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terça-feira, 6 de outubro de 2009

LAS RAÍCES DE LOS SÍNDROMES GENÉTICOS TIENEN SUS BASES EN EL CUERPO PERIESPIRITICO 05 -10-09



Traducido por: Merchita

E-mail: merchita926@ya.com


A pesar de haber nacido en 1993, Brooke Greenberg no envejece, no consigue alimentarse, ni andar solita ni hablar. Tiene el tamaño y la capacidad mental de un niño. Lo curioso es que continua teniendo los mismos dientes de cuando era, de hecho, un bebe. Nunca fue diagnosticada como portadora de cualquier síndrome genético conocido o anomalía cromosómica que pudiese ayudar a explicar el motivo de ella no crecer. Aun mismo un estudio de su DNA no fue capaz de especificar el motivo por el cual ella continua teniendo el cuerpo de un niño, aunque, hoy, está con 16 años de edad.

Algunos especialistas buscan descubrir algunas explicaciones sobre su no envejecimiento. Para Richard Walker, de la Facultad de Medicina de la Universidad del Sul de Florida, en Tampa, el cuerpo de Brooke no tiene un desenvolvimiento coordinado. Es como si el estuviese fuera de sincronía. Prueba de eso es su edad ósea, estimada en 10 años. En sus primeros seis años de vida, Brooke pasó por una serie de emergencias médicas y sobrevivió a todas. Tuvo siete ulceras estomacales, convulsión cerebral que fue diagnosticada como un accidente vascular cerebral, sin daño aparente. A los 4 años de edad, Brooke cayó en una letárgica que la llevó a dormir por 14 días. Los médicos, entonces, diagnosticaron un tumor cerebral. Actualmente, Brooke frecuenta una escuela para criaturas con necesidades especiales y permanece congelada en la infancia más absoluta.

Un caso semejante es el de Soraya Brown, conocida como “la niña que se niega a crecer”. Con más de un año de edad, ella pesa hoy 3,5 kilos, lo que sería normal para una criatura recién nacida. Radiografías oseas revelaron anormalidades, sin embargo una prueba genética para una rara dolencia de nanismo, denominada Síndrome de Silver-Rusel, resulto negativa, también como otras formas de nanismo que también fueron descartadas. Brooke y Brown son casos extremadamente raros. Los hechos nos llevan a la reflexión sobre la estructura funcional del periespíritu, a la Ley de Causa y Efecto, a la reencarnación, al suicidio, entre otros temas que la Doctrina Espirita explica muy bien.

A propósito, sobre la tesis reencarnacionista, la Word Christian Enciclopedia informa que los “500 investigadores y 121 consultores, después de visitar 212 países, concluyeron, en 100 relatos, que, en el año 2000, la población de la Tierra alcanzaría 6.260.000.000 de habitantes, y que 2/3 de esa población, esto es, cerca de 4.000.000.000 de personas, serán reencarnacionista”. (1)

En verdad, antes de reencarnar, examinando las propias necesidades de perfeccionamiento moral, muchas veces, solicitamos la limitación física en la nueva experiencia carnal, para que esa condición nos induzca a la elevación de sentimientos. Pedimos a los Benefactores la enfermedad capaz de educar los impulsos; esa o aquella lesión física que nos ejercite la disciplina; determinada mutilación que nos inhiba el arrastramiento la agresividad exagerada, el complejo psicológico que nos remueva las ideas inferiores, etc.

Es la lógica de justicia de la Ley de la Reencarnación y del Principio de Causa y Efecto. Ya vivimos, en la Tierra o en otros orbes, innumerables veces y traemos gravado, en el tejido sutil del psicosoma, los registros de nuestras adquisiciones y desatinos anteriores, cuales fulcros energéticos en núcleos de potenciación, y, en el momento de la ligación del periespíritu al ovulo, reflejamos, en esa célula, el nivel de nuestro estado moral. Por tanto, nuestro estado evolutivo es el que determinara el renacimiento con anomalías congénitas o no.



Las malformaciones congénitas son extremamente variables tanto en el tipo como en el mecanismo causal, más todas surgen de un trastorno del desenvolvimiento durante la vida fetal. Hay anomalías bioquímicas que se manifiestan en el nacimiento o en el periodo neonatal y son tenidas como defectos de nacimiento (Birth Defect), aunque muchos no estén asociados a una malformación actual. Una criatura podrá ser malformada porque su programación genética fue imperfecta o. porque, factores ambientales alteraron el trabajo de formación, o, aun, por la existencia simultanea de las dos cosas.

Por ese motivo, las malformaciones son clasificadas en tres grandes grupos: de causa genética, de causa ambiental y de causa multiforme. Las primeras son hereditarias y pueden repetirse en la familia; las segundas ocurren esporádicamente, y las últimas son como que una situación intermediaria entre las dos.

Las raíces de cualquier patología tiene sus bases en la estructura periespiritico, aun que esté aparentemente saludable, una persona puede traer en sus Centros Vitales las defunciones latente, adquiridas en esta o en otras vidas, que, más temprano, o más tarde vendrán a la piel en el cuerpo físico, bajo la forma de variados síndromes, más o menos graves, conforme la extensión de la lesión y la posición mental del deudor. Somos herederos de nuestras acciones pretéritas, tanto buenas como malas. La cuenta del destino, creada por nosotros mismos, está impresa en el cuerpo psicosomático. Esos registros fluyen para el cuerpo físico y culminan por determinar el equilibrio o el desequilibrio de los campos vitales.

Solo el reconocimiento académico, en el futuro, de la primacía del espíritu sobre la materia, asociada al principio de la reencarnación, esto es, a la integración de la herencia espiritual a la hereditariedad genética, comandada por el espíritu, vía periespíritu, regida por la Ley de Causa y Efecto, es que permitirá que se identifiquen, en el espíritu inmortal, las verdaderas causas de los desequilibrios que eclosionan en el cuerpo físico, bajo aspectos de variados síndromes, incluyéndose los disturbios psicológicos.

La Cuestión 335, de El Libro de los Espíritus, consigna que, más allá del genero de vida que le debe servir de prueba, el espíritu puede, también, escoger el cuerpo, porque las imperfecciones de este cuerpo son, para el pruebas que ayudan a su progreso si vence los obstáculos que en el encuentra.” (2) Sin embargo, la elección no depende siempre de el. Cuando el Espíritu es atrasado, moralmente, o no tiene aptitud para hacer una elección con conocimiento de causa, Dios le impone experiencias como instrumento de expiación.

La Ley de Causa y Efecto regula nuestros actos, nuestras acciones y nuestros pensamientos. Es por medio de la pluralidad de las existencias que el Espiritismo nos enseña: los males y aflicciones sufridas por nosotros son pruebas o expiaciones y sufrimos en la vida presente las consecuencias de las faltas que cometemos en existencia anterior. Así, hasta que hayamos pagado la ultima deuda de nuestras imperfecciones, vamos a proseguir en la secuencia de nuestras reencarnaciones. Vida tras vida, en la Tierra o en otro orbe, con el fin de alcanzar la plenitud de la luz.



Jorge Hessen

Site http://jorgehessen.net

Email jorgehessen@gmail.com

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