
Taducido por Merchita
merchitacruz@gmail.com
Thomas Magill, un americano de 22 años, sufrió una caída del 39 piso de un edificio en Nueva York. El cayo sobre un coche estacionado en la calle, su cuerpo atravesó el vidrio trasero y se estampó en el asiento de cuero del Dodge Charger. Magill cayo, más o menos, a una velocidad de 160 kilómetros por hora y sobrevivió.
¿Fue un Milagro?... ¿Fatalidad?.. ¿Acaso?.. ¿Accidente?...
Hay muchos fenómenos naturales que desafían la razón humana y permanecerán en la dimensión de lo invisible en el círculo de la ciencia tradicional por mucho tiempo. ¿Magill será en el episodio que se produjo un cruce de lo espiritual, es decir, habrían los Espíritus neutralizado el efecto de la Ley de Gravedad y disminuido la extensión del impacto sobre el coche? ¿Por qué en varios otros sucesos semejantes no hay ese tipo de supuesta intervención espiritual?
¿Acaso es una palabra vacía de significado y siquiera existe en el diccionario espirita. ¿Un milagro? Para los espiritas, el milagro seria una postergación inconcebible de las leyes eternas fijadas por Dios, obras que son de su voluntad, y seria poco digno de la Suprema Potencia exorbitar de su propia naturaleza y variar en sus decretos. ¿Entonces, habrá fatalidad en los accidentes y, u otros acontecimientos de la vida, conforme el sentido que se da a este vocablo? Quiere decir: ¿que los accidentes y/u acontecimientos diversos son predeterminados? ¿Y el Libre albedrio como quedaría?”. La fatalidad existe únicamente por la elección que el Espíritu hizo al encarnar, de esta o aquella prueba que ha de sufrir. Y, más aun, “fatalidad”, en el verdadero sentido de la palabra, solo los es el instante de la muerte, según el Espiritismo.
¿Así, cualquiera que sea el peligro que nos amenace, si el instante de la muerte aun no nos llegó, no moriremos? Según los espíritus: no desencarnaremos y sobre eso tenemos muchos ejemplos. De hecho, en todas las épocas muchas criaturas han salido ilesas de las más extremadas situaciones de peligro. Por otro lado, sin embargo, habrá quien pregunte: ¿Más, con qué finalidad pasan ciertas personas por tales peligros que ninguna consecuencia grave les causan? En la cuestión 855 del Libro de los Espíritus. el asunto es mejor explicado por los Espíritus “Si escapas de ese peligro, cuando aun bajo la impresión del riesgo que corriste, tienes en mente, más o menos seriamente, el mejorar, conforme sea más o menos fuerte sobre tila influencia de los buenos Espíritus”.
El tema y el estudio sobre la fatalidad tienen múltiples facetas. Deben ser considerados bajo diversos ángulos. La fatalidad existe únicamente por la elección que hacemos, al encarnar, de esta o aquella forma para sufrir. Eligiéndola, instituimos para nosotros una especie de destino, que es la consecuencia misma de la posición donde nos encontraremos colocado. Si estamos cumpliendo, nuestro libre albedrio, la programación reencarnatorio, no tenemos, pues, que ser visitados por la fatalidad. Por eso, creemos que no hay libre albedrio, ni determinismos absolutos, en la encarnación, más si libertad condicionada.
Por lo tanto, la doctrina de los espíritus, con sede en El Libro de los Espíritus, no respalda la idea de la fatalidad, mereciendo por eso lectura y reflexión. ¿Entonces, cual es la finalidad de esos accidentes que causan tanto espanto? Como la Justicia Divina puede ser percibida en esas situaciones extremas? ¿Por qué alguna personas escapan, y otras no, de caídas, por ejemplo, como vimos antes, al principio del escrito? Recordando que la fatalidad, destino, azar, suerte son palabras siempre citadas en situaciones como esa.
La fatalidad física, el momento de la muerte vendrá naturalmente, en el tiempo y en la manera pre establecida, a no ser que lo precipitemos, por el uso de nuestro libre albedrio a través del suicidio, por ejemplo. Instante es un momento, una fracción de tiempo indefinido, más o menos dúctil, diferente de ahora, minuto y segundo de la muerte. Es evidente que Dios todo provee, más los acontecimientos no están acondicionados a eso; Dios previó nuestras acciones, pero no actuamos porque Dios había previsto, más si porque utilizamos nuestro libre albedrio de esta o aquella manera y El tenia conciencia de esa manera de actuar nuestra.
¡Ahora! Si usamos bebidas alcohólicas y conducimos un vehículo a 150 Km/h, o atravesamos una avenida de intenso flujo de automóviles, con los ojos cerrados, por ejemplo, estamos exponiéndonos y sujetándonos a la “fatalidad”, más antes de nuestro procedimiento erróneo, utilizamos nuestro libre albedrio.
¿Que tiene que ver estas reflexiones con el caso del americano que cayó del 39º piso de un edificio en Manhattan, Nueva York? ¡Bien! Bajo el punto de vista, y por lo expuesto, creemos que la espiritualidad superior no tiene cualquier compromiso con la fatalidad, pudiendo alterar las programaciones reencarnatorios de acuerdo con el merecimiento del reencarnado; para tal, sobre el prisma espiritual, la fatalidad no es fatal, pudiendo ser modificada, ya que es posible renovar nuestro destino todos los días y no dudemos de eso.
Jorge Hessen
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