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terça-feira, 29 de setembro de 2009

FATALIDAD Y DESTINO, UNA LIGERA REFLEXIÓN SOBRE LA LEY DE CAUSA Y EFECTO (29.07.07) ..... .....



Traducido por: Merchita

En la vida humana, todo tiene una razón de ser, nada ocurre por acaso, aun mismo cuando las situaciones se nos figuran trágicas. El recién accidente aéreo, ocurrido con el Airbus de la TAM, que se choco contra un edificio de la empresa, al lado del Aeropuerto Congonhas, en la zona sur de San Pablo, el día 17 de julio del 2007, nos parece un evidente episodio de rescate colectivo.

Muchos de esos ajustes de cuentas son demostrados por los Espíritus, en diversas obras de la literatura espirita. André Luiz narra un desastre aéreo, en que el piloto, confuso por el densa oscuridad, no pudo evitar el choque de la gran aeronave, estrellándose contra la montaña. En este caso, un instructor espiritual comenta que “las victimas ciertamente cometieron faltas en otras épocas, tirando hermanos indefensos desde la parte superior de torres altísimas para que sus cuerpos se esparciesen en el suelo; suicidas que se lanzaron desde altos picos o edificios, que por entonces solo encontraron recursos en tan angustiante episodio para transformar la propia situación”. (1)

¿En cuanto a los parientes más próximos de las victimas, como situarlos en el contexto de los hechos? Por la lógica de la vida, ellos (los parientes, sobretodo los padres), muchas veces, fueron cómplices de delitos lamentables en el pasado, y, por eso, necesitan pasar por esas penas, entronizándose, aquí, la idea de que el acaso no existe en la concepción espirita.

¿Cómo entender la magnanimidad de la Bondad de Dios y la enseñanza de Cristo, ante las muertes colectivas, ocurridas en 1961, en aquel patético incendio del “Gran Circo Norteamericano”, en Niteroi? ¿Cómo comprender los fallecimientos registrados en el terremoto que padeció la ciudad histórica de BAM, en Ira, en el final del 2003? ¿Cómo explicar el accidente con el Boeing de Flash Airlines, que ocurrió en Egipto, provocando la muerte de 148 personas que estaban a bordo de aquella aeronave, el 3 de enero del 2004? ¿Cuál es el significado de los que fueron tragados por el agua del Tsunami, tragedia, cuyas dimensiones dejaron al mundo consternado? ¿Qué pensar, aun, sobre el naufragio del Titanic transatlántico que transportaba cerca de 2200 personas? ¿Qué decir de las casi 3000 victimas provenientes de las Torres Gemelas de World Trade Center, en Nova York el 11 de septiembre del 2001? ¿Cómo interpretar esos destinos?

Para las tragedias colectivas, solamente el Espiritismo tiene respuestas lógicas, profundas y claras, que explican, esclarecen y, por vía de consecuencia, consuelan los corazones humanos, delante de los resabios amargos de esas situaciones. El hecho es que nosotros creamos la culpa, y nosotros mismos formateamos los procesos para extinguir los efectos. Ante las situaciones trágicas de la Tierra, el ser humano adquiere experiencia y más energía iluminativas en el cerebro y en el corazón, para defenderse y valorizar cada instante de su vida. Con las verdades reveladas por el Espiritismo, se comprende, hoy, la justicia de las pruebas, entendiéndolas como siendo una amortización de debitos de vidas progresivas. Autores espirituales explican, al respecto del asunto, que individuos envueltos en crímenes violentos, en el pasado, y, también, en el presente, la ley los trae de vuelta, por haber descuidado de la ética evangélica. Retornan y se agrupan en determinado tiempo y local, sufriendo muertes accidentales de variada naturaleza, inclusive en las calamidades naturales. Así, antes de reencarnarnos, bajo el peso de debitos colectivos, somos informados, en el más allá del túmulo, de los riesgos a los que estamos sujetos, de las formas por las cuales podemos quitar la vida, sin embargo, el hecho, por si solo, no es determinado, hasta, porque, dependen de varias circunstancias en nuestras vidas y su consumación, una vez que la ley kármica admite flexibilidad, cuando el amor rige la vida y “el amor cubre multitud de pecados.” (2)

