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sexta-feira, 5 de abril de 2013

¡PRACTICAR EL EVANGELIO, SI! ¡GANAR DINERO A COSTA DEL MENSAJE DE CRISTO, NUNCA!



Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com


Merchita

¿Es justo transformar un templo religioso en una Agencia Mercantil? ¿En una especie de núcleo  financiero lucrativo? ¿Será que Dios consiente tal procedimiento? ¿Fue esto lo que enseñó Jesús?

¡Vivir el Evangelio, si! ¡Ganar dinero  a costa del mensaje de  Cristo, Nunca! Hasta porque nada es tan legitimo  para un cristiano que el ejercicio  de mercadería con el Evangelio. Es deprimente  identificarnos “religiosos” (salvándose las excepciones) que se postean  como “misioneros” de Cristo, con evidente  desprecio al código sublime del amor al prójimo. Tales líderes se distinguen por el verbalismo descomedido,  comentan tediosos los más variados asuntos,  no obstante no llegaran  a cualquier arremate de raciocinio. Exaltan las emociones infelices de la arrogancia   entre sus seguidores,  llenándolos de  faustuosas alusiones aunque vacías de sentido.

Cristo advirtió varios segmentos del Evangelio sobre los “evangelizadores” oportunistas, comparándolos  a “lobos con piel de cordero” la lógica humana es dilacerada ante la exploración de la fe. No hay como enmudecer ante los que se valen de las redes de televisión, periódicos, libros, internet y radios para predicar el Evangelio en “nombre de Dios”, deslumbrando a los seguidores afirmando que la clemencia del Padre solamente puede ser obtenida a través de la donación del dinero.

Lo que asistimos presentemente son reediciones  de las astutas ventas de indulgencias, matriz de la Reforma Protestante. Más,  si alguien surge diciéndose “apóstol"  de Cristo desconfiemos de su salud mental, pues en realidad lo que  han surgido  son “mercenarios”  y no Misioneros del Maestro. Tales predicadores exaltan  la ignorancia con altas dosis de soberbia  y se  alardean de guías y evangelistas. Hay muchos falsos cristos  y falsos profetas representados por filosofías, doctrinas  sectas y religiones mercantilistas     que esclavizan a los hombres, y exploran la buena fe de las personas que sufren.

Jesús hace dos mil años  reprendió: Esta escrito: Mi  casa será llamada casa de oración. Sin embargo, vosotros  la habéis transformado  en cubil de ladrones”. (1) Hoy, discurren sobre las criaturas en una maniaca exaltación de Cristo, aprovechan  sus predicas  como moneda de cambio, donde quien sea más generoso (mano abierta)  y destine más cuantía de dinero tendrá mayor  beneficio “celestial”. Los desprevenidos seguidores se nutren de la “fe ciega” que les es infligida por medio de discursos acalorados  y escenarios de pseudo-exorcismo, donde  lo que de hecho ocurre son catarsis anímicas y/o “incorporaciones” de obsesores que se deleitan ante  los patéticos y deprimentes espectáculos.

 Y como si no bastase  se comercializa los más singulares amuletos  como “"Ollas con agua del río Jordán"; “frascos  de perfumes y oleos con olor de Jesús”; “fragmentos de maderas de la cruz del Calvario”; “lotes, casas y mansiones  en el cielo”. Es evidente que un santuario religioso  no puede ser análogo  a la lonja comercial donde se negocia con mercancías de Dios. ¿Será que desconocen que el templo cristiano es local para meditaciones  y cavilaciones  sobre los desaciertos  y diligencias para mejoría del comportamiento de cada uno de nosotros?

¿Qué decir de los “evangelistas” de grandes audiencias que cobran fortunas para predicar, que alimentan  a través de elocuencia verbal la idolatría de su personalidad? Son vendedores modernos  y profesionales del Evangelio que  condenan trabajar, abominan el argumento de que Cristo nos invitó  a cargar nuestras   “cruces”, a granjear “el pan” con el “sudor” de nuestro trabajo, y que  solo  granjearemos  el “Reino de los Cielos”, esto es, la paz del espíritu si hacemos al semejante lo que deseamos para nosotros mismos. ¡Sí!  “Hay de vosotros, conductores  de ciegos, pues que decís: Cualquiera que jurare por el templo, no es nada, pero si alguno jura por el oro del templo, o por la oferta, esto es cierto. ¡Insensatos y ciegos! ¿Pues cual es mayor: la oferta, el oro, o el templo de Dios?”.(2)

La única moneda que el Creador acoge  como cambio es el amor al prójimo. Todavía, infelizmente buena parte del legado  religioso que se transfiere  para las actuales generaciones con respecto a la codicia, al encanto de los sentidos físicos, la conquista del poder a toda costa, cediendo cancha  a la brutalidad y a la confusión. El fanatismo que viene siendo desenvuelto en torno al misticismo decrepito, investido para almacenar recursos monetarios, visando patrocinar la “salud” de aquellos que más prontamente la puedan comprar a peso de oro, han ofrecido ambiente al materialismo y al utilitarismo en el que las personas  se deleitan, apartadas de la misericordia, de la solidaridad, de la fraternidad, ante el desafío de la autentica experiencia del amor al  prójimo, conforme fue vivido por Jesús.

Paulo escribió: “De hecho, gran fuente de lucro es la piedad  con el contentamiento.  Porque nada hemos traído para el mundo, ni cosa alguna podemos llevarnos de el. Teniendo sustento  y con que vestir, estemos contentos. Ahora, los que quieren ser ricos caen en la tentación, y en el lazo, de muchas codicias  insensatas y perniciosas, las cuales ahogan a los hombres  en la ruina y la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males; y algunos, en esa codicia,  se desviaron de la fe y a si mismos  se atormentaron con muchos dolores.  Tu, sin embargo, el hombre de Dios, huye de esas cosas; antes, sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la mansedumbre.” (3) Por esas muchas razones es fácil percibir que en la actualidad los autenticos adeptos del Evangelio aun forman pequeño grupo muy semejante al periodo de las dolorosas experiencias de los tres primeros siglos de diseminación del mensaje de Cristo en los dominios de Cesar.
Jorge Hessen
http://aluznamente.com.br


Referências:

(1)      (Mateus, XXI; 12 e 13).

(2)      (Mateus, XXIII; 16).

(3)      (1 Timóteo 6:6-11)

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