Es muy gratificante recibir noticias sobre jóvenes infractores que aprovechan las oportunidades que las instituciones de resocialización les ofrecen, ingresando, unos pocos, en la universidad, con el derecho inclusive de bolsa de estudios integrales. En ese aspecto, sabemos que cada ser recibe de la vida según sus esfuerzos y meritos.
No obstante las grandes diligencias para la resocialización de los jóvenes delincuentes, es de lamentar que excepcionalmente los aprendices (menores) en Brasil consiguen lograr éxitos en la sociedad. El asunto es instigante e implica bastante sensibilidad por atender a cuestiones que abrazan a niños y adolescentes incursos en la práctica criminal, tan combatida, más que últimamente solo vigoriza las trágicas estadísticas del crimen.
Hay teóricos que defienden no haber adolescentes infractores debido a la pobreza, del abandono o de la falta de oportunidad de estudio o trabajo, más como reflejo de exposiciones seguidas de circunstancias de deficiencia moral y que se confían al crimen por voluntad propia. En sentido contrario a ese argumento, surgen las voces de los que propagan el argumento de que el adolescente marginalizado es, en gran cantidad, víctima de la desigualdad social, pues no tienen renta suficiente para usufruir de bienes y servicios básicos, como salud, educación, habitación y ocio. Eso es razón suficiente por lo que el joven se torna enojado o ansioso por experimentar lo que la vida le es suprimida. Para tal adolescente, el mejor recurso es el proceso de resocialización; no con vistas a la represión judicial, más si a la reinserción de ese joven infractor en la sociedad que el mismo rechazó.
Para los especialistas, no hay un juicio pacifico en principio sobre las admisibles causas de la delincuencia Infanto juvenil. Lo que existe son conjeturas, sobretodo de carácter social, acerca de esos desvíos de comportamiento que culminan con la condenación de la sociedad. no ignoramos que la familia (con las salvedades correspondientes) debe ser colocada como importante matriz de la defección moral de los hijos. André Luiz nos advierte que “los padres responden espiritualmente como cicerones de los que resurgen en la indumentaria carnal.”(1) Hay, sin sombra de duda, padres o responsables que son evaluados como generadores de la condición irregular de sus hijos o tutelados, sea ella concebida como carencia de medios indispensables para la subsistencia, abandono material o hasta aun mismo de la práctica de infracción penal.
Compete observar que la violencia entre los menores han aumentado y no siempre tiene connotación económica, arredrando sustancialmente la tesis de las condiciones sub humanas a que son yugulados los jóvenes, principalmente en las grandes ciudades, y que los desviarían para el crimen. Se resalta que el número de adolescentes infractores graduados de la clase A (alta) y B (media) han aumentado, en el mundo entero. Las causas de la marginalidad entre los adolescentes son, pues, muy extensas, no reduciéndose exclusivamente a la ociosidad, pobreza, hambre o abandono social. Se trata también de la inclinación de las empresas maléficas, la formación de pandillas, aglomeraciones de personas insensatas, etilismo, drogas, meretricios, insolencia religiosa o ética y ansiedad orientada para el crimen, configurándose como causas importantes.
André Luiz asevera que “la niñez sufre de manera profunda la influencia del medio. Por eso es urgente pasarle la noción de responsabilidad en los mínimos deberes como punto de partida para el cumplimiento de las grandes obligaciones sociales. No permitir que los niños participen de reuniones o fiestas que les influencien los sentimientos y, ninguna oportunidad, ofrecerles presentes susceptibles para incentivarles cualquier actitud agresiva o belicosa, tanto en juegos como en publicaciones.”(2)
Entendemos que el universo de la moda seductora TV e internet, al colonizar las residencias (edificación material de la casa) y hogares (aspiraciones de la familia), exacerbaran en los niños el despertar prematuro para una desnuda realidad inhumana, lo que equivale afianzar que ellas fueron arrebatadas de su mundo de alegoría y dirigidas para la inversión de los valores morales, atormentados por la arrogancia de los padres. Siendo así, el estado de inocencia y tranquilidad infantil fue disminuyendo.
Cada vez más temprano, y con mayor magnitud, las excitaciones de la adolescencia germinan adicionadas por los diversos y desconcentrados apelos de las revistas libertinas, de la prensa electrónica, de las drogas, del consumismo impulsivo, del mal gusto comportamental, de la banalidad exhibida y otras tantas extravagancias, como espejos claros de padres que viven alucinados, estancados y desactualizados, enjaulados en sus quehaceres diarios y que jamás pueden demorarse frente a la educación de los propios hijos.
Seamos atentos a la verdad de que educar no se abrevia apenas al ofrecimiento de abrigo y alimento del cuerpo extinguible. La educación, por significado, se funda en la base de la constitución de una sociedad proficua. La tarea que nos cumple alcanzar es la de la educación de los niños y jóvenes por el padrón de total dignificación moral bajo las bendiciones de Dios. en ese sentido, los postulados Espiritas son antídotos contra todas las deletéreas situaciones , puesto que aquellos que los distinguen tienen conciencia de que no podrán eximirse de sus encargos sociales, sabiendo que el mañana es una implicación del presente. Siendo así, es imperativo identifiquemos en el corazón Infanto-juvenil el marco de la futura sana generación.
Jorge Hessen
http://jorgehessen.net
Referências:
(1) Vieira, Waldo. Conduta Espírita, ditado pelo espírito André Luiz, cap 21, RJ: Ed FEB, 1978
(2) idem
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