Nuestros registros históricos por las vías reencarnatorias, muchas veces acusan nuestro envolvimiento en tristes episodios, en los cuales causamos dolor y sufrimiento a nuestro prójimo. Muchas veces, en nombre de Cristo, atizamos fuego a las personas, en los campos, en las embarcaciones y en las ciudades, en un proceso ciego de persecución a los “traidores”. Con el tiempo, ante los azotes de la conciencia, deparándonos en el remordimiento, rogamos el retorno a la Tierra por el renacimiento físico, con previa programación, para la desencarnación colectiva, en dolorosas experiencias de incendios, ahogamientos y otras situaciones traumáticas para aliviar el tormento que nos comprime la mente.

Al reencarnar, atraídos por la fuerza magnética (sintonía vibratoria), consecuencia de los crímenes practicados colectivamente, nos reunimos circunstancialmente y, por medio de situaciones drásticas, recogemos el mismo mal que perpetramos con nuestras victimas indefensas de antaño. Por tanto, las faltas colectivamente cometidas por las personas (que retornas a la vida física) son expiadas solidariamente, en razón de los vínculos espirituales entre ellas existentes. De este modo, explica Emmanuel:” en la prueba colectiva se verifica la convocación de los Espíritus encarnados, participantes del mismo debito, con referencia al pasado delictuoso y oscuro. El mecanismo de la justicia, en la ley de las compensaciones, funciona entonces espontáneamente, a través de las propuestas de Cristo, que convocan las comparsas en la deuda del pretérito para los rescates en común, razón por la que, muchas veces, intituláis – doloroso acaso- a las circunstancias que reúnen a las criaturas más dispares en el mismo accidente, que le ocasiona la muerte del cuerpo físico o las más variadas mutilaciones, en el cuadro de sus compromisos individuales.” (3)

¿Sin embargo muchos accidentes nos conmueven profundamente, seria las tragedias suficientes para rescatar los crímenes crueles practicados en el pasado remoto? Estamos convencidos de que no, muy en cambio esas situaciones – como esa que vivimos el día 17 de julio del 2007 – nos llevan a cuestionar, como, por ejemplo: ¿Por qué esos acontecimientos funestos despiertan tanta compasión? ¿Seria una fatalidad? ¿Cosa del destino? ¿Qué conceptos están en los diseños significativos de esas palabras?

Para el espirita “fatal, en el verdadero sentido de la palabra, solo el instante de la muerte” (4) pues, como dijeron los espíritus a Kardec: “cuando es llegado el tiempo del retorno para el Plano Espiritual, nada “te librará” y frecuentemente el Espíritu también sabe el genero de muerte por el que partirá de la Tierra”, “pues eso le fue revelado cuando hizo la elección de esta o aquella existencia”. (5) Más, aun: “Gracias a la Ley de Acción y Reacción y el Libre Albedrío, el hombre puede evitar acontecimientos que deberían realizarse como también permitir otros que no estaban previstos”. (6) La fatalidad solo existe como algo temporal, frente a nuestra condición de inmortales, con la finalidad de “retomar el rumbo”. Fatalidad es destino inflexible no se condenan con los preceptos Kardeciano. Quien cree ser “victima de la fatalidad”, culpa solamente al mundo exterior por sus errores y se rehúsa admitir la conexión que existe entre ellos.

El hombre común, en sus intereses mezquinos, no considera el dolor sino como un rescate y pagamiento, desconociendo el gozo de padecer por cooperar, sinceramente, en la edificación del Reino de Cristo. Aquel que se complace en caminar por los atajos del mal, la propia Ley se incumbirá de traerlo a las vías del bien. El pasado, muchas veces, determina el presente que, por su vez, determina el futuro. “quien con hierro hiere, con hierro será herido” (7), dijo el Maestro. Sin embargo, cabe una excepción, en todo sufrimiento y expiación. En el ítem 9, Cáp. V, DE El Evangelio Según el Espiritismo, Allan Kardec señala: “No se debe creer, entretanto, que todo sufrimiento por el que se pasa en este mundo es, necesariamente, el indicio de una determinada falta: se trata, frecuentemente, de simples pruebas escogidas por el Espíritu para su purificación, para acelerar su adelantamiento”. (8) Son claras las palabras del Codificador.

