Traducido por Merchita
Madri/Espanha
merchitacruz@gmail.com
La violencia
de todos los matices contamina las
conquistas sociológicas de este siglo. Irrumpe en todos los niveles de la
sociedad, manifestándose en múltiples magnitudes. Leímos un periódico, una
revista; asistimos a la televisión y la
bestialidad es obstinadamente difundida, sea por los noticiarios, por los
documentales; sea por los filmes (inclusive de diseños (infantiles), por los
programas de auditorio cada vez más oscuros
de valores éticos.
¿Por cuánto
tiempo tendremos que convivir con los degradantes programas de la televisión en
la patria del Evangelio? Se trata de
“shows” profanan los principios fundamentales de la moral y de la ética. Hay
programas televisivos brasileños que están siendo vetados por los telespectadores
europeos a través de marchas contra las
licenciosas aberraciones que se cometen en las programaciones importadas de
estas plagas del Cruzeiro del Sur.
Es imperioso
que haya, en Brasil, un movimiento de concienciación popular robusto, con el
fin de que ocurra una alteración en la legislación, para que sea desarrollado,
en el País, el culto de los valores morales elevados vinculados por las emisoras de la TV. Una movilización popular
será necesaria y justa, pues son nuestros hijos los que están siendo
influenciados por las programaciones promiscuas que vienen corrompiendo a la
familia brasileña.
Actualmente,
es claro, que el conflicto fundamental no es más, únicamente, el conflicto de
clases. Hay conflictos de género, étnicos, religiosos, regionales, por
afirmación de identidad sexual etc. ¿Qué
principio filosófico será capaz de dar cuenta de la relación entre los
agentes de socialización – desenvolvimiento de opinión pública, de ethos (1) y
de sociabilidad – y cuál es la importancia de los medios de comunicación,
particularmente de la prensa televisiva, en ese proceso de armonización social?
De los
estudios realizados por el Banco Interamericano de Desenvolvimento (BID), en 2009, mostraron que las telenovelas
presentadas en los últimos 40 años vienen moldando a las familias en aspectos
como en número de hijos y divorcios. Las telenovelas producidas en el país no
están exclusivamente influenciando y acarreando polémicas en Brasil.
Especialistas afirman que en Angola, en África, por ejemplo, las novelas son
los programas de mayor acceso. El
comercio igualmente es influenciado, desviando centenas de comerciantes informales angolanos a atravesar el Atlántico
y desembarcar en S. Paulo procurando productos
para (re) venta en su país. Para
las personas de Angola, las novelas brasileñas son referencia sobre lo que han
de vestir.
Dicen los
especialistas que estamos en la “era de la
locura” , de estar solo y de las adhesiones frágiles, lo que facilita la
violencia. El alcance del producto televisivo, en particular de las teledramaturgias (las notorias
telenovelas), en los juicios y deseos de los brasileños, suscita obstáculos,
supersticiones, supresiones y anuencias, que, más allá de repercusiones
particulares, acarrean secuelas sociales
a nivel mundial.
Como si no
bastase, la prensa televisiva se tornó una de las principales instituciones de
influencia sobre la formación cultural de niños y jóvenes. Estudios
realizados por la Universidad Federal de
Río Grande del Sur demuestra que la exhibición de violencia en la TV tiene efectos inequívocos. Hay
correlaciones concretas entre la
frecuente exposición de la violencia
exhibida en la Televisión y el comportamiento agresivo del telespectador. Las
pesquisas comprueban que en los Estados Unidos después de la entrada de la
televisión en los hogares, en la década
de los 40, la tasa de homicidios aumento un 93%.
La televisión
ocupa un lugar central en el desvío de las instrucciones que el niño ha tomado.
Para evitar que lloren y estorben muchos padres permiten a los hijos
permanecer más tiempo frente a la
televisión que lo preconizado. Por más que el hijo solo asista a programas
“infantiles”, los niños menores de cinco años deberían ver la televisión lo
máximo dos horas por día. La recomendación es de la Academia Americana de
Pediatría (AAP). Los programas invaden las casas, afectan los oídos, los ojos,
modifican las opiniones de las personas,
establecen campañas, descomponen comportamientos. ¿Ante ese dilema fue
preguntado a Chico Xavier como era analizado
este trabajo de los medios de comunicación por el Mundo espiritual?
