
Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
Por efecto de las bulliciosas narrativas sobre las deformaciones físicas, deparamos con eventos deslumbrantes, y al mismo tiempo melancólicos, de personas que (re) nacieron con los más singulares tipos de aberraciones. Edward Mordake (foto) sufría de una anomalía conocida como Craniopagus Parasiticus. El poseía otro “rostro parasito” acoplado a su nuca. En su caso, podría parecer apenas un caso de “gemelo chupín” , más para muchas personas y para el mismo, lo que existía en su nuca era algo más sombrío.
Se cuenta que la cara gemela presentaba algunos indicios de inteligencia, sin embargo no ingería alimentos e increíblemente era capaz de hacer una mueca, reír, y llorar. El “rostro parasito” era flácido y desfigurado, algo amenazador y tétrico. Se narra que los ojos de la “faz intrusa” expresaban malicia y furia y seguían a las personas pausadamente como si estuviese estudiando a aquellos que visualizaban, sus labios invariablemente hacían ruidos exóticos. Aunque su voz fuese ininteligible, Edward declaró que muchas veces se mantuvo despierto durante la noche a causa de los murmullos de odio de su “cara gemela diabólica” (como paso a llamarla) y por los zumbidos lúgubres.
Mientras su caso sea concretamente citado en los primeros informes médicos, en verdad su historia es misteriosa, y fue analizada como caso irreal durante algún tiempo, por ser demasiadamente delirante para creerse y, obviamente, por no tener mucho sentido desde el punto de vista Medico, en algunos momentos. La única cosa que persiste de esa historia es la existencia de una foto de Edward, que comprueba que el realmente existió, más exactamente cuándo, no se sabe.
Hay un libro titulado Anomalías y Curiosidades de la Medicina por George M. Gould y Walter L. Pyle, haciendo referencia a Edward Mordake, dice que gran parte de lo que se conoce de su vida se basa en relatos orales. Muchos componentes de su trayectoria fueron perdidos en el transcurrir del tiempo y no hay fuentes considerables para los pesquisidores actuales, excepto la foto (1) Se sabe que el vivió en completo aislamiento, rehusándose a las visitas, hasta incluso de los familiares. Se dice que Edward había pedido a los médicos que eliminasen su “cara diabólica” con todo ningún clínico fue favorable a hacerlo, porque la cirugía sería fatal.
Las personas comenzaron a apartarse de el y eso potencializaba su depresión. Se cuanta que en los momentos de tristeza su “cara extra” permanecía gracejando como si estuviese ridicularizando sus dolores. Por tanto, padeciendo con la intimidación que ejercía del “rostro intruso”, Mordake resolvió acabar con aquello y se mató a los veintitrés años. Se dice que después de que el suicidio ocurrió sus médicos rechazaron hacer la extirpación de aquel “suplemento facial, en la nuca. Edward había dejado una carta solicitando que la “cara satánica” fuese destruida de su cabeza antes de que le diesen sepultura, a fin de que el no continuase oyendo sus terribles susurros más allá del túmulo.
Se describe que le gustaría de ser enterrado en un lugar desierto, sin piedra o cartel para marcar su túmulo. Su pedido había sido atendido por los médicos Manvers e Treadwell, que cuidaban del caso. Edward fue enterrado en una cueva de tierra barata y sin cualquier tipo de lapida o escultura, también pedido por el.
En el mundo somos enfrentados con innumerables casos teratológicos que asombran y dejan embarazados a los más experimentados analistas. Será admisible que junto con alguien que (re) nace, reencarnar concomitantemente con otro Espíritu colado en su tejido periespiritual (molde del cuerpo físico), ocasionando pánico, como en el episodio narrado, tanto para el anfitrión como también para quien lo visualiza? ¿Qué misterios existirían tras del rostro “demoniaco” de Edward Mordake?
Por las leyes reencarnatorios teóricamente, en un cuerpo no puede reencarnar nada más que un Espíritu. en el caso de los seres siameses, por ejemplo, existen dos espíritus en cuerpos unidos biológicamente (pegados) con dos cerebros (dicéfalos), dos individuos, dos mentes. Aunque el caso de Edward no sea un fenómeno de siameses, es manifiesto que exista un espíritu pegado (no sabemos cómo) en aquella bizarra (cara trasera).
