Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
Nos sentimos avergonzados cuando usamos la palabra "doctor" antes del nombre de un médico o un abogado, sobre todo por ser un espiritualista. Enjuiciamos que el término “doctor” es una hierba dañina inflexible que refleja mucho en un Brasil paleto. Nuestro rechazo al extemporáneo “doctor” es un acto consciente. Día vendrá (¡quiera Dios, cuanto antes) en que los filólogos y buenos direccionistas definirán la palabra “doctor” como “un arcaísmo usado en el pasado por los subordinados (pobres) para acercarse a los más presuntuosos (ricos), a fin de limitar la dominación especialmente de médicos y abogados, entretanto, con la abolición de la desigualdad socio económica y la conquista de los derechos de ciudadanía, esa definición se desmorono en desuso”.
La tradición impuso el término “doctor” en nuestra sociedad como una manera de abordar a los superiores en la división socio económico. El “doctor” no se instituyo en nuestro idioma como una expresión inocente, sin embargo si como un abismo, al propagar en el lenguaje una diferencia vivida en la realidad del día a día que debería habernos avergonzado a partir del siglo XIX.
Los causídicos de hecho defienden al “Dr.” porque estaría en una licencia regia en la que D Mari Portugal, evaluó como "la loca", habría concedido el título de “doctor” a los abogados. Más tarde, en 1827, el “Dr.” había sido garantizado a los licenciados en derecho por un decreto de Pedro I, al instituir los primeros cursos de Ciencias Jurídicas y Sociales en Brasil. Ora, supuestamente el decreto imperial no fue “derogado”, por lo tanto ser "doctor" sería parte del "derecho" de los abogados (sorprendentemente, incluso con la inauguración de la República!).
¡Ah! En Brasil se corta esquinas en todo y el título de "doctor" fue "espontáneamente” extendido para los médicos en décadas posteriores (¡créanlo!). En el caso de los médicos, la contemporaneidad y la insistencia del título de “doctor” deben ser cubiertos en el contexto de una sociedad Enferma, en la que la gente decide sobre las principales consecuencias para su chequeo o sus patologías. De ordinario el “doctor” médico o “doctor” abogado (promotor, procurador, delegado) tiene algo en común: el imperio sobre los individuos. Uno por la ley, el otro por la medicina, ellos normalizan la vida de todos los otros.
Etimológicamente, el vocablo “doctor” procede el verbo latino “docere” (“enseñar”). Significa, pues “maestro”, “preceptor” , “el que enseña”. De la misma familia es la palabra “docto” que significa “instruido”, “sabio”. (1) Infelizmente, la mayoría de los “doctores” abogados estimulan y hasta exigen el titulo en el día a día, aun mismo que no sean doctores.
DOCTORES (con mayúsculas) solamente son los hayan defendido una tesis ante una banca de notables. Y dígase que los auténticos DOCTORES (con mayúsculas) en general, casi siempre ninguno de ellos son llamado Doctor en la vida cotidiana, sea en la sala de aula, sea en la calle.
Por esas razones no podemos concordar con líderes espiritas que hacen cuestión de mantener en sus nombres la sigla “doctor” y se vanaglorian de ese pronombre de tratamiento (2) en los eventos que participan en nombre de Cristo. Como dijimos antes el empleo ultrapasado de “doctor” es común entre los pobres, los que no tienen instrucción que asocian la palabra a un status social o a un nivel de autoridad superior al suyo. Estratificaciones sociales que no son coherentes con el Evangelio.
Mientras hayan lideres espiritas que no se reconozcan como individuos comunes y crean merecer el tratamiento ceremonioso, sometido a las formalidades de los protocolos sociales, con cuidadosa discriminación en varios grados de suficiencia y propiedad, indiscutiblemente reflejará la prueba de su “potencial doctrinario” y “superioridad moral”, incentivando el comportamiento destorcido de las propuestas cristianas.
Es bastante conocida la influencia que los adinerados desempeñan en los diferentes dominios de la sociedad y, también en el movimiento espirita. Fragmentos de los poderosos acabaran asumiendo puestos de autoridad en las federaciones y centros espiritas. Y como idolatran a los prestigios sociales, los títulos y sentarse en los principales espacios de los eventos y desfile del aumento de la vanidad pasa a ser apenas un espejo adecuado a ese anti espiritismo bien en boga hoy en día donde la ganga publica de “caricias” es solamente el barniz de la molestia moral de aquellos que tienen las riendas del movimiento espiritista.
Los expositores “doctores” no deberían olvidar que Chico Xavier, Ivonne Pereira, Zilda Gama, Federico Junior, tanto como en el pasado León DENIS, no podrían participar de esos congresos pagados conducidos por la importancia de los títulos académicos, bajo pena de sentirse des-ambientados y constreñidos, por nunca poseído una titulación conferida por las universidades del mundo. Esto por no citar al propio Cristo, que no paso de la condición de modesto carpintero.
Por más respetables que sean los títulos académicos que tengamos, no hesitemos en confundir a la multitud para aprender a vivir, con ella, el gran mensaje. No es admisible proseguir escuchando expositores espiritas, aplaudidos por el tratamiento de doctores, realizar pre elecciones jactanciosas de prosperidad mientras la humanidad se mantiene en la penuria de la ignorancia de las letras.
Jorge Hessen
http://jorgehessen.net/blog
Nenhum comentário:
Postar um comentário