Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
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Si abrazamos el Espiritismo por ideal no podemos negarle la lealtad.
La fidelidad doctrinaria resuena como algo vació para los que no tienen compromiso con Jesús y Kardec. La lealtad a Kardec incide en la observancia de los preceptos anotados, contenidos y cimentados en la Codificación, cuyos preceptos fundamentales fueron sustentados por los Espíritus Superiores. Una Institución Espirita tiene que trabajar como legítimo pronto socorro espiritual, como un refrigerio a favor de las almas desaliñadas, y no como recinto de espejismo e ilusiones. El adecuado reducto kardeciano tiene que estar preparado para abrigar a un contingente cada vez mayor de personas sumergido en el fango de sus propias crisis morales, que yacen en los valles nebulosos de la ignorancia.
Los núcleos espiritas reflejan la índole y conciencia doctrinaria de sus dirigentes. Instituciones que adoptan practicas “doctrinarias” que chocan con los postulados Kardecianos no es una casa genuinamente espirita.
El Espiritismo nos presenta un nuevo orden religioso que necesita ser resguardado. La Codificación es la respuesta archivada de los Espíritus superiores a las cuestiones del hombre afligido en la Tierra, conduciéndolo al encuentro del Creador. Entendemos que protegerla de la arrogancia de los novedosos y de las propuestas vaporosas de los que la desconocen, es obligación de todos nosotros.
Si adoptamos el Espiritismo, por ideal cristiano, no podemos negarle fidelidad. El espolio de la tolerancia no puede actuar por la omisión ante injertos anormales y métodos irregulares que seres incautos planean infligir, sobre todo en las sinuosidades del Movimiento Espirita.
No estamos disertando sobre la defensa intransigente de los postulados espiritas, y ni proponiendo rígida igualdad de metodologías, sin la debida consideración a los grados distintos de evolución en que maduran las personas.
Sería contraproducente enredarnos por los atajos de los extremismos injustificables. Es obvio que no podemos transformar la defensa de la fidelidad doctrinaria en uniformización estanque de ejercicios que pueden bloquear la creatividad natural, ante el libre albedrio de cada cual. Aunque rebatamos actitudes extremas, no podemos abrir la mano de la prudencia preceptuada por la pureza de los postulados espiritas. No hesitemos, pues, cuando la situación se imponga, y estemos alerta sobre la fidelidad que debemos a Jesús y a Kardec. Es importante no olvidemos que en los sutiles consentimientos vamos des caracterizando la programación del Consolador Prometido.
Es imprescindible conservar el Espiritismo según lo heredamos del Codificador, conservando el fulgor de sus conceptos, la claridad de sus contenidos, no consintiendo que se le alije ideas nocivas, que solamente irán a embarazar a los ingenuos y a los pocos informados de sus lecciones.
En el Espiritismo, Cristo despunta como sublime y magnánimo conductor de corazones y el evangelio brilla como el Sol para iluminar a todas las conciencias. Recordemos que Kardec transmitió a la humanidad el mejor de todos embalajes (fidelidad doctrinaria) al grandioso presente que es la Doctrina de los espíritus, y todos aquellos que tienen como base el aliciente del amor pueden, hasta, coexistir con cualquier obra o filosofía, que permanecerán blindados contra los agentes de las influencias inquietantes.
Jorge Hessen
http://jorgehessen.net/blog
La fidelidad doctrinaria resuena como algo vació para los que no tienen compromiso con Jesús y Kardec. La lealtad a Kardec incide en la observancia de los preceptos anotados, contenidos y cimentados en la Codificación, cuyos preceptos fundamentales fueron sustentados por los Espíritus Superiores. Una Institución Espirita tiene que trabajar como legítimo pronto socorro espiritual, como un refrigerio a favor de las almas desaliñadas, y no como recinto de espejismo e ilusiones. El adecuado reducto kardeciano tiene que estar preparado para abrigar a un contingente cada vez mayor de personas sumergido en el fango de sus propias crisis morales, que yacen en los valles nebulosos de la ignorancia.
Los núcleos espiritas reflejan la índole y conciencia doctrinaria de sus dirigentes. Instituciones que adoptan practicas “doctrinarias” que chocan con los postulados Kardecianos no es una casa genuinamente espirita.
El Espiritismo nos presenta un nuevo orden religioso que necesita ser resguardado. La Codificación es la respuesta archivada de los Espíritus superiores a las cuestiones del hombre afligido en la Tierra, conduciéndolo al encuentro del Creador. Entendemos que protegerla de la arrogancia de los novedosos y de las propuestas vaporosas de los que la desconocen, es obligación de todos nosotros.
Si adoptamos el Espiritismo, por ideal cristiano, no podemos negarle fidelidad. El espolio de la tolerancia no puede actuar por la omisión ante injertos anormales y métodos irregulares que seres incautos planean infligir, sobre todo en las sinuosidades del Movimiento Espirita.
No estamos disertando sobre la defensa intransigente de los postulados espiritas, y ni proponiendo rígida igualdad de metodologías, sin la debida consideración a los grados distintos de evolución en que maduran las personas.
Sería contraproducente enredarnos por los atajos de los extremismos injustificables. Es obvio que no podemos transformar la defensa de la fidelidad doctrinaria en uniformización estanque de ejercicios que pueden bloquear la creatividad natural, ante el libre albedrio de cada cual. Aunque rebatamos actitudes extremas, no podemos abrir la mano de la prudencia preceptuada por la pureza de los postulados espiritas. No hesitemos, pues, cuando la situación se imponga, y estemos alerta sobre la fidelidad que debemos a Jesús y a Kardec. Es importante no olvidemos que en los sutiles consentimientos vamos des caracterizando la programación del Consolador Prometido.
Es imprescindible conservar el Espiritismo según lo heredamos del Codificador, conservando el fulgor de sus conceptos, la claridad de sus contenidos, no consintiendo que se le alije ideas nocivas, que solamente irán a embarazar a los ingenuos y a los pocos informados de sus lecciones.
En el Espiritismo, Cristo despunta como sublime y magnánimo conductor de corazones y el evangelio brilla como el Sol para iluminar a todas las conciencias. Recordemos que Kardec transmitió a la humanidad el mejor de todos embalajes (fidelidad doctrinaria) al grandioso presente que es la Doctrina de los espíritus, y todos aquellos que tienen como base el aliciente del amor pueden, hasta, coexistir con cualquier obra o filosofía, que permanecerán blindados contra los agentes de las influencias inquietantes.
Jorge Hessen
http://jorgehessen.net/blog
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