Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha
El cálculo del biólogo Ernst Mayr, de la Universidad Harvard, sobre la posibilidad de la naturaleza producir seres inteligentes por los procesos evolutivos conocidos es casi una sugestión de que los seres humanos son aun mismo productos sobrenaturales. De 30 millones de especies vivas actualmente y de cerca de 50 violles de otras especies vivas o que ya vivieron y desaparecieron, solamente el homo sapiens desenvolvió la inteligencia superior.
Se sabe que el homo sapiens surgió en África Oriental entre 190.000 y 160.000 años atrás, después se esparció para el este del Mediterráneo en torno de 100.000 a 60.000 años atrás, y pudo haber llegado a China hace 80.000 años pasados. Actualmente los seres humanos están distribuidos en toda la Tierra. El homo erectus una pre especie crucial en la evolución do ser humano actual (homo sapiens), que parece haber evolucionado en suelo africano hace cerca de 1,8 millones de años, emigrando posteriormente para Asia y después para Europa. Sin embargo, fue hace apenas 6.000 o 8.000 años a.C. que algunos hombres abandonaron por fin la vida salvaje y se dieron a la ardua agricultura que tornó posible el aparecimiento de las primeras aldeas sedentarias en el Oriente Medio. Los principios de nuestra civilización urbana remontan a los más primitivos sitios neolíticos, en Jericó, cerca 6000 a.C. y en Jarmo, en Iraque, cerca 4500 a.C.
¿Cómo explicar, hoy en día, que nosotros, homo “erectus/sapiens”, tengamos cerebros capaces de teoremas, teorías científicas y seriados de TV, en un mundo en el que ninguna otra especie fue mucho más allá de los gruñidos y de las herramientas de palo y la piedra? Analistas materialistas teorizan que el factor causador de la inteligencia humana se restringe a la incapacidad de los bebés. Para los académicos devaneadores los niños indefensos motivaron la evolución de la inteligencia, al final, no hay ninguna otra especie de bebés tan “incapaces” como los humanos. ¡Dicen!
En verdad, la Tierra no es el punto de partida de la primera encarnación humana. El período de la humanización comienza, generalmente, en mundos aún más inferiores que la Tierra. Esto, entretanto, no constituye regla absoluta, pues puede suceder que un Espíritu, desde su inicio humano, este apto para vivir en la Tierra. No es frecuente el caso; constituye antes una excepción. En los seres inferiores, cuya totalidad estamos lejos de conocer, es donde el principio inteligente se elabora, se individualiza poco a poco y se ensaya para la vida. Es, en cierto modo, un trabajo preparatorio, como el de la germinación, por efecto del cual el principio inteligente sufre una transformación y se torna Espíritu. Entra entonces en el período de la humanización, comenzando a tener consciencia de su futuro, capacidad de distinguir el bien del mal y la responsabilidad de sus actos.
En verdad, el principio inteligente consumió, desde los virus y las bacterias de las primeras horas del protoplasma en la Tierra, más o menos quince millones de siglos [1 billón y medio de años], a fin de que pudiese, como ser pensante, aunque en fase embrionaria de la razón, lanzar sus primeras emisiones de pensamiento continuo (inteligencia humana) para los Espacios Cósmicos. ” [1] Se dice que la fuerza anímica en el mineral es atracción, en el vegetal es sensación, en el animal es instinto, en el hombre es la razón y en el ángel es divinidad. En esa dirección camina Leon Denis cuando propone su versión romántica y de la evolución profiriendo: que el principio inteligente duerme en la piedra, sueña en la planta, se agita en el animal y despierta en el hombre. O sea: En la planta, la inteligencia dormita; en el animal, sueña; solo en el hombre despierta, se conoce, se posee y se torna consciente.
