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Merchita |
Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
James Cracknell, un medallista Olímpico (1), considerado uno de los deportistas más victoriosos de Inglaterra expuso en el libro co-escrito con su esposa, la profunda transformación de su personalidad, ocurrida después de haber sido atendido en la cabeza por el impacto con el retrovisor de un camión. Y cara a las lesiones en el lóbulo frontal del cerebro, Cracknell fue advertido por el Neurologista que enfrentaría en lo sucesivo las dificultades con la memoria y pérdida significativa del vocabulario. El traumatismo encefálico igualmente comprometió drásticamente su relacionamiento con la mujer y el hijo. Después del accidente, sobrevinieron los surtos psicológicos de violencia en sus reacciones, llegando a amenazar la seguridad de su esposa, Beverley Turner. El cuenta que cuando Turner estaba embarazada, tuvieron una discusión violenta y el intento estrangularla.
No ignoramos que el cerebro es un órgano enigmático, sin embargo, cara a su lesión encefálica, cuál sería la responsabilidad de James ante su cambio comportamental? La neurociencia ve al ser humano apenas como una máquina, un autómata programado por el ocaso y que, tomando como base el caso citado, Cracknell no puede ser responsabilizado por sus actitudes. Afianzan los especialistas que determinadas regiones comprometidas del cerebro son decisivas para controlar emoción y conducta agresiva.
¿Bajo los auspicios de las apreciaciones espiritas, como podemos acercarnos a la temática, considerando el trauma encefálico como agente causal del cambio de comportamiento (libre albedrio) de alguien? Si una persona tiene una lesión encefálica, es responsable o no para asumir sus actos? ¿Debe responder por ellos? Garantizan los pesquisidores que la conquista del libre albedrio jamás fue completo. Para tales estudiosos el libre albedrio no es más que una quimera. Concretizados ensayos hace años permitieron mapear la esencia de la actividad cerebral antes de que la persona presentase conciencia de lo que iría hacer. Seriamos como computadoras carnales y la tela del monitor seria representada por nuestra conciencia. se coloca el libre albedrio en suspensión y se intenta demostrar que una provincia del cerebro, comprendida en la coordinación de la actividad motora, presenta actividad eléctrica en una fracción de segundos antes de una persona asumir una decisión. (¡¿…)
Articulan los materialistas que la conciencia es un producto de la actividad cerebral, que surge para dar coherencia a nuestras acciones en el mundo. El cerebro toma la decisión por cuenta propia y aun convence su “titular” que el responsable fue el. Por lo tanto, nosotros somos uno solo: lo que es cerebro también es mente. La sensación de que existe un yo que habita y controla el cuerpo es apenas el resultado de la actividad cerebral que nos ilude. Entonces no hay ningún “fantasma” en la maquina cerebral.
¿En serio? Es obvio que muchas deducciones de los múltiples experimentos de la neurociencia reduccionista son artimañas de ficción. “La mente tiene la dinámica de un mosaico de luces que se proyectan por la conciencia, que se construye o expande delante de lo que nos emociona.” (2) De ese Universo abstracto “emanan las corrientes de la voluntad, determinando vasta red de estímulos, reaccionando ante las exigencias del paisaje externo, o atendiendo a las sugestiones de las zonas interiores.”. (3)
Hay estudios consistentes que comprueban la total imposibilidad de medirse con precisión el tiempo entre el estimulo cerebral y el acto en si, lo que, más allá, ya derrumba todas las precipitadas tesis mecanicistas. La conciencia y la inteligencia no son un corto-circuito ni el sub producto casual del intercambio de cualquier neuronios. Mientras la ciencia se demora abrazada a la materia y no alcanza la dimensión de lo que no puede palpar, ver y oír, quedará aun extremadamente distante de atender a las inmediaciones de la verdad que investiga.
Aunque el deseo de explicar materialmente, por la práctica de los neurocientificos, toda la categoría de fenómenos intelectuales y hasta “metafísicos” por medio de las acciones combinadas del sistema nervioso; y, aunque pese a la Ciencia haber alcanzado certezas conclusivas, como por ejemplo la de que una lesión orgánica hace cesar la manifestación que le corresponde, y que la ruina de una red nerviosa hace apagar una facultad, ella, con todo, está inmensamente limitada para elucidar los fenómenos espirituales. Cara a eso, no podemos apartar el hecho de la influencia espiritual en el cerebro. Se hace forzoso también comprender no al alma aislada del cuerpo más si ligada a ese cuerpo, el cual representa su forma concreta, con un montón de materias indispensables a su condición de tangibilidad, animada por su voluntad y por sus predicados eternos.
