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sexta-feira, 3 de julho de 2015

ES LA "EDUCACIÓN" MÁS QUE LA "EDUCACIÓN" (Jorge Hessen)

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madri/Espanha



Algunas propuestas socio pedagógicas actuales son elogiables para instruir y formar al hombre, entretanto “es por la educación, más que por la instrucción, que se transformará la humanidad”. [1] Para el notable Allan Kardec, “hay un elemento que no se ponderó bastante, y sin el cual la ciencia económica no pasa de teoría: la educación. No la educación intelectual, más si la moral, y ni aun la educación moral por los libros, más si la que consiste en el arte de formar el carácter, aquella que crea los hábitos adquiridos”. [2]

Lo que identificamos de forma generalizada es el absoluto distanciamiento de los padres contemporáneos al nivel de educación de los hijos en ese sentido. De regla, transfieren sus responsabilidades para las escuelas o para el Estado, mientras ellos, los padres, son quienes tienen que enseñar a los hijos si eso o aquello es acertado para ellos. Sobretodo “los padres espiritistas deben comprender esa característica de sus obligaciones sagradas, entendiendo que el hogar no se hace para la contemplación egoistica de la especie, mas si para santuario donde, por veces, se exige la renuncia y el sacrificio de una existencia entera.”[3]

Para Viviane Senna, coordinadora del Instituto Ayrton Senna (IAS), que viene organizando programas de refuerzo escolar, capacitación de profesores, “en una escuela que no da para continuar con un sistema retrógrado en el que el profesor es el detentor del conocimiento y el alumno un archivo en el que ese contenido debe ser “depositado”. Según Viviane, el alumno no puede apenas decorar conceptos, precisa desenvolver un pensamiento crítico y un raciocinio lógico aguzado, desenvolver su capacidad de innovar, ser creativo y flexible y de resolver problemas.[4]

La fase infantil, en su primera etapa, es la más importante para la educación, y no podemos relajarnos en la orientación de los hijos, en las grandes revelaciones de la vida. Bajo ninguna hipótesis, esa primera etapa reencarnatória debe ser enfrentada con insensibilidad. Hasta aproximadamente los siete años de edad es el período infantil más accesible para las impresiones que recibe de los padres, razón por la cual no podemos olvidar nuestro deber de orientar los hijos en cuanto a los contenidos morales. [5]

En un análisis espírita de la cuestión creemos que la escuela (pública o particular – espírita o no) debe formar un hombre nuevo y precisa ser una escuela enteramente innovadora, rompiendo con el modelo del siglo XIX del sistema vigente, pues la educación tradicional, conforme la adherimos, ya no atiende a las necesidades de la actual generación. La escuela debe incentivar la participación, la interacción, el diálogo, el debate libre, el estudio en grupo y abolir todas las formas de represión.

La red de escuelas chárter KIPP (Knowlegde is Power Program), en los Estados Unidos, tiene como meta llevar sus alumnos (casi 90% oriundos de familias pobres) hasta la universidad. La propuesta se consubstancia en diversas actividades visando despertar entusiasmo, perseverancia, autocontrol, gratitud, optimismo, inteligencia social y curiosidad en sus alumnos. Una de sus unidades, localizada en Harlem, en Nova York, extrapoló y creo una inusitada aula de “CARÁTER”. En ese sentido la escuela invistió en la enseñanza de habilidades como comunicación, resistencia y determinación. La propuesta es para hacer conexiones con la ciencia y explicar cómo el cerebro funciona, a través de técnicas de meditación, concentración y yoga. [6]

Los padres son responsables por el desenvolvimiento de los valores de los hijos y no deben apostar solamente en la escuela para ejercer esa tarea. Un padre legítimo es aquel que cultiva en casa la ciudadanía familiar. O sea, nadie en casa puede hacer aquello que no se puede hacer en la sociedad. Es preciso imponer la obligación de que el hijo haga eso, así, se crea la noción de que él tiene que participar de la vida comunitaria. No hay duda, que ante las balizas del buen sentido y la moderación los padres precisan educar estableciendo límites. Sin embargo esa exigencia es mucho más que acompañar los limites, de aquello que el hijo es capaz de hacer.

Una legítima educación es aquella en la que los poderes espirituales rigen la vida social. Antiguamente, la pureza de las criaturas era una realidad . Su perspectiva no ultrapasaba los simples libros didácticos, un único humilde cuaderno y juguetes baratos. Para reprenderlos y educarlos, algunas veces, bastaba una firme de los padres. Aunque, aquel imaginario infantil, de quietud y sueño ingenuo, se desmorono bajo el impacto de la era del sensualismo, de la violencia, del materialismo.

Estemos atentos a la verdad de que educar no se resume apenas a providencias de abrigo y alimentación del cuerpo perecible. La educación, por definición, se constituye en la base de la formación de una sociedad saludable. La tarea que nos cumple realizar es la de la educación de las criaturas por el ejemplo de total dignificación moral bajo las bendiciones de Dios. En ese sentido, los postulados Espíritas son antídotos contra todos los venenosos ardiles humanos, puesto que aquellos que los conocen tienen consciencia de que no podrán eximirse de sus responsabilidades sociales, sabiendo que el futuro es una consecuencia del presente. Mientras tanto, es urgente que identifiquemos en el corazón infantil el esbozo de la futura generación saludable.

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