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sábado, 2 de janeiro de 2010

LA UNIDAD DE POLICIA PACIFICADORA, UNA REFLEXIÓN ESPIRITA SOBRE LA VIOLENCIA URBANA



Traducido por: Merchita
merchitacruz@gmail.com


Las estadísticas demuestran que la violencia crece a medida que aumenta la distribución de drogas en determinadas regiones. Por eso es menester reprimir a los criminales, obviamente. Sin embargo, junto a eso, urge el envolvimiento, también, de la sociedad en todo ese contexto, en las áreas donde ellos actúan. La tibieza policial del Estado forja los líderes del crimen que "gobiernan" las comunidades con sus propias "leyes". Por eso mismo, más allá de esas estrategias pacificadoras, es menester que todo gobernante invierta en proyectos para asfaltar las calles, ampliación de la iluminación pública, recuperación de las plazas, construcción de escuelas y puestos de socorro, control de los horarios de establecimientos donde se venden bebidas alcohólicas en los locales más afectados por la criminalidad. Son medidas eficaces para reducir la barbarie de la violencia social.
Rio de Janeiro vive una situación muy semejante a la ciudad de Medellín, en Colombia en los años 90. Los narcotraficantes controlan los territorios de las favelas, y el equipo policial del Estado tienen extrema dificultad en combatirlos, sea por la falta de coordinación entre los gobiernos, en sus diversas esferas, sea entre los policías civil, militar, federal y los guardias municipales. En los idos de los años 90, Bogotá, de Colombia, era considerada una de las ciudades más violentas del mundo, y, actualmente, consiguió reducir, en un 70% su índice de violencia urbana, fruto de las medidas socioeducativas allí emprendidas.
Siguiendo el ejemplo colombiano, percibimos un enorme esfuerzo del gobierno de Rio de Janeiro, por la coquista de la pacificación social en las favelas. Para ese objetivo, se adoptó, en práctica, una nueva estrategia de Seguridad Pública con ocupación permanente, de las favelas a través de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP). El plano que disminuyó las áreas bajo comando del crimen organizado, con todo, también, redundó en el estimulo de los enfrentamientos entre bandas criminales por los puntos de venta de las drogas aun disponibles (que no están bajo la acción de las UPPs) en la colina carioca. A pesar de la reacción de los criminales, el clima tendiera a la convivencia pacífica entre los policías y moradores, sin trafico ostensivamente armado, permitiendo que los moradores del asfalto vuelvan a convivir con la favela. Se apuesta que, con la entrada de la clase media a la favela, los horizontes podrán ser abiertos para la transformación social.
En verdad, la violencia del hombre civilizado tiene sus raíces profundas y vigorosas en la selva. El hombre bruto tiene sus leyes: subyugar, humillar, torturar y matar. El pragmatismo de las sociedades actuales clasifico al hombre, equivaliendo decir que el no edifico en el aspecto moral. El hombre contemporáneo vive atormentado por el miedo, ese enemigo atroz que lo asombra, una vez sometido a las contingencias de la vida actual, de inseguridad y de incertezas. Vivimos tiempos complejos y tormentosos. La violencia no está solo en la favela carioca. Hay violencia, de varios grados, en todas partes del planeta. La violencia urbana es reflejo natural de los que administran gabinetes lujosos y desvían los valores que pertenecen al pueblo; que elaboran leyes injustas, que apenas los favorecen; que oprimen a los menos afortunados, sirviéndose de medidas especiales, de excepción, que los anulan; que exigen sumisión de las masas, para conseguir lo que les pertenecen por derechos… produciendo la baja moral y los desconciertos psicológicos, psíquicos y espirituales.
La criminalidad tiene sus fulcros en la desigualdad social, en el elevado índice de desempleo, en la urbanización desordenada y, de forma destacada, en el tráfico de drogas, en la difusión incontrolada del arma de fuego, sobretodo clandestina, situaciones esas que contribuyen, de forma decisiva, para el aumento de la criminalidad. Actualmente, casi la mitad de la población mundial mora en las grandes ciudades. En los próximos 20 años, la población urbana va a superar los 5 billones. Siete personas, de cada diez, estarán morando en una de esas metrópolis, provocando cambios (no para mejor) del sistema de vida de la población. Estudiosos afirman que las metrópolis serán enormes regiones inter ligadas, superpobladas, que englobaran ciudades vecinas y, en las cuales, más de la mitad de la población se concentrará en bolsones de miseria, favelas o "barracones". Según las proyecciones demográficas, de aquí a dos décadas, las metrópolis al estructurarse en centros lujosos y ultramodernos, habitados por una clase poderosa y rica, más rodeados, o mejor, sitiados por enormes extensiones de favelas, de marginados, como se puede percibir, aunque en dimensiones, aun, reducidas, en las actuales metrópolis de Rio de Janeiro y San Pablo.
