Traducido por: Merchita
E-mail: merchita926@ya.com
En cualquier ambiente de trabajo, es urgente el combate de la agresividad y su raíz, con ejemplos vivos de tolerancia y de primorosa educación. No por esa educación que tiende a hacer hombres reconocidos de ciencia (en que pese a ser muchos pésimos profesionales), todavía, por la educación que tiende a hacer profesionales honrados. "La educación, convenientemente entendida, constituye la llave del progreso moral." (1) Hace algunos días, recibimos sugestión para comentar al respecto de las "profesiones y profesionales". El solicitante informo que, tiempos atrás, su abuela fue maltratada en un hospital de Petrópolis/RJ, razón por la cual, su madre se vio forzada, en aquella época, a transferirla para otro hospital de Rio de Janeiro, donde el respeto humano fuese incondicional y mutuamente retribuido. Recordó, también, que su padre, ya enfermo terminal, en un hospital de Brasil, fue víctima de malos tratos de un médico poco preparado para la profesión, con lo que fue obligada a indisponerse, llegando al límite de la indignación, diciéndole llorando en buen tono: - "¡Pido a Dios que mi padre muera antes de su próximo deber, porque en las manos de Dios el estará libre de su crueldad!".
Aun mismo sabiendo que un médico no debe curar, solo apenas, por los conocimientos académicos que posee, más si también demostrando sentimiento de solidaridad, humanidad, compasión y fraternidad a sus asistidos, entendemos que esas reacciones que desarticulan los sentimientos de los parientes amorosos, no son deseables para quienes anhelan un proyecto de elevación espiritual.
¡Es cierto! Muchos profesionales, no depositan fe en el hombre ni en Dios. Son agresivos, mentirosos, per nósticos, todo resultado de la mala educación. En el sector de la salud, en la seguridad pública, de magisterio y otros sectores de trabajo, encontramos profesionales inhabilitados para ejercer el servicio. Son "profesionales" que deshonran sus pares a través de manifestadas actitudes de brutalidad, de incapacidad técnica, de pereza, de maledicencia. Generalmente, son los que más reclaman de los colegas, del ambiente de trabajo, del salario, del gobierno etc. Son "profesionales" (¡con aspas!) frustrados, mal amados por no saber amar. Exigen eficiencia de los otros, sin embargo, son, extremadamente, ineficientes y, comprobadamente, incompetentes en la profesión que ejercen. Para completar, y lo que es peor, desconocen la ética profesional.
Por esas razones, no raramente, deparamos con médicos impulsivos, negando la mínima consideración a los pacientes, y, por otro lado, los enfermos irritados que se les oponen, en razón de la fragilidad emocional en que se encuentran, devolviendo esa indiferencia, esa insensibilidad; en las escuelas, vemos profesores responsables por innumerables males y el sarcasmo de algunos alumnos, tanto como las garras de un animal amenazado. En ambos casos, representan indicios naturales de la condición evolutiva en que se encuentran. El autor de cualquier injusticia invoca al mal, que conspira contra el mismo. De este modo, el mal solo es, realmente, mal para quien lo practica. Devolverlo, por devolverlo, en la base de la inconsecuencia en que se expresa, (el mal) consume las energías de quien lo sustenta. Por eso, debemos vigilar para no ser víctimas de las emociones incontrolables. Eso no equivale a decir que no debamos amonestarlo de forma enérgica si fuera necesario, sin embargo, sin perder el equilibrio.
En la condición de espiritas, debemos encarar la ignorancia como la gran llaga y el remedio es participar de las debilidades ajenas con oraciones en el tratamiento de una llaga, por cuanto, golpear en la herida, desairadamente, será lo mismo que transformar la dolencia curable en un carcinoma incurable. La tolerancia, sin connivencia, es ejercicio descomunal de completo dominio de la situación y rápido olvido de todo el mal, con la acción permanente en el bien. Quien pronuncia palabras de agresión de manera constante, demuestra el placer de la pena de la amargura con que se acomoda, perdiendo tiempo precioso en la conquista de sí mismo.
