El Evangelista
Juan anotó en su magna escritura que Dios es amor. el vidente de Patmos expuso
que el Divino maestro indicó un nuevo mandamiento: “Que nos amasemos unos a los
otros; como El nos amó, pues solamente así
nos reconoceríamos como discípulos de Cristo.” (1) En las instrucciones
de los Benefactores, aprendemos que el
amor y la sabiduría son dos alas que nos
conducen al pináculo de la evolución. Esas alegrías identificadas como desenvolvimiento moral
y avance intelectual; ambas son imperativas para el avance espiritual,
siendo licito, sin embargo, ponderar la
ascendencia del amor sobre la ciencia,
una vez que el componente interactivo
sin el amor puede proporcionar abundante
perspectivas de caída, en la reproducción de las pruebas, mientras que el progreso moral nunca será
demasiado, fortaleciendo la esencia más admirable de las potencias
espirituales.
La presente
generación, amputada de mayores ansias espirituales, intrínsecamente hedonista,
sensual, consumista, confiriendo, a sí misma las más elevadas
adquisiciones de carácter práctico en la
provincia de la razón, produce los más extensos desequilibrios en los cursos
evolutivos del planeta, con su imperdonable alejamiento del amor.
Se dice que el
“amor” es la fuerza más abstracta y,
también, la más poderosa que el mundo posee”
, en consonancia afirmo Mahatma Gandhi, y en esa confianza, el iluminado
de la India
consiguió solo neutralizar el odio a millones de compatricios juzgados
bajo el tacón del imperio británico.
“La naturaleza
dio al hombre la necesidad de amar y de ser amado”. (2) Algunos estudiosos
pragmáticos afirman que el “amor” es la consecuencia de ajustada reacción
química conducida por el cerebro. En los argumentos inconsistentes, los
“especialistas” proponen un auto análisis
de los sentimientos, apenas como resultante de un aglomerado de fuerzas
nerviosas, moviendo células físicas gestionadas por la combinación de
sustancias neurotransmisoras. Obviamente el amor no se traduce en eso.
Hasta porque el
amor no se deja descifrar, repeliendo todo intento de definición. Por eso, la
poesía, campo mítico por excelencia, encuentra, en la metáfora, la traducción
mejor de la pasión, como si esta fuese amor. En ese embrollo, el psiquiatra
William Menninger, de los EUA, verifico: “el amor es un sentimiento que la
gente siente cuando siente que va a sentir un sentimiento que jamás sintió”.
(¡) (3)
Ese vacío
conceptual se debe a la dificultad de la manifestación del amor en la forma de
solidaridad y fraternidad en el mundo contemporáneo. La ampliación de los
centros urbanos cuño la “Era de la
locura”, el síndrome de la multitud
solitaria, de las adhesiones frágiles afectivas. Las personas están lado a
lado, más sus relaciones son de la contigüidad y la desconfianza brutal.
El verdadero
amor es el convite para prohibir el egoísmo. Si la persona está muy centrada en
si, no será capaz de oír la llamada del
prójimo. Es la sublimidad de los buenos
sentimientos dirigidos al otro, sin embargo,
sin que haya limites o condiciones
para que expresemos tales sentimientos de vinculo fraterno; es el abrazo, la
mirada serena, el apretón de mano, las palabras de ánimo y respeto, es los
oídos atentos para oír serenamente; todo eso en función del semejante, con
todo, sin que vengamos a imponer al
prójimo que nos recompense; y, más aun,
que todo ese sentimiento pueda alcanzar
a las personas, no apenas a nuestros consanguíneos, más también a los amigos
próximos y compañeros de jornada humana.
En síntesis,
todo lo que podamos idealizar sobre el amor puede consustanciarse como parcela
de este sentimiento, más el es mucho mayor y más integral, hasta porque el bien querer,
la bondad, la tolerancia, la alegría, la proximidad solo podrán ser un fragmento del amor cuando
no tuvieran lazos en el apego, en la
imperiosa necesidad de permuta, en el egoísmo que exigen siempre condiciones y
reglas.
En suma, el
amor solo será verdadero e incondicional cuando fuera dilatado por todos nosotros, a todas las cosas y a todos los seres que nos
rodean, en esta estupenda experiencia
humana que es la propia vida.
Jorge Hessen
Referências bibliográficas:
(1)
(João:13 vs 34-35)
(2) Kardec, Allan. O Livro dos Espíritos,
Rio de Janeiro: Ed FEB , 2000, questão 938-a
(3) Menninger, William. ABC da
psiquiatria, São Paulo: Editora IBRASA, 1973
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