Hay un síndrome perverso, en el que los beneficios por el desenvolvimiento no están siendo divididos, equitativamente, y el foso, entre afortunados y desertados (ricos x pobres), están aumentando. Esa tendencia es, extremamente, peligrosa, más podemos evitarla. En el caso contrario, la base de la seguridad social estará seriamente amenazada, mucho más de lo que ya está. Tenemos el conocimiento y la tecnología a nuestro favor, necesarios para sustentar toda la población, equilibradamente, y reducir los impactos de agresión al medio ambiente, hasta porque, los desafíos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales están inter ligados, y, juntos, podemos crear, de inicio, soluciones emergentes, para que evitemos el caos absoluto en poco tiempo.
Erguimos altos muros con hilos electrificados alrededor de nuestras casas, intentando evitar que ella (la violencia) nos ataque. Contratamos seguridad para proteger muestra empresa y nuestros hogares. Instalamos equipamientos sofisticados que nos alertan de la llegada de eventuales usurpadores de nuestros bienes. Con todo, existe otro tipo de violencia que no damos atención: es la que está afincada dentro de cada uno de nosotros. Violencia intima, que algunos alimentan, diariamente, concediendo que ella se torne animal voraz. Es el acto de indiferencia que uno elige para apuntalar al otro en las relaciones domésticas, estableciendo silencios macabros a las interrogaciones afectuosas. Son los cónyuges que, entre si, pactan con la mudez como símbolo del des confort en la convivencia, uno al lado del otro, como encadenados sin remisión. La violencia de fuera nos puede alcanzar, heriros y, hasta aun mismo, dañarnos, profundamente, más la violencia del corazón (interna), silenciosa, que ciertas personas aplican todos los días, en sus relaciones, es muy perniciosa y destructora. La paz del mundo comienza en nuestra intimidad y bajo el techo en el que nos cobijamos. ¿Si no aprendemos a vivir en paz, entre cuatro paredes, como pretender la armonía de las naciones?
En ese panorama, el mensaje de Cristo es el gran edificio de la redención social, que habrá de penetrar en todas las conciencias humanas como un día penetro, en el desprendimientos de Vicente de Paul en la solidaridad de hermana Dulce, en la bondad de Chico de Asís, en la dedicación de Teresa de Calcuta, en la humildad de Chico Xavier y en la no violencia de Mohandas Karamchand Gandhi, el Mahatma de la India. Los postulados evangélicos, bajo la óptica espirita, son antídotos contra la violencia, puesto que quien los conozca, sabe que no se podrá eximir de sus responsabilidades sociales, y que su futuro será proveniente del presente.
En ese contexto, debemos considerar que el espirita cristiano debe armarse de sabiduría y de amor, para atender la lucha que viene siendo desencadenada en los escenarios de la sociedad, concitando a la concordia y al perdón, en cualquier coyuntura anárquica y perturbadora de la vida moderna. Los Centros Espiritas, como Puestos de Socorro espirituales, pueden contribuir mucho en el trabajo de prevención y auxilio a las víctimas de las drogas, en las dos dimensiones de la vida, a través de medidas que los incentiven al estudio de las Leyes de Dios. El Centro Espirita, más allá de estimular a las familias a la práctica del Evangelio en el Hogar, ofrece recursos socorristas en el tratamiento espiritual: pases, desobsesión, agua fluidificada, atendimiento fraterno (trabajo asistencial que desea el dialogo, la orientación, el acompañamiento y el esclarecimiento, con fundamentación doctrinaria a todos, indistintamente.
La Doctrina Espirita, aunque comprenda y explique muchos fenómenos sociales y económicos, a través de la tesis reencarnacionista, es revolucionaria, porque propone cambios estructurales en el ser humano; no contemporiza con la concentración de riqueza y con la ausencia de la fraternidad, que significan la manutención de privilegios y de excesos en el uso de los bienes, de las riquezas y del poder de unos pocos en detrimento del infortunio de la mayoría. El más amplio sentido de Justicia Social, según la visión del espiritismo, es la que está gravada en el escriño de la conciencia humana, que estimula al hombre a cumplir con sus deberes, honestamente, y a proteger sus derechos, respetado los derechos ajenos.
 
 
Jorge Hessen
E-Mail: jorgehessen@gmail.com
Site: http://jorgehessen.net
Blog: http://jorgehessenestudandoespiritismo.blogspot.com
 

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