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quinta-feira, 1 de outubro de 2009

ANOTACIONES Y REFLEXIONES DE EMMANUEL SOBRE EL COMPORTAMIENTO SEXUAL (*) (03.11.08)


Traducido por: Merchita

El Espíritu Emmanuel elucida, con sabiduría, que, en torno al tema del sexo, "será justo sintetizar todas las divulgaciones en las normas siguientes: No prohibición, y si más educación. No abstinencia impuesta, más empleo digno, con el debido respeto a los otros y así mismo. No indisciplina, y si más control. No impulso libre, más si más responsabilidad. Fuera de eso, teorizar simplemente, para después aprender o reaprender con la experiencia. Sin eso, será engañarnos, luchar sin provecho, sufrir y recomenzar la obra de la sublimación personal, tantas veces cuanto se hicieran precisas, por los mecanismos de la reencarnación, porque la aplicación del sexo, ante la luz del amor y de la vida, es asunto pertinente a la conciencia de cada uno."

Todos trazamos los temas particulares con referencia al sexo. Atendiendo a la suma de las cualidades adquiridas, en la hilera de las propias reencarnaciones, nos revelamos, en el Plano Físico, por las tendencias que registramos en los recesos del ser. Cada persona se distingue por determinadas peculiaridades en el mundo emotivo. El sexo se define de ese modo, por atributo no apenas respetable, más si profundamente santo de la Naturaleza, exigiendo educación y control. No tienen lógica substraer las manifestaciones sexuales de los seres humanos, a pretexto de elevación compulsoria, o dislocarlas de su posición venerable para garantizar la liberación. El sexo es espíritu y vida, al servicio de la felicidad y de la armonía del Universo. Consecuentemente, reclama responsabilidad y discernimiento, donde y cuando se exprese. Por eso mismo, hombres y mujeres precisan y deben saber lo que hacen con sus energías genésicas, observando como, con quien y con que finalidad se utilizan de semejantes recursos, entendiendo que todos los compromisos en la vida sexual están, igualmente, subordinados a la Ley de Causa y Efecto; y, según ese exacto principio, todo lo que demos a otro, en el mundo afectivo, otro también nos dará.

La energía sexual, como recurso de la ley de atracción, en la perpetuación de las especies, es inherente a la propia vida, generando cargas magnéticas en todos los seres, cara a las potencialidades creativas de que se reviste.

En los seres primitivos, situados en los primeros grados de emoción y del raciocinio, y, aun, en todas las criaturas que se demoran voluntariamente en el nivel de los brutos, la descarga de semejante energía se opera por automatismo orgánico inconsciente. Eso, sin embargo, les cuestan efectos angustiantes y les lastraran largos y penosos periodos de expiación, presos a existencias menos felices, en las cuales, poco a poco, la vida les enseña que nadie abusa de alguien sin acarrear prejuicio a si mismo. En la medida en que la individualidad evolucione, pasa a comprender que el sexo requiere el impositivo del discernimiento y responsabilidad en su aplicación, y que, por eso mismo, debe ser controlado por valores morales que le garantizan el empleo digno, sea en la creación de formas físicas, sea artística, cultural, comportamental, propiciando la elevación espiritual del ser humano, y, consecuentemente la evolución del Planeta.

El sexo, en el ser humano conforme se expresa, tendrá consecuencias felices o infelices, constructivas o destructivas pues no depende de su función en si misma, más si, fundamentalmente, de su usuario. Actualmente, se comenta la posibilidad de la legalización de las relaciones sexuales libres, como si fuera escoger compañías, apenas, para la satisfacción del impulso genesico, como un instrumento de cambio o individuo descartable. Las relaciones sexuales, no en tanto, envuelven conciencia y responsabilidad, el hombre o mujer, adquiriendo compañero o compañera para la unión afectiva, debe canalizar sus energías sexuales a un propósito elevado, pues, pensando solamente en si mismