A LUZ NA MENTE

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segunda-feira, 15 de outubro de 2012

COMIENZO DEL FIN DEL MUNDO ¿QUÉ MUNDO?...

Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com


Cara a la actual saturación mística sobre el “calendario 2012”, cierne la obstinación nostradâmica lanzando predicciones absurdas. Cada facción con su cortejo de iludidos van estableciendo su agenda. Fechas son repetidamente  fijadas, o  pospuesta,  porque los adivinos no cubren la fragmentación del tiempo en milenios, siglos, años, días, horas, minutos, etc. es apenas una convención humana, fruto de la observación secular de los fenómenos naturales.
La cuenta del tiempo nació como un flujo lineal, especialmente con el Renacimiento. De Leonardo da Vinci a Einstein,  se observó en la estructuración de la percepción del tiempo  venir (llegar a ser). Desde eras pitagóricas al periodo cartesiano, nos hallamos actualmente ante la desconstrucción del tiempo clásico. La relatividad einstaniana instituyo una innovación en la percepción temporal. El momento cuántico sobrepujó la cadencia de Newton y la percepción del tiempo (si lo entendemos) debe ser (re) significado. Subliminarmente, algunos  permanecen asombrados con el pasaje del tiempo, olvidándose de que nuestro recuento cronológico es totalmente arbitrario. Las Leyes naturales no son arrancadas  cara a la manera de cómo dividimos  y contamos el tiempo.
Las creencias antiguas han sido entronizadas. El zoroastrismo, por ejemplo, viene influenciando hace milenios el pensamiento judaico-cristiano, notadamente en cuanto a la escatología y al tiempo linear del mundo.  Por cuenta de esas creencias, una infinidad de sectas  tienen regimentadas personas de fecunda imaginación, sobre todo vendiendo la idea de que la "Era de Acuarios" está aproximándose, y que habrá transformaciones definitivas en el planeta.   Se anuncia la fusión del casquete de hielo polar, irrupciones de maremotos, terremotos, tornados, tsunamis, erupciones volcánicas.
Se cree hasta que a partir del 2014 un asteroide colisionará con la Tierra y acarreará una gran destrucción, y luego después los hombres estarán aptos para vivencias la “Nueva era”, en “paz”. (¡?...)
Se destaca el mote de “transición planetaria” predicándose sobre hipotético “cinturón de fotones” (1)  orbitando las Pléyades (2)  y de la acreditada orbita del sistema solar alrededor de la estrella Arcione. De acuerdo con la corriente “New age” , la Tierra pasará por ese “cinturón de fotones”, lo que derivará  o en la elevación moral de la humanidad, o en el fin del Planeta. Esa superstición es rebatida por David Morrison,  que atesta ser mística  y nada tener que ver con la ciencia.  “Además el concepto de un cinturón de fotones en órbita  es un absurdo.  Los fotones son luces y ellos se mueven en líneas casi rectas,  y no orbitando en torno a cualquier cosa, muchos menos en torno al aglomera miento de estrellas Pléyades.”(3
En la década de los 90, “peritos” y estudiosos de las centurias de Nuestra Damus también afirmaban el exterminio del Planeta  para septiembre de 1999. No obstante la alarma de los  adivinos  milenaristas, la Tierra no desapareció  del mapa sideral. La idea de que habría una muerta planetaria es un mito  que está  presente  en casi todas las civilizaciones. Para el historiador George Duby, hay mucha similitud entre los miedos del hombre medieval y los de él hombre contemporáneo.  ¡Es verdad!  El mundo cambio mucho en materia de hábitos, costumbres,  tecnología y ciencia, más la realidad social  y anímica del individuo y de la sociedad de hoy no difiere mucho del cuadro que existía en el siglo XI.
Se evoca la ideología milenarista bastante enraizada en la cultura cristiana. Los historiadores  cognominan los fenómenos sociales advenidos, sobre todo  a través   del movimiento activista medieval aparecido en el siglo XII, bajo el auspicio intelectual Gioachino de Fiore, un abad cisterciense   y filosofo místico. A partir  de una explicación personalísima de las Escrituras, donde Fiore imaginaba   que por un periodo de mil años  habría paz y prosperidad en la Tierra, bajo la tutela de Cristo.  Entretanto, ese milenio sería antecedido por tragedias, hambre, molestias, guerras y cataclismos. Enseguida surgiría la tranquilidad      de mil años, antes del “Juicio Final” del categórico triunfo de las fuerzas  del bien sobre las fuerzas del mal, en un inacabable flujo y reflujo de acontecimientos.
Aunque el juego milenarista del temor del final de los tiempos verso esperanzas en un mundo mejor  permanezca en la imaginación de muchos desde el inicio de la cultura judaico cristiana, existen épocas en las que el pánico se acentúa de modo casi obsesivo, galvanizando colosales parcelas de la población. Paradojamente o no, esquivándonos de los últimos  escatológicos (milenarista o equivalente), distinguimos actualmente la experiencia de agudas transformaciones planetarias.  Todavía, también distinguimos que el planeta estuvo sucesivamente en proceso de transición, hasta porque forma parte de su historia.
No hay como no admitir que el Orbe atraviesa algunos episodios siniestros como crepúsculos, prenunciando tensas noches. Emmanuel avisó que “el siglo XX le competería la misión del deshecho de los acontecimientos espantosos (…) efectuaría la división de las ovejas del gran rebaño y una tempestad de amarguras barrería toda la Tierra. Después de las tinieblas surgiría una nueva aurora. Luces consoladoras envolverían todo el orbe regenerado en  el  bautismo del sufrimiento.” (4) En realidad, y no escapando de la linealidad del tiempo,  percibimos que el siglo pasado fue el más sanguinolento de toda  la historia humana.
Tal vez, Dios tenga ya marcado con el dedo a aquellos cuya devoción es apenas aparente, con el fin de que no usurpen el salario de los servidores animosos, pues a los que no renuncien ante sus tareas es a los que El va a confiar los puestos más difíciles en la gran obra de la regeneración”. (5) ¡Sí! El hombre espiritual estará unido al hombre físico para su marcha gloriosa  en el Ilimitado, y el   Espiritismo habrá retirado de sus escombros materiales al lama divina de las religiones, que los hombres  pervirtieron, ligándolas en el abrazo acogedor del Cristianismo restaurado. Para ese desiderato, la Humanidad necesitará de decididas innovaciones religiosas, porque la lección de Cristo aun no fue comprendida.”(6)
Dios advierte  por medio de flagelos destructores para que avancemos más deprisa.  Así, “los flagelos son necesarios para que  más pronto se dé el advenimiento de un mejor orden de cosas y para que se realice en algunos años lo que habría exigido muchos siglos. “ (7). Asegura el Codificador que el espiritismo será la doctrina más apta para desempeñar el papel de fecundador del proceso de regeneración de la humanidad. Recordemos que la práctica de los códigos evangélicos es y siempre será la condición intransferible  que determinará la gran transformación social, política y económica del porvenir. En esa pista, que aun podrá perdurar  algunos siglos, habrá de ser el final del “mundo viejo”, de ese mundo gobernado por la colosal ambición, por la corrupción, por el exterminio de las normas éticas  por la arrogancia, por el egoísmo y por la falta de fe.
Jorge Hessen
http://jorgehessen.net/blog



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