La inteligencia es el atributo esencial del Espíritu, en razón de lo cual toma el conocimiento de su propia existencia y ejerce actividades voluntarias y libres. Cuando el Espíritu llega al grado de humanización superior, su inteligencia adquiere desenvolvimiento superior, como el surgimiento de la razón y del sentido moral, que le facultan la capacidad de concebir y reconocer la existencia de Dios. Siendo la inteligencia, en su plenitud, la facultad de pensar y actuar racional y deliberadamente, los actos inteligentes son conscientes, voluntarios, libres y calculados. Son, además de eso, susceptibles de variaciones, porque la inteligencia, variable y individual por excelencia, es susceptible de progreso.
Es bien verdad que el patito luego que rompe la cascara del huevo que lo mantenía encerrado, se ve próximo a un rio o a un lago, por instinto corre alegremente para él y se lanza en el agua, nadando inmediatamente con perfección. ¿Dónde aprendió el pato a nadar? Son igualmente instintivos el acto del castor, que construye su casa con tierra, agua y ramas de árboles; el acto de los pájaros, que construyen con perfección sus nidos; el acto de la araña, que teje con precisión su tela. Se ve ya ahí algunos de los caracteres del instinto: es algo innato, perfecto y específico, o sea, surge espontáneamente, sin previo aprendizaje, en todos los individuos de una misma especie y lleva a actos completos, acabados, perfectos, desde la primera vez que son realizados.
Describen los Espíritus que la inteligencia humana si es comparada entre algunos hombres y ciertos animales, se percibe, muchas veces, que se nota en los animales tener la inteligencia superior. Por eso, es difícil establecer una línea de demarcación en algunos casos. Sin embargo, aun así, el hombre es un Ser aparte, que desciende, algunas veces, muy por abajo [irracionalidad] o puede elevarse muy por alto. “Es bien verdad que el instinto domina en la mayoría de los animales; mas hay los que actúan por una voluntad determinada, o sea, percibimos que hay una cierta inteligencia animal, aunque limitada.” [2]
En la pregunta 593 de El Libro de los Espíritus, los benefactores espirituales esclarecen que en los animales hay más que simplemente instintos. Hay en ellos cierta inteligencia incipiente o limitada. Y para no dejar dudas, en la pregunta 597, informan que esta inteligencia capaz de, en pequeño grado, atenuar el determinismo biológico, dándoles un poco de libertad de acción y expresión de voluntad íntima, sobrevive al cuerpo físico. No es, aun, propiamente, un Espíritu, alma humana encarnada, más si el principio inteligente que forma parte de la cadena evolutiva referida en la pregunta 540. [3]
La inteligencia es una propiedad común, un ponto de contacto entre el alma de los animales y la del hombre. Sin embargo los animales solo poseen la inteligencia de la vida material. En el hombre, la inteligencia proporciona la vida moral. El principio inteligente que constituye el Alma de la naturaleza especial de que son dotados, proviene del elemento inteligente universal. Emanan de un único principio la inteligencia del hombre y la de los animales. sin embargo, en el hombre, paso por una elaboración que la coloca por encima de la que existe en el animal.
Solamente con la cooperación del Espiritismo podrá la ciencia definir la sede de la inteligencia humana, no en los complejos nerviosos o glandulares del cuerpo perecible, más si en el espíritu inmortal. Los valores intelectivos representan la suma de muchas experiencias, en variadas vidas del Espíritu, en el plano material y espiritual. Una inteligencia profunda significa un inmenso acervo de luchas planetarias y extra físicas. Conocida esa posición, si el hombre guarda consigo una expresión idéntica de progreso espiritual, por el sentimiento, entonces estará apto para elevarse a nuevas a esferas del Infinito, para la conquista de su perfección.
Referências bibliográficas:
[1] XAVIER, Francisco Cândido. Evolução em dois mundos, ditado pelo Espírito André Luiz, cap. VI , Rio de Janeiro: Ed. FEB, 2012
[2] Kardec, Allan. O Livro dos Espíritos, Rio de Janeiro: Ed. FEB, 2001, perg. 592
[3] Idem questão 593, 597, 540
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