencarnados. Kardec igualmente exploró el tema en la cuestión 328 de El Libro de los Espíritus cuando indago a las “voces del más allá” si el desencarnado asiste al repartimiento de sus herederos. Los Benefactores Espirituales afirmaron que “casi siempre”. Para su enseñamiento y castigo de los culpables, Dios permite que así acontezca. En esa ocasión, el Espíritu juzgar el valor de las protestas que le hicieron. Todos los sentimientos se le patentan y la decepción que le causa la rapacidad se le patentan y la decepción que le causa la rapacidad de los que entre sí reparten los bienes por el dejados lo esclarece acerca de aquellos sentimientos. Llegará, sin embargo, a la ve la de los que le motivan esa decepción.”6
El asunto nos transporta para las eras apostólicas cuando alguien de la multitud pronuncio a Jesús: “Maestro, dice mi hermano que reparta conmigo la herencia”. El respondió: “Hombre, quien me estableció juez o arbitro de vuestra herencia? Después, les dijo: “Precaveos cuidadosamente de cualquier codicia, pues, aun mismo en la abundancia, la vida del hombre no está asegurada por sus bienes”.7
Referências Bibliográficas:
1 Xavier, Francisco Cândido. O Consolador , ditado pelo espírito Emmanuel , pergunta 68, RJ: Ed. FEB. 1977
2 Disponível em http://veja.abril.com.br/noticia/economia/sting-entra-para-a-lista-de-ricacos-que-nao-deixarao-heranca-para-os-filhos acesso em 02 de agosto de 2014
3 Kardec, Allan. O Evangelho Segundo o Espiritismo, Cap. XVI, RJ: Ed FEB 2008
4 Vieira,Waldo. Conduta Espírita, ditado pelo espírito André Luiz, Rio de Janeiro: Ed. FEB 1977
5 Kardec, Allan. O Evangelho Segundo o Espiritismo, Cap. XVI, RJ: Ed FEB 2008
6 Kardec, Allan. O Livro dos Espírito, pergunta 328, RJ: Ed FEB 2008
7 Lc. 12:13-15
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