Reconocemos que hay neurocientificos circunspectos, sensatos, explicando que un mundo sin libre albedrio provocaría ruptura de la paz. Ellos se esfuerzan notadamente para armonizar sus tesis como problema de responsabilidad individual. Aun mismo bajo un automatismo determinista, ellos reconocen que todos deben ser responsables por sus acciones, si no fuese así la estructura social embarcaría en el desorden en el caso que alguien pudiese violentar, robar, matar con embasamiento en el contexto simplista de que el cerebro decreto hacer eso o aquello. El cerebro se asemeja a complicado laboratorio, “donde el espíritu, prodigioso alquimista, efectúa necesarias e inimaginables asociaciones, atómicas y moleculares para las exteriorizaciones inteligentes”.
El atributo esencia del ser humano es sin duda la inteligencia, más si la causa de la inteligencia no reside en el cerebro humano, más si en el ser espiritual que sobrevive al cuerpo físico. Gracias al Espiritismo, en su aspecto filosófico y experimental, está siendo posible construir el sólido puente sobre el abismo que separa la materia del espíritu. Todo grito de coronados Nobles de física alza su voz para expresarnos la muerte de la materia.
Ya es tiempo de instruirnos ante las enseñanzas de la ciencia pos-mecánica del siglo pasado y de librarnos de la comisa de fuerza que el materialismo del siglo XIX infligió a nuestros juzgamientos filosóficos. Neurocientificos, “químicos y físicos, geómetras y matemáticos, erguidos, a la condición de investigadores de la verdad, son hoy, sin desearlo, sacerdotes del Espíritu, porque, como consecuencia de sus porfiados estudios, el materialismo y el ateísmo serán compelidos a desparecer, por falta de materia, la base que les aseguraba las especulaciones negativas.(4)
El hombre no es el resultado ocasional de contingencias aleatorias y casuales. “Sin el libre albedrio el hombre seria una maquina.” (5) La Doctrina Espirita está en el extremo opuesto del materialismo y es su misión desmitificar estas teorías reduccionistas que intentan despreciar al ser humano y el sentido de su existencia. “El cerebro es el órgano sagrado para la manifestación de la mente, en tránsito de la animalidad primitiva para la espiritualidad humana.” (6)
Kardec, conocedor de las ideas de Franz Josef Gall, médico alemán, anatomista y fundador de la frenología (que liga cada función mental a una zona del cerebro), interroga a los Benefactores: ¿“Sobre la influencia de los órganos se puede inferir la existencia de una relación entre el desenvolvimiento de los del cerebro y el de las facultades morales e intelectuales?”. La explicación de los Espíritus no admite márgenes a equívocos: “No confundáis el efecto con la causa. El Espíritu dispone siempre de las facultades que le son propias. Ahora, no son los órganos los que dan las facultades, y si estas las que impulsan al desenvolvimiento de los órganos.” (7)
Es bien verdad que la neurociencia ha realizado esfuerzos para encerrar al Espíritu en el cerebro, como si el alma fuese una prisionera de la caja craneana, e intentan disecarla a fin de comprobar que el cerebro es la matriz de la conciencia. Con todo el Espíritu – origen de la conciencia humana – ha resistido brevemente al decrépito reduccionismo académico.
Referencias bibliográficas:
(1) Conquistou medalha de ouro no remo em 2000, em Sydney, e 2004, em Atenas.
(2) Facure Nubor Orlando. Operações Mentais e como o Cérebro Aprende, disponível no Site www.geocities.com/Nubor_Facure acesso em 22/03/2013
(3) Xavier, Francisco Cândido. No Mundo Maior, Ditado pelo Espirito André Luiz, RJ: Ed.. FEB, 1997, cap. 4
(4) Xavier, Francisco Cândido. Nos domínios da mediunidade, Ditado pelo Espírito AndréLuiz, “prefácio” do Espírito Emmanuel, Rio de Janeiro: Ed FEB, 1999.
(5) Kardec, Allan. O Livro dos Espiritos, RJ: Ed. FEB, 1977, perg. 843
(6) Xavier, Francisco Cândido. No Mundo Maior, ditado pelo Espírito André Luiz, Rio de Janeiro:Ed FEB, 1947, cap.4
(7) Kardec, Allan. O Livro dos Espiritos, RJ: Ed. FEB, 1977, perg. 370
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