
Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
El diccionario define obsesión como siendo una preocupación con determinada idea, que domina dolorosamente al espíritu, resultante o no de sentimientos recalcados, manías. De la misma forma la terminología obsesión es usada, vulgarmente, para significar una idea fija en alguna cosa, tic nervioso, generador de manías, actitudes extrañas etc. Mientras tanto, bajo el punto de vista espirita, el término tiene un significado e interpretación más amplios. Se consustancia en una influencia maléfica relativamente persistente que los encarnados o desencarnados, más o menos atrasados que nosotros mismos pueden ejercer sobre nuestra vida mental.
En el disturbio mental, el origen del mal es íntimo, y es necesario procurar restaurar el organismo a la normalidad. En la obsesión, la raíz de la enfermedad es externa y es forzoso desembarazar al enfermo de un enemigo invisible, no oponiéndole ningún recurso [alopáticos, homeopáticos, hierbas], sin embargo un poder espiritual superior al suyo. La experiencia demuestra que, en la obsesión [simple influenciación, subyugación, fascinación], los exorcismos teleológicos jamás producirán cualquier efecto suficiente, en verdad agravaran más que aliviar la situación. Solo la Doctrina de los Espíritus, advirtiendo sobre la exacta causa del mal, puede ofrecer elementos para combatir las investidas de los perseguidores del más allá.
Exhibiendo la influencia de los Espíritus perversos sobre las personas, el Espiritismo lanza elucidaciones sobre el asunto, actualmente despreciado por las ciencias materialistas como de causa psicopatológica. No obstante, consintiendo la posibilidad de anomalías psicosomática, la Doctrina Espirita hace conocer otras fuentes de las desventuras psíquicas del ser humano, mantenida por la fragilidad moral de los seres. Casi siempre el uso de fármacos específicos facilita la conformidad química cerebral y el tránsito de los mensajes neuronales, graduando el funcionamiento neuroquímico del SNC (Sistema Nervioso Central) y alivia el humor del paciente. No en tanto, apenas combaten el efecto, una vez que la prescripción de la psiquiatría materialista no inhibe la obsesión en su esencial origen.
Nuestra conducta cotidiana es factor preponderante para la salud o enfermedad. Si olvidamos sistemáticamente la paciencia y equilibrio, la oración y la vigilia, entonces es forzoso colocar el momento para la introspección, en los marcos de lamente, a fin de que vengamos a hacer en nosotros mismos la imperiosa separación. En el día a día, habituamos aumentar la idea de obsesión, posesión y subyugación, juzgándonos “victimas” de entes perseguidores del Más Allá. La demanda, no en tanto, no se restringe solo a la influencia espiritual de los enemigos que se nos incrusta en la frecuencia psíquica, más, especialmente, dice respecto a nuestro forma de ser y actuar.
En los Estatutos del Creador no hay espacios para las injusticias, por tanto la obsesión de múltiples alcances (si Dios admite que acontezca) equivale a la terapéutica de largo curso, por muy delicado y complejo que sea, y el efecto dichoso depende de la renovación personal del obsesado, en razón en la que despierte para la transformación moral de la coyuntura aflictiva en que se encuentra.
Por insinceridad, en nuestro tenue esfuerzo para la mejora del comportamiento, obstamos por las relaciones equilibradas y equilibrantes con nosotros y con el prójimo. Toda nuestra desarmonía lleva a desenvolver sintonías viciosas con otras mentes enfermas, sea de desencarnados o encarnados, lo que aguza sobremanera nuestro propio desglose interior, resultando de ahí las ingentes dificultades para liberarnos de las esposas en las que nos prendemos ante las garras del mal.
Hay cuadros de obsesión expandidos por todos lados, en todos los niveles, cuáles sean de desencarnados sobre encarnados y viceversa, de encarnados sobre encarnados, también como de desencarnados sobre desencarnados. En la intimidad del hogar, de la familia o del Centro espirita, del ambiente de trabajo profesional, adversarios más firmes del pretérito se reencuentran. Convocados por los Benefactores del Más Allá para el reajuste, raramente consiguen superar la aversión de la que se ven poseídos unos frente a los otros, y (re) alimentan con pasión, en lo intimo de si mismo, los rayos tóxicos de la antipatía que, concentrados, se transforman en puntiagudos dardos magnéticos, susceptibles de provocar la enfermedad y la propia muerte.
El pensamiento se exterioriza y se proyecta, formando imágenes y sugestiones que arroja sobre los objetivos que se propone atender. Cuando es bueno y edificante, se ajusta a las Leyes que nos rigen, creando harmonía y felicidad; todavía, cuando desequilibrado y deprimente, establece aflicción y ruina. La química mental vive en la base de todas las transformaciones, porque realmente evolucionamos en profunda comunión o desencarnados que se afinan con nosotros.
La terapia espirita es la de la invitación al enfermo para la responsabilidad, convocándolo a un honesto autoanálisis, de modo que el pueda eliminar en definitivo sus incursiones en los vorágines de los desvíos éticos. Esforcémonos, pues, por la vigilia constante y orando para que nos liberemos del arremetimiento de las obsesiones, en el firme propósito de modificación de hábitos y actitudes negativas, ingresando en el seno de los valores ennoblecedores de la vida por el efectivo cambio de comportamiento.
En síntesis, identificamos siempre en la obsesión (espiritual) el resultado de la invigilância y de los desequilibrios morales. Para protegernos contra su influencia, urge fortalecer la fe por la renovación mental y por la práctica del bien en los moldes de los códigos evangélicos propuestos por Jesucristo, no olvidándonos de los divinos consejos de Vigilad y orad.
Jorge Hessen
http://aluznamente.com.br
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