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terça-feira, 19 de junho de 2012

LA CONEXIÓN CON LA TELEVISIÓN - VIOLENCIA- COMPORTAMIENTO ES PREOCUPANTE


Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com


La violencia de todos  los matices contamina las conquistas sociológicas de este siglo. Irrumpe en todos los niveles de la sociedad, manifestándose en múltiples magnitudes. Leímos un periódico, una revista; asistimos  a la televisión y la bestialidad es obstinadamente difundida, sea por los noticiarios, por los documentales; sea por los filmes (inclusive de diseños (infantiles), por los programas de auditorio cada vez más oscuros  de valores éticos.
¿Por cuánto tiempo tendremos que convivir con los degradantes programas de la televisión en la patria del Evangelio?  Se trata de “shows” profanan los principios fundamentales de la moral y de la ética. Hay programas televisivos brasileños que están siendo vetados por los telespectadores europeos a través de marchas  contra las licenciosas aberraciones que se cometen en las programaciones importadas de estas plagas del Cruzeiro del Sur.
Es imperioso que haya, en Brasil, un movimiento de concienciación popular robusto, con el fin de que ocurra una alteración en la legislación, para que sea desarrollado, en el País, el culto de los valores morales elevados vinculados por las  emisoras de la TV. Una movilización popular será necesaria y justa, pues son nuestros hijos los que están siendo influenciados por las programaciones promiscuas que vienen corrompiendo a la familia brasileña.
Actualmente, es claro, que el conflicto fundamental no es más, únicamente, el conflicto de clases. Hay conflictos de género, étnicos, religiosos, regionales, por afirmación de identidad sexual etc. ¿Qué  principio filosófico será capaz de dar cuenta de la relación entre los agentes de socialización – desenvolvimiento de opinión pública, de ethos (1) y de sociabilidad – y cuál es la importancia de los medios de comunicación, particularmente de la prensa televisiva, en ese proceso de armonización social?
De los estudios realizados por el Banco Interamericano de Desenvolvimento (BID),  en 2009, mostraron que las telenovelas presentadas en los últimos 40 años vienen moldando a las familias en aspectos como en número de hijos y divorcios. Las telenovelas producidas en el país no están exclusivamente influenciando y acarreando polémicas en Brasil. Especialistas afirman que en Angola, en África, por ejemplo, las novelas son los programas  de mayor acceso. El comercio igualmente es influenciado, desviando centenas de comerciantes  informales angolanos a atravesar el Atlántico y desembarcar en S. Paulo procurando productos  para (re) venta  en su país. Para las personas de Angola, las novelas brasileñas son referencia sobre lo que han de vestir.
Dicen los especialistas que estamos en la “era de la  locura” , de estar solo y de las adhesiones frágiles, lo que facilita la violencia. El alcance del producto televisivo, en particular  de las teledramaturgias (las notorias telenovelas), en los juicios y deseos de los brasileños, suscita obstáculos, supersticiones, supresiones y anuencias, que, más allá de repercusiones particulares, acarrean secuelas  sociales a nivel mundial.
Como si no bastase, la prensa televisiva se tornó una de las principales instituciones de influencia sobre la formación cultural de niños y jóvenes. Estudios realizados  por la Universidad Federal de Río Grande  del Sur  demuestra que la exhibición de violencia  en la TV tiene efectos inequívocos. Hay correlaciones  concretas entre la frecuente exposición  de la violencia exhibida en la Televisión y el comportamiento agresivo del telespectador. Las pesquisas comprueban que en los Estados Unidos después de la entrada de la televisión  en los hogares, en la década de los 40, la tasa de homicidios aumento un 93%.
La televisión ocupa un lugar central en el desvío de las instrucciones que el niño ha tomado. Para evitar que lloren y estorben muchos padres permiten a los hijos permanecer  más tiempo frente a la televisión que lo preconizado. Por más que el hijo solo asista a programas “infantiles”, los niños menores de cinco años deberían ver la televisión lo máximo dos horas por día. La recomendación es de la Academia Americana de Pediatría (AAP). Los programas invaden las casas, afectan los oídos, los ojos, modifican las opiniones de las  personas, establecen campañas, descomponen comportamientos. ¿Ante ese dilema fue preguntado a Chico Xavier como era analizado  este trabajo de los medios de comunicación por el Mundo espiritual?  
