Traducido por Merchita
Madri/Espanha
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Merchita |
¿Es justo transformar un templo religioso en una Agencia Mercantil? ¿En una especie de núcleo financiero lucrativo? ¿Será que Dios consiente tal procedimiento? ¿Fue esto lo que enseñó Jesús?
¡Vivir el Evangelio, si! ¡Ganar dinero a costa del mensaje de Cristo, Nunca! Hasta porque nada es tan legitimo para un cristiano que el ejercicio de mercadería con el Evangelio. Es deprimente identificarnos “religiosos” (salvándose las excepciones) que se postean como “misioneros” de Cristo, con evidente desprecio al código sublime del amor al prójimo. Tales líderes se distinguen por el verbalismo descomedido, comentan tediosos los más variados asuntos, no obstante no llegaran a cualquier arremate de raciocinio. Exaltan las emociones infelices de la arrogancia entre sus seguidores, llenándolos de faustuosas alusiones aunque vacías de sentido.
Cristo advirtió varios segmentos del Evangelio sobre los “evangelizadores” oportunistas, comparándolos a “lobos con piel de cordero” la lógica humana es dilacerada ante la exploración de la fe. No hay como enmudecer ante los que se valen de las redes de televisión, periódicos, libros, internet y radios para predicar el Evangelio en “nombre de Dios”, deslumbrando a los seguidores afirmando que la clemencia del Padre solamente puede ser obtenida a través de la donación del dinero.
Lo que asistimos presentemente son reediciones de las astutas ventas de indulgencias, matriz de la Reforma Protestante. Más, si alguien surge diciéndose “apóstol" de Cristo desconfiemos de su salud mental, pues en realidad lo que han surgido son “mercenarios” y no Misioneros del Maestro. Tales predicadores exaltan la ignorancia con altas dosis de soberbia y se alardean de guías y evangelistas. Hay muchos falsos cristos y falsos profetas representados por filosofías, doctrinas sectas y religiones mercantilistas que esclavizan a los hombres, y exploran la buena fe de las personas que sufren.
Jesús hace dos mil años reprendió: Esta escrito: Mi casa será llamada casa de oración. Sin embargo, vosotros la habéis transformado en cubil de ladrones”. (1) Hoy, discurren sobre las criaturas en una maniaca exaltación de Cristo, aprovechan sus predicas como moneda de cambio, donde quien sea más generoso (mano abierta) y destine más cuantía de dinero tendrá mayor beneficio “celestial”. Los desprevenidos seguidores se nutren de la “fe ciega” que les es infligida por medio de discursos acalorados y escenarios de pseudo-exorcismo, donde lo que de hecho ocurre son catarsis anímicas y/o “incorporaciones” de obsesores que se deleitan ante los patéticos y deprimentes espectáculos.
Y como si no bastase se comercializa los más singulares amuletos como “"Ollas con agua del río Jordán"; “frascos de perfumes y oleos con olor de Jesús”; “fragmentos de maderas de la cruz del Calvario”; “lotes, casas y mansiones en el cielo”. Es evidente que un santuario religioso no puede ser análogo a la lonja comercial donde se negocia con mercancías de Dios. ¿Será que desconocen que el templo cristiano es local para meditaciones y cavilaciones sobre los desaciertos y diligencias para mejoría del comportamiento de cada uno de nosotros?
¿Qué decir de los “evangelistas” de grandes audiencias que cobran fortunas para predicar, que alimentan a través de elocuencia verbal la idolatría de su personalidad? Son vendedores modernos y profesionales del Evangelio que condenan trabajar, abominan el argumento de que Cristo nos invitó a cargar nuestras “cruces”, a granjear “el pan” con el “sudor” de nuestro trabajo, y que solo granjearemos el “Reino de los Cielos”, esto es, la paz del espíritu si hacemos al semejante lo que deseamos para nosotros mismos. ¡Sí! “Hay de vosotros, conductores de ciegos, pues que decís: Cualquiera que jurare por el templo, no es nada, pero si alguno jura por el oro del templo, o por la oferta, esto es cierto. ¡Insensatos y ciegos! ¿Pues cual es mayor: la oferta, el oro, o el templo de Dios?”.(2)
La única moneda que el Creador acoge como cambio es el amor al prójimo. Todavía, infelizmente buena parte del legado religioso que se transfiere para las actuales generaciones con respecto a la codicia, al encanto de los sentidos físicos, la conquista del poder a toda costa, cediendo cancha a la brutalidad y a la confusión. El fanatismo que viene siendo desenvuelto en torno al misticismo decrepito, investido para almacenar recursos monetarios, visando patrocinar la “salud” de aquellos que más prontamente la puedan comprar a peso de oro, han ofrecido ambiente al materialismo y al utilitarismo en el que las personas se deleitan, apartadas de la misericordia, de la solidaridad, de la fraternidad, ante el desafío de la autentica experiencia del amor al prójimo, conforme fue vivido por Jesús.
Paulo escribió: “De hecho, gran fuente de lucro es la piedad con el contentamiento. Porque nada hemos traído para el mundo, ni cosa alguna podemos llevarnos de el. Teniendo sustento y con que vestir, estemos contentos. Ahora, los que quieren ser ricos caen en la tentación, y en el lazo, de muchas codicias insensatas y perniciosas, las cuales ahogan a los hombres en la ruina y la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males; y algunos, en esa codicia, se desviaron de la fe y a si mismos se atormentaron con muchos dolores. Tu, sin embargo, el hombre de Dios, huye de esas cosas; antes, sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la mansedumbre.” (3) Por esas muchas razones es fácil percibir que en la actualidad los autenticos adeptos del Evangelio aun forman pequeño grupo muy semejante al periodo de las dolorosas experiencias de los tres primeros siglos de diseminación del mensaje de Cristo en los dominios de Cesar.
Jorge Hessen
http://aluznamente.com.br
Referências:
(1) (Mateus, XXI; 12 e 13).
(2) (Mateus, XXIII; 16).
(3) (1 Timóteo 6:6-11)
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