Resolver un problema complejo de los malos profesionales es tener autoridad moral para olvidar la sombra, buscando la luz. No es doblar rodillas o trepar a galerías de superioridad maliciosa, teatralizando los impulsos del corazón, más, sin, persistir en el trabajo renovador, creando el bien y la armonía entre todos, pues, aquellos que no nos entienden de pronto, nos observan la conducta espirita, y, es en determinado momento, cuando comprenderán el idioma inarticulado de la fuerza moral. Cristo nos ofrece el modelo ideal de la tolerancia, cuando regresando el túmulo al encuentro de los aprendices desilusionados.
Los principios de la Doctrina Espirita, en su triple aspecto - Filosofía, Ciencia y Religión - se fundamentan en la moral de Cristo, que es la más elevada expresión de la Ética. El comportamiento ético-espirita no está circunscrito a los momentos en que estamos en la Casa Espirita o en el atendimiento de las carencias del prójimo. El debe constituir nuestro modo de ser y de actuar en todas las circunstancias de la vida. Nos compete una conducta ética en lo cotidiano, en todas las relaciones que establecemos con el semejante y la sociedad, aunque en detrimento de nuestro interés personal. Nos cabe vivir y ejemplificar la conducta ética en el hogar, en la vida profesional, en los negocios, en la política, en la administración pública, también como en las otras situaciones, consultando siempre la conciencia donde está escrita la ley de Dios." (2)
Como percibimos, fue el Maestro Jesús el que demostró el amor como base para la vida, dando inicio al primado del deber y de la moral como esenciales para la felicidad humana. "Surge, así, la ética cristiana, fundamentada en las enseñanzas del Maestro. Pedro y sus compañeros vivencia el amor y practican la caridad en la Casa del Camino. Pablo de Tarso le da consistencia, trazando directrices de orden comportamental a los gentíos en sus memorables Epístolas, de las cuales destacamos estos preceptos: "No te dejes vencer por el mal, más vence el mal con el bien" (5) Por tanto, oremos por los malos médicos, profesores, policías, fiscales, etc., y ejerzamos la tolerancia, permanentemente, hasta porque, tales profesionales habrán de, inexorablemente, prestar cuentas con las supremas leyes de la vida.
¿Cómo vamos a mantener el equilibrio ante los profesionales, si perdemos largas horas en la posición de irritación o de rebeldía? Emmanuel nos enseña: "la indignación, cuando es justa y constructiva en el interés general, es siempre un bien, cuando sabemos orientarla en servicios de elevación; con todo, la indignación diaria, a propósito de todo, de todos y de nosotros mismos, es un habito pernicioso, de consecuencias imprevisibles." (6)
El desanimo también es situación anestesiante, que entorpece y destruye. Eso, sin hablar de la maledicencia o de la inutilidad, con las cuales perdemos tiempo valioso y larga conversación infructífera, extinguiendo nuestras fuerzas. El Benefactor, aun Advierte: "¿Que genio milagroso nos dará el equilibrio orgánico, si no sabemos callar, ni disculpar, si no ayudamos, ni comprendemos, si no nos humillamos para los designios superiores, ni procuramos la harmonía con los hombres? (7) huyamos de la brutalidad, enriqueciendo nuestros puntos de simpatía personal, por la práctica del amor fraterno. Sirvamos siempre en la extensión del bien, guardando lealtad al ideal superior que nos ilumina el corazón, y permanezcamos convencidos de que, si cultivamos la oración de la fe viva, en todos nuestros pasos, en cualquier lugar, Dios nos auxiliará siempre.
Jorge Hessen
E-Mail: jorgehessen@gmail.com
Site: http://jorgehessen.net
FONTES:
1· Kardec Allan. El Libro de los Espíritus, Río de Janeiro: Ed. FEB, 2000, perg 917
2· VIEIRA Waldo. Conducta Espírita, por el Espíritu André Luiz. 5 a. ed. Río [de Enero]: FEB, 1974,
3· Xavier Francisco Cândido. Momentos de Oro, Espíritus diversos, São Paulo: Ed GEEM, 1977
4 Hipocresía
5 Romanos 12:21
6 Xavier, Francisco Cândido. Fuente Viva, Dictado por el Espíritu Emmanuel, Río de Janeiro: Ed. FEB, 2001
7 Ídem
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