El médium de
Uberaba respondió: “En Inglaterra hay una ley que consideramos de mucha
importancia. La propia prensa, a través de la cúpula formada por los
hombres de responsabilidad que la
representan, decidió formar una asociación de censura , de todo lo que hubiese
de ser lanzado al publico por los más nuevos, por los periodistas, por loa de
la radio, por todos aquellos que estuviesen
comenzando la tarea de
comunicarse con el público. En Brasil,
mi opinión personal, sin cualquier
crítica, más absolutamente sin cualquier crítica, yo creo que los
excesos en la televisión, en los periódicos y en las revistas son una forma de falsear los sentimientos y
pensamientos de mucha gente.” (2)
Somos
influenciados a partir del bombardeo informativo detonado por los programas
televisivos. Hay una especie de efecto acumulativo, esto es, una exposición
exagerada a la violencia mediática que podrá desenvolver un cierto temor y una
especie de complejo de víctima. Cuanta más violencia vemos en la televisión,
más fácilmente aceptamos la idea de que el comportamiento agresivo es una cosa
normal.
Aunque algunos
afirmen que los efectos de la televisión no interfieren en el comportamiento, o
sea sus efectos son más discretos de lo que se imagina, no concordamos con eso. ¡Afirman que la
violencia que la televisión transmite, no es inventada por las emisoras, pues
siempre existieron pandillas, traficación, prostitución, asesinatos, antes aun
mismas de existir la TV, vociferan los académicos “liberarles”! entretanto
entronizar los desechos de la sociedad en una guerra demencial, nos lleva a
reflexionar sobre la tesis de la regulación de las programaciones, con el fin
de disminuir la exposición de las personas, sobretodo de los niños, a los escombros
de la violencia que la televisión transmite.
La guerra por
la audiencia, como todo duelo, es demente, es irracional. Y en la pugna por la
audiencia, como en toda batalla, las principales víctimas son los niños. En una sociedad de mercado,
todo es tratado como mercadería.
Inclusive la infancia. Aunque sea una cuestión bastante discutida, no
hay como tapar el sol con un colador, no podemos desconsiderar la nefasta
influencia de la televisión en la formación de los niños, tanto en la
erotización precoz, como en la anticipación de la social imaginación. hoy eso
puede ser considerado una profunda forma de violencia.
Es obvio que
el control es un buen método, siempre a partir de la discusión popular
posibilitando determinar programas a ser
privilegiados o no en la vinculación.
Una regulación (sin la característica de censura), aunque de un control
dramático por parte del telespectador sobre las programaciones que serán
exhibidas.
¡La relación
televisión – violencia – comportamiento es lógico que existe! No obstante sea
una relación extremadamente compleja y
no confinante. No hay como dejar de
relacionar la violencia para el conjunto de la población y explicar el aumento
de la violencia responsabilizando, en gran monta, a los medios de comunicación
en especial a la TV: según algunos especialistas, la televisión suaviza el
cuerpo y anestesia el espíritu. ante la televisión, el telespectador permanece,
físicamente, inerme, como un androide. De sus sentidos, trabajan, solamente, la
visión y la audición, más de una forma, absolutamente parcial.
Es evidente
que quien estudia el Espiritismo y practica sus preceptos se ve mejor
instrumentalizado para la vida en
sociedad, en estos atribulados tiempos, encontrando conceptos lógicos y
racionales para el entendimiento de la vida en una visión cristiana de la
misma. En nombre de una pretendida ruptura con la antigua base educacional,
modelada en los principios de la austeridad, no podemos abrazar el comodismo en
la tarea disciplinaria de los hijos, por pereza, o porque no adquirimos las
bases necesaria para la tarea. Cara a eso, no podemos permitir que nuestros
frágiles rebentos sean marionetas de los
procesos de (de) educación alienante de la prensa televisiva.
El niño es un
adulto que está en una fantasía
transitoria, conforme afirmaba, siempre, Chico Xavier. El adolescente, en sus
14 y 15 años, no tiene, aun, el perfecto
discernimiento para tomar opciones en cuanto al camino que le cabe trillar; es,
generalmente, muy inestable, lo que es natural. Por esa razón los programas de
la televisión han de ser seleccionados por los padres espiritas, especialmente
aquellos que contienen escenas degradantes
en los filmes, en las novelas y
en los programas de auditorio de calidad dudosa en los horarios
impropios para ellos.
Jorge Hessen
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