Hay casos teratológicos en el que las reencarnaciones de los Espíritus simpáticos se aproximan por analogía de sentimientos se sienten felices por estar pegados biológicamente. Sin embargo, los seres que no se toleran se repelen y son extremadamente infelices en la convivencia. ¡Es de ley! ¿En el caso de Edward, desde el punto de vista reencarnatorio, que razones llevarían a la justicia divina permitir tal anomalía física? ¿Por qué algunos espíritus necesitan permanecer pegados biológicamente, compartiendo órganos y funciones orgánicas, sabiendo que nada nos es más íntimo y personal que el cuerpo físico?
Al ser verdadera la historia de Edward, creemos que son dos espíritus ligados por odios cristalizados, construidos a lo largo de muchas reencarnaciones, y que reencarnaron en esas condiciones extrañísimas, raramente por libre elección y no por “punición” de Dios, más si por una especie de determinismo originado en la propia ley de Acción y Reacción. Alternándose las posiciones como verdugo y víctima y también de dimensión física y extra física, constreñidos por irresistible atracción de odio y deseo de venganza, se buscan siempre y culminan re aproximándose en condiciones conmovedoras, que los obliga a compartir hasta de la misma sangre vital y del aire que respiran.
Considerando que en los estatutos de Dios no hay espacios para injusticias, la dualidad espiritual presente en el cuerpo deforme de Mordake es factible. Sobre todo si en el proceso de subyugación ocurrida en vidas de retraso en el crecimiento, cuando el obsesor actúa sobre el cuerpo físico y provoca movimientos involuntarios. Se daba antiguamente el nombre de posesión al imperio ejercido por los malos espíritus
Más, la posesión seria, para nosotros, sinónimo de subyugación, pues no hay posesos, en el sentido vulgar del termino, hay solamente obsesados, subyugados y fascinados. Podrá tener como consecuencia una especie de locura cuya causa el mundo desconoce, más que no tiene relación alguna con la locura ordinaria. Entre los que son tenidos por locos, hay muchos que apenas son subyugados, y precisarían de un tratamiento moral, mientras que con los tratamientos corporales los tornan verdaderos locos. Cuando los médicos conozcan bien el Espiritismo, sabrán hacer bien esa distinción y curaran a más enfermos que con las duchas.(2)
Acreditamos que en una reencarnación especialísima, dos seres que experimentaron la trama de subyugaciones obsesivas pueden renacer en condiciones especialísimas narradas en el texto, todavía evidentemente estamos conjeturando proponiendo al lector amigo más amplias reflexiones. Muchas veces no es posible, de inmediato, disolverse esas vinculaciones anómalas con el fin de que haya total recuperación psíquica a los infelices protagonistas. En el transcurrir de los años, la imantación crece, llegando a dimensiones cruciales de alteración del cuerpo periespiritual de ambos. La analgesia transitoria, por la conmoción de la conciencia causada por la reencarnación, podrá impactar y recomponer los sutiles tejidos en desarreglos del alma enferma.
Infelizmente no fue el caso Mordake, pues el huyó del compromiso. Si la época de Edward fuese espirita, podría haber recurrido a algunos recursos tales como a la práctica de la oración y a la de la donación de energías magnéticas a través del pase, por ejemplo, que son recursos adecuados e indispensables para despertar conciencias y minimizar los traumas psicológicos. Soluciones esas que para el se descubrirían eficaces, iluminándole la conciencia para la necesidad de la afectiva reconciliación, desafiándolo a la unión por los lazos indestructibles del amor.
Nota y referencia bibliográfica:
(1) Em 1896, o livro Anomalies and Curiosities of Medicine, de George M. Gould e Walter L. Pyle, mencionava uma versão da história de Edward Mordake que ficou muito famosa na época e acabou virando referência para vários textos, peças teatrais e até mesmo para uma música de Tom Waits Poor.
(2) Kardec, Allan. O Livro dos Médiuns, Cap. XXIII, Rio de Janeiro: Ed. FEB, 1997
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