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domingo, 1 de julho de 2018

La pornografía es el erotismo vacío de amor Jorge Hessen


Traducido por: Mercedes Cruz Reyes 
Madri/Espanha
 La pornografía es el erotismo vacío de afecto, amor y desvelo, por eso es un asunto espinoso, sensible y controvertido. En el mundo tecnológico un inmenso contingente de personas transita en el universo virtual (en un promedio de 9 horas diarias) alentadas por las poderosas invitaciones a los viajes eróticos del apelo pornográfico.

Hace poco menos de medio siglo, la exhibición de películas "adultas” alborotaba los sótanos de las fétidas salas de cines eróticos. En esas lúgubres cuevas las personas fascinadas a las llamadas de la alucinación sexual, buscaban los "shows" de sexo explícito, películas y revistas especializadas. En seguida, para nuestra desdicha, con la expansión de Internet, el tráfico del lado negativo de la sexualidad salió de los funestos antros y rompió fronteras a través de los medios de comunicación, alcanzando el espacio sagrado de nuestros hogares sin ningún pudor.

En este extremo, Internet ha establecido gran influencia entre niños, jóvenes, adultos y ancianos y entre los contumaces usuarios, haciendo posible que los consumidores de pornografía permitan informaciones entre sí y puedan identificar géneros, estilos y gustos, haciendo que compartan sus preferencias y permitiendo el encuentro de fantasías o prácticas criminales de pedofilia y otras parafilias.

En un lenguaje espírita diría que el "UMBRAL" nunca estuvo tan presente y cercano a los hogares terrenos. Hay un impresionante número de mujeres casadas que se quejan de soledad (en el sentido de la soledad sexual), en virtud de que sus esposos son contaminados y adictos a la pornografía virtual. Y lo inadmisible de la situación es saber que muchos de esos maridos consumidores de pornografías son "cristianos", "buenos" espíritas, padres de familia ejemplares y profesionales de prominencia.

Los consumidores de pornografía, en la mayoría de los casos, o están viciados, o a punto de viciarse en el sexo. Tales personas pasan a pensar y a ser absorbidos poco a poco por el sexo. Las fantasías sexuales, las figuras pornográficas pasan a colonizar gradualmente sus mentes, pasando a invadir insistentemente sus pensamientos en las ocasiones menos apropiadas.

Nuestra sexualidad no puede ser evaluada bajo el prisma de los que la consideran impura y prohibitiva, mucho menos bajo las impresiones de los que anhelan esposarla al plano de la banalidad como simple fricción de células causantes de deleite erótico. La sexualidad humana es de procedencia divina y su poderosa energía, que se extiende en el ser de forma natural, no debe ser inhibida de forma insana, pero urge ser disciplinada en el sentido de alcanzar su designio, como fuerza fecunda y creadora, a fin de producir el avance espiritual del hombre.

No estamos proponiendo castraciones, pero si sublimación. Hasta porque todos estamos impregnados de ese potencial y convocados a aprender a disciplinarlo. Con el Evangelio aprendemos que cuando una pareja se ama,  ambos se desean y se reverencian. La vida y la experiencia sexual entre ambos es respetuosa y placentera. El amor entre los dos no está condicionado sólo a la sexualidad,  va mucho más allá, incluyendo amistad, compañerismo y cuidado por la satisfacción de sus necesidades. Cuando, sin embargo, eso no ocurre y hay la necesidad compulsiva de fantasías, autoerotismos y pornografías, esa pareja no está en armonía, se encuentra psicológicamente corrompida y no es feliz

Comprendemos que necesitamos ser indulgentes con aquellos que son siervos de la pornografía, abarcando que cada ser es un ente divino en sus potencialidades de amor que con certeza eclosionarán en el futuro, incluso porque esos atrasos morales son particularidades de la etapa de expiación y pruebas del hombre terreno. De este modo, necesitamos orar y orientar a aquellos que nos solicitan ayuda, demostrando las implicaciones infelices del sexo en desatino, conforme nos advierten los Benefactores del más allá.

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