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sexta-feira, 29 de janeiro de 2016

TRAMPAS PORNOGRAFICAS ANTE LOS “CRISTIANOS” DISTRAIDOS (Jorge Hessen)

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha

El término pornográfico deriva del griego pornógrafos, que significa escritos sobre prostitutas, originalmente, referencia a la vida, costumbres y hábitos de las prostitutas y clientes. Aurelio Buarque registra como una de las definiciones la figura, la fotografía, el filme, el espectáculo, la obra literaria o de arte, relativos a la , o que tratan de cosas o asuntos obscenos o licenciosos, capaces de motivar o explorar el lado sexual del individuo. 

En el mundo cibernético diversas personas trafican en internet (en una media de 9h diarias) atraídas por las lascivias virtuales. Sabemos que gran parte del contenido virtual es un poderoso convite al apelo erótico. Sumando una cosa con otra el resultado es inequívoco: la humanidad nunca consumió tanta pornografía como en los días actuales. Y eso genera una reacción en cadena. Por causa de eso, pesquisidores del IFOP - Instituto Francés de Opinión Pública - inquirirán a millares de personas sobre sus hábitos pornográficos. Descubrirán es obvio: la mayoría abrumadora (90%) de los hombres y buena parte de las mujeres (60%) ven filmes obscenos regularmente. Y el 53% de las parejas afirmaron asistir a esos tipos de filmes juntos.

La pornografía es un asunto espacioso, sensible y controvertido. Mucho ya fue escrito sobre el tema, como se puede constatar rápidamente en la búsqueda per internet. Basta recurrir a cualquier buscador el ítem “pornografía” o “estudios sobre pornografía” y descubriremos una avalancha de material disponible. En “Google”, por ejemplo, citar el término “pornografía” está hoy listados 73.100.000 resultados. En “estudios en pornografía”, localizamos 12.400.000 resultados de links.

Un estudio realizado por la Universidad de Denver (EUA), pesquisidores confirmaron que de las 1300 personas comprometidas afectivamente, por lo menos 45% de ellas asistían a filmes pornográficos con el compañero, siendo que 77% de los hombres y el 32% de las mujeres contaron que también veían pornografía solos. 

Otros estudiosos de la Universidad de California y del Tennessee (EUA) reclutaran 308 universitarias heterosexuales, entre 18 y 29 años, para completar un cuestionario online. Ellas respondieran cuestiones sobre las cualidades del enamoramiento, satisfacción sexual y autoestima. El resultado mostró una relación entre felicidad, autoestima y filme pornográfico. Cuanto más pornografía los enamorados o maridos veían, mayor era la oportunidad de tener un relacionamiento infeliz. Quien reclamó sobre el vicio exagerado del enamorado en asistir a vídeos licenciosos mostró autoestima más baja e insatisfacción con el enamoro y con la vida sexual.

La pornografía es el erotismo vacío de afecto. Últimamente con el uso de webcams, blogs, fotologs (creación de páginas de fotos), vídeo amadores, sex tapes (sexo en público) o homenajes (caseros), cualquier persona puede a tornarse el propio productor y divulgador de pornografía en la red mundial de computadores. Internet ha establecido gran influencia entre los usuarios, tornando posible que los consumidores de pornografía intercambien informaciones entre si y puedan identificar géneros, estilos y gustos, haciendo que compartibles sus preferencias y permitiendo el encuentro de fantasías. En un lenguaje espírita diría que el UMBRAL nunca estuvo tan presente y próximo a la Tierra.

Con el Evangelio aprendemos que cuando una pareja se ama, los socios se atraen y se reverencian. La vida y experiencia sexual entre ambos es respetuosa y placentera. El amor entre los dos no está condicionado apenas a la sexualidad, todavía va mucho más allá, incluyendo la amistad, compañerismo y cuidado por la satisfacción de sus necesidades. Cuando, sin embargo, eso no ocurre y hay la necesidad compulsiva de fantasías, autoerotismos y pornografías, ese hermano no vigila, se encuentra psicológicamente pervertido y no es venturoso.

Hay un impresionante número de mujeres casadas que se quejan de soledad (en el sentido de soledad sexual), en virtud de sus cónyuges estar contaminados y viciados en la pornografía virtual. Y lo inaceptable de la situación es saber que muchos de esos maridos consumidores de pornografías son “cristianos”, “buenos espíritas”, padres de familia ejemplares y profesionales de preeminencia.

Algunos de esos “cristianos” justifican la utilización de esa pornografía virtual como una especie de "preliminar" e estimulante para aumentar el deseo en la comunión sexual con el cónyuge. A rigor lo que ocurre es que con el transcurso del tiempo, muchos de esos “cristianos” se vician en los sites y filmes pornográficos y comienzan a descuidar a la esposa, prefiriendo satisfacer sus impulsos mediante la práctica de la masturbación. 

Queda evidente que tales “cristianos” están, peligrosa e inmaduramente, "compensando" sus frustraciones, por dos razones posibles: o por no sentirse atraídos sexualmente por sus esposas, o por no merecerlas más y no tener el coraje de asumir eso. 

Cara a eso, estamos asistiendo a una verdadera estupidez generalizada de los que se describen “cristianos” de varias denominaciones y, según entendemos, una de las salidas para la necesitada cautela contra esas emboscadas pornográficas es el inquebrantable estado de oricio alentado por la vigilancia a través de un proceso personal de profunda transformación comportamental.

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