Una vez, un compañero me
confesó que no permitirá velorios en el sepultamiento de sus familiares más
cercanos, porque es totalmente contrario a tal tradición mortuoria. No ve
lógica doctrinal en ese tipo de ceremonial. Cree que después de constatada la
desencarnación, en un máximo de unas pocas horas, se deben hacer los
preparativos para la sepultura, sin rituales religiosos.
Busqué aclararle qué velorio o
"velamiento" no es necesariamente un ritual religioso ", por lo
tanto no está asociado a religiones, porque su inicio se da cuando la persona
está enferma y necesita ser velada, cuidada, vigilada. ¡Pues es! El origen de
la palabra velar que da origen a velorio viene del latín "vigilare",
que da significado de vigilancia. Y más: el término velar no se refiere a las
"velas", flores, misas, cultos, sino (repito) al verbo
"velar" (de cuidar, velar).
El diccionario define el verbo
velar como "quedarse despierto al lado de (alguien)", "quedarse
despierto durante (un tiempo)" y aún "mantenerse de guardia,
vigilar" entre otras definiciones. El término tiene una connotación exacta
si de hecho las personas que van a "velar" al difunto, realmente lo
hacen con actitud de celo, vigilia, respeto y de despedida del cuerpo que
sirvió al espíritu durante la experiencia que se cierra.
Es evidente que velar al
difunto es actitud respetable. En el velorio debemos orar respetuosamente al
amigo que se despoja del cuerpo físico, dirigiéndole por ejemplo (como
sugerencia) la oración indicada por Allan Kardec contenida en el cap. XXVIII,
ítem 59 del Evangelio Según el Espiritismo, titulado "Por los recién
fallecidos". [1] Protocolarmente o no, en el velorio nos solidarizamos con
los parientes y amigos del "muerto", ayudando en lo que sea
necesario, sea ofreciendo un abrazo fraterno o apenas la presencia serena, en
una empatía repleta de misericordia, en la base de la paciencia y del amor El
estímulo, la consolación y el amor, como nos instruye Emmanuel. [2]
En cambio, en muchos casos
esta celebración se ha desviado, y mucho, del sentido ético, pues por encima de
las emociones justificables por parte de los parientes y amigos, se ostenta un
funeral por gastos excesivos con coronas de flores, santos, escapularios, velas
que pueden ser en donaciones a instituciones asistenciales, como instruye André
Luiz. Lo escuchamos en: Los espíritas deben dispensar, en los funerales,
los honores materiales exagerados y las escenificaciones, pues considerando que
"no todo el espíritu se apaga prontamente del cuerpo", importa, sin
embargo, que le enviamos cargas mentales favorables de bendiciones y de paz, A
través de la oración sincera, principalmente en los últimos momentos que
anteceden al enterramiento o a la cremación. La oferta de coronas y flores debe
transformarse "en donativos a las instituciones asistenciales, sin
espíritu sectario". [3]
Social, moral y
espiritualmente, cuando comparecemos a un velorio, ejercemos un bendecido deber
de solidaridad, proporcionando consuelo a la familia. Desafortunadamente,
tendemos a hacerlo por desencaje de conciencia formal, con la presencia física,
ignorando el decoro espiritual, a expresarse en el respeto por el recinto y en
el esfuerzo de auxiliar al desencarnado con pensamientos elevados.
El desencarnado necesita
vibraciones de armonía, que sólo se forman a través de la oración sincera y de
ondas mentales positivas. En el libro Conducta Espírita, el Espíritu André Luiz
una vez más nos advierte para "proceder correctamente en los velorios,
callando anécdotas y burlas alrededor de la persona desencarnada, tanto como
cuchicheos inapropiados al pie del cuerpo inerte. El recién desencarnado pide,
sin Las palabras, la caridad de la oración o del silencio que le ayudan a
rehacer. "Es importante expulsar de nosotros cualquier conversación
ociosa, tratos comerciales o comentarios inapropiados en los entierros a los
que comparemos. Porque la "solemnidad mortuoria es acto de respeto y
dignidad humana". [4]
Deplorablemente, pocos se dan
al cuidado de conversar bajito, principalmente en el momento de la remoción del
cadáver del recinto para la "catacumba", cuando se amontonan mayor
número de personas. Tenemos motivos de sobra para la moderación, cultivemos el
silencio, conversando, si es necesario, en voz baja, de forma edificante.
Podemos hacer referencias al
finado con discreción, evitando presionarlo con recuerdos y emociones pasibles
de perturbarlo, principalmente si son trágicas las circunstancias de su
fallecimiento. Oremos en su beneficio, porque "se muere" como
"se vive". Si no conseguimos mantener semejante comportamiento, mejor
será que ni comparezcamos o nos retiramos del ambiente, evitando ensanchar el
estrepitoso coro de voces y vibraciones irrespetuosas que afligen al recién
desencarnado, hasta porque el "morir" no siempre es el
"desencarnar".
Referências bibliográficas:
[1] Kardec,
Allan. O Evangelho Segundo o Espiritismo, cap. XXVIII, item 59, RJ: Ed. FEB,
1939
[2] Xavier,
Francisco Cândido. Servidores no Além, SP: Editora –
IDE, 1989
[3] Vieira,
Waldo. Conduta Espírita, RJ: Ed FEB, 1999
[4] Idem
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