Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
Pesquisa realizada por John Cacioppo, científico y profesor de psicología de Chicago, en los Estados Unidos sugiere que el aislamiento impacta y acelera el exterminio “prematuro” del anciano solitario. Para Cacioppo hay factores de riesgo cara al sentimiento de soledad, de entre los cuales están la interrupción frecuente del sueño, elevación de la presión arterial, aumento de cortisol (hormona del estrés), alteración del sistema inmunológico y aumento de la depresión. (1) Tal vez realmente la soledad sea una preocupante enfermedad de hoy en día.
Las invenciones tecnológicas, avanzando a una velocidad vertiginosa, proponen “democratizar” las realizaciones sociales. Tales recursos vienen disponibilizados de recursos seductores, a saber: la TV digital, teléfonos inteligentes con sus múltiples funciones, los videos y filmes de alta definición, los notebooks, tablets, internet, redes sociales, los juegos electrónicos virtuales; he ahí una lista mínima de lo que la tecnología ha proporcionado.
Hay una respectiva quiebra de la necesidad de estar físicamente “junto”, con el fin de conversar, ampliar las amistades, intercambiar emociones. Se consigue a través del aplicativo whatsapp, por ejemplo, dialogar, cambiar mensajes, videos, fotos, de cualquier lugar, horario y distancia, conectándose todos a todo. Se viabiliza rescatar amistades perdidas en el tiempo, reencontrar familiares que la distancia apartó y rehacer relacionamientos que se sumergieron por el camino. Entretanto, paradójicamente, la tecnología que nos rodea exteriormente poco ayuda, interiormente. Así que no va a ser la tecnología que nos aleja de la "mala soledad", dicho sea de paso, más si la característica de no vivir los valores de la solidaridad, la compasión, la fraternidad.
Se vive hoy la extraña sensación de que no se está solo en el mundo. Individuos rodeados por personas en autobuses, metros, aviones, estadios, locales de trabajo, avenidas, cayes. Con todo, en esa selva de piedras existen muchos sujetos solitarios. Y cuanto más están rodeados de gente, de barullo, de tareas, más se agrava la sensación de que están solos. ¿Parece contradictorio? ¿Será la “maligna soledad” la ausencia de compañía, de personas alrededor de ciertos solitarios? ¿Consistirá en estar lejos de las civilizaciones?
¿Mas será que toda la soledad es maligna? Fijémonos en la roca que sustenta la planicie que acostumbra a vivir aislada y en el Sol que alumbra al mundo entero brillando solo. Lord Byron decía que “en la soledad es cuando estamos menos solos.” (2) En ciertas horas la soledad es saludable para el espíritu como la dieta lo es para el cuerpo. Muchas veces, para oír la voz sincera de nuestra conciencia precisamos saber hacer silencio alrededor de nosotros y dentro de nosotros. hay momento que es imprescindible la búsqueda beneficiosa de la soledad para encontrarnos con nosotros mismos, en un reencuentro con la propia alma, de manera, tranquila y serena, sabiendo que guardamos en nuestra intimidad la llave para nuestra ascensión espiritual. es en esos momentos de introspección en los que conseguimos analizar actitudes, valores y sentimientos. Bajo ese punto de vista, la dulce soledad será oportuna compañera a laque buscaremos para, que podamos encontrarnos y conocernos.
No olvidemos que en nuestra marcha rumbo a la luz imperecibles cultivamos diálogos que dicen respecto a nosotros mismos. Nada nos impide, pues, con regularidad, evadirnos del mundo, buscando momentos de magna soledad, en que tendremos apenas a nosotros mismos para viajar alrededor de la conciencia, pues cuando silencia el mundo a nuestro alrededor conseguimos oír la voz de la conciencia y hasta aun mismo a nuestro “YO” histórico. Serán esos espacios de bendecida soledad que nos consentirán valorizar comportamientos para, en las próximas experiencias evitar que repitamos los mismos errores, en análogas ocasiones. A solas, diariamente, algunos momentos para meditar a respecto de lo que hacemos, como hacemos, nos permitirán marchar por caminos íntimos y revelarnos en profundidad.
Hay quien usa la prodigiosa soledad como tiempo de inspiración, análisis y programación. Cuando hacemos silencio exterior, damos salida al mundo interno, intenso y palpitante. Hay tanta gente sumergida en alaridos indigestos, dominado por conversaciones maldicientes o por el estruendo de risas burlescas; hay tanta gente rodeada de personas, más con el alma amargada, oprimida, hueca. Recordemos que todo tiene su tiempo determinado, conforme narra el Eclesiastés. Hay tiempo de nacer hay tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de elegir, tiempo de llorar y tiempo de sonreír; tiempo para hablar y tiempo para silenciar tambien. “(3) ¿Entonces, por qué temer a la santa soledad? Si la vida nos ofrece la bondadosa soledad, sepamos abrigarla como un tesoro. Aprovechemos cada instante para meditar. Encaremos todo y todas las circunstancias como oportunidad para el aprendizaje.
Obviamente Dios nos creo para vivir en sociedad. No nos ofreció inútilmente la palabra y todas las facultades necesarias para la vida de relación humana. Es natural que el “aislamiento absoluto” sea contrario a la ley de la Naturaleza, hasta porque por instinto buscamos la sociedad y debemos concurrir para el progreso, auxiliándonos mutuamente. Ahora, completamente aislados, no disponemos de todas las facultades. Nos falta el contacto con los otros de nosotros. En el aislamiento incondicional quedamos brutos y morimos. (4) por esas, criteriosa razones es importante caracterizar las distintas clases de soledad, - aquella que significa fuga definitiva de la convivencia social de aquella otra que abastece el alma con el fin de que jamás constemos en el rol delos seres solitarios.
Jorge Hessen
Notas e referências bibliográficas:
(1) Disponível em http://oglobo.globo.com/saude/solidao-aumenta-em-14-as-chances-de-idosos-morrerem-de-forma-prematura-11609030#ixzz2yAIPeewV acesso em 05/04/2014
(2) George Gordon Byron, comumente conhecido como Lord Byron; foi um escrito/poeta inglês do século XIX.
(3) Eclesiastes 3:1-8
(4) Kardec, Allan. O Livro dos Espíritos, questões 766,767 e 768, Rio de Janeiro: Ed FEB, 2000
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