El médium de Uberaba respondió: “En Inglaterra hay una ley que consideramos de mucha importancia. La propia prensa, a través de la cúpula formada por los hombres  de responsabilidad que la representan, decidió formar una asociación de censura , de todo lo que hubiese de ser lanzado al publico por los más nuevos, por los periodistas, por loa de la radio, por todos aquellos que estuviesen  comenzando  la tarea de comunicarse con el público. En Brasil,  mi opinión personal, sin cualquier  crítica, más absolutamente sin cualquier crítica, yo creo que los excesos en la televisión, en los periódicos y en las revistas son  una forma de falsear los sentimientos y pensamientos de mucha gente.” (2)
Somos influenciados a partir del bombardeo informativo detonado por los programas televisivos. Hay una especie de efecto acumulativo, esto es, una exposición exagerada a la violencia mediática que podrá desenvolver un cierto temor y una especie de complejo de víctima. Cuanta más violencia vemos en la televisión, más fácilmente aceptamos la idea de que el comportamiento agresivo es una cosa normal.
Aunque algunos afirmen que los efectos de la televisión no interfieren en el comportamiento, o sea sus efectos son más discretos de lo que se imagina,  no concordamos con eso. ¡Afirman que la violencia que la televisión transmite, no es inventada por las emisoras, pues siempre existieron pandillas, traficación, prostitución, asesinatos, antes aun mismas de existir la TV, vociferan los académicos “liberarles”! entretanto entronizar los desechos de la sociedad en una guerra demencial, nos lleva a reflexionar sobre la tesis de la regulación de las programaciones, con el fin de disminuir la exposición de las personas, sobretodo de los niños, a los escombros de la violencia que la televisión transmite.
La guerra por la audiencia, como todo duelo, es demente, es irracional. Y en la pugna por la audiencia, como en toda batalla, las principales víctimas  son los niños. En una sociedad de mercado, todo es tratado como mercadería.  Inclusive la infancia. Aunque sea una cuestión bastante discutida, no hay como tapar el sol con un colador, no podemos desconsiderar la nefasta influencia de la televisión en la formación de los niños, tanto en la erotización precoz, como en la anticipación de la social imaginación. hoy eso puede ser considerado una profunda forma de violencia.
Es obvio que el control es un buen método, siempre a partir de la discusión popular posibilitando determinar programas  a ser privilegiados  o no en la vinculación. Una regulación (sin la característica de censura), aunque de un control dramático por parte del telespectador sobre las programaciones que serán exhibidas.
¡La relación televisión – violencia – comportamiento es lógico que existe! No obstante sea una relación extremadamente compleja  y no confinante. No hay como dejar  de relacionar la violencia para el conjunto de la población y explicar el aumento de la violencia responsabilizando, en gran monta, a los medios de comunicación en especial a la TV: según algunos especialistas, la televisión suaviza el cuerpo y anestesia el espíritu. ante la televisión, el telespectador permanece, físicamente, inerme, como un androide. De sus sentidos, trabajan, solamente, la visión y la audición, más de una forma, absolutamente parcial.
Es evidente que quien estudia el Espiritismo y practica sus preceptos se ve mejor instrumentalizado  para la vida en sociedad, en estos atribulados tiempos, encontrando conceptos lógicos y racionales para el entendimiento de la vida en una visión cristiana de la misma. En nombre de una pretendida ruptura con la antigua base educacional, modelada en los principios de la austeridad, no podemos abrazar el comodismo en la tarea disciplinaria de los hijos, por pereza, o porque no adquirimos las bases necesaria para la tarea. Cara a eso, no podemos permitir que nuestros frágiles rebentos sean marionetas  de los procesos de (de) educación alienante de la prensa televisiva.
El niño es un adulto que está  en una fantasía transitoria, conforme afirmaba, siempre, Chico Xavier. El adolescente, en sus 14 y 15 años,  no tiene, aun, el perfecto discernimiento para tomar opciones en cuanto al camino que le cabe trillar; es, generalmente, muy inestable, lo que es natural. Por esa razón los programas de la televisión han de ser seleccionados por los padres espiritas, especialmente aquellos que contienen escenas degradantes  en los filmes, en las novelas y  en los programas de auditorio de calidad dudosa en los horarios impropios para ellos.

Jorge Hessen

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