No están correctos aquellos que generalizan y afirman que todo sufrimiento es resultado de errores practicados en el pasado. El desenvolvimiento de las potencialidades, a subida evolutiva, requiere trabajo, esfuerzo, superar desafíos. En este caso es la probación, y no, la expiación, o sea, son las tareas a que el Espíritu se somete, a su propio pedido, con las miras de su progreso, para la conquista de un futuro mejor.

¿Dentro del principio de Causa y Efecto, quien, en conjunto con otras personas, agredió al prójimo no tendría que resarcir el debito en conjunto? Es ese el llamado Karma colectivo. (9) Toda acción que practicamos, buena o mala, la recibimos de vuelta. Nuestro pasado determina nuestro presente no existiendo, pues, favoritismos, predestinaciones o arbitrios divinos. La doctrina espirita no predica el fatalismo y ni tampoco el el conformismo ciego ante las tragedias de la vida, aun mismo de las llamadas tragedias colectivas. Lo que el Espiritismo enseña es que la ley es una solo: para cada acción que practicamos, recibiremos la reacción.

Lo importante para los quedan aquí, en la Tierra, para que obtengan el avance espiritual debido, es no faltar por la lamentación, por la revuelta pues “las grandes pruebas son casi siempre un indicio de un fin de sufrimientos y de perfeccionamiento del Espíritu, desde que sean aceptadas por amor a Dios.” (10)

Ante lo expuesto, afirmamos que la función del dolor es ampliar horizontes, para realmente vislumbrarnos los concretos caminos amorosos del equilibrio. Por esto, ante los compromisos carmicos, en expiaciones colectivas o individuales, recordemos siempre de que la finalidad de la Ley de Dios es la perfección del espíritu, y que estamos, cada día, caminando en esta dirección, donde nuestro esfuerzo personal y la búsqueda de la paz estarán actuando a nuestro favor, minimizando al máximo el peso de los debitos de entonces.


FONTES:
(1) Xavier, Francisco Cândido. Acción y Reacción, Cap. XVIII, RJ: Ed FEB, 2005
(2) Cf. Primera Epístola de Pedro Cap. 4:8
(3) Xavier, Francisco Cândido. El Consolado, RJ: Ed FEB, 2002, Perg 250
(4) Kardec, Allan. El Libro de los Espíritus, RJ: Ed FEB, 1979, pergs. 851 a 867
(5) Ídem
(6) Kardec, Allan. El Libro de los Espíritus, RJ: Ed FEB, 1979,
(7)Cf. JOÃO. 18:11
(8) Kardec, Allan. El Evangelio Según el Espiritismo. Río de Janeiro: Ed FEB, 2001, item 9, cap. V
(9) La palabra karma es oriunda de la raíz sânscrita "kri", cuyo significado es acción. Karma es por lo tanto, Ley de Causa y Efecto, o aún, de acuerdo con la tercera ley de Newton, conocida como lo ?principio de la acción-y-reacción?, que dice: "a toda acción corresponde una reacción, con misma intensidad, misma dirección, pero de sentido contrario". Y Cristo, al recolocar la oreja del centurião romano, decepada por la espada de Pedro, sentenció: "Pedro, embainha tu espada, pues quién con hierro hiere, con hierro será herido". Podemos notar, ahí, dos enunciados de la misma Ley de Acción y Reacción: uno, de manera científica y, otro, de modo místico. El vulgo dice : "Quién siembra viento, colhe tempestad".
(10)Kardec, Allan. El Evangelio Según el Espiritismo, RJ: Ed FEB, 1989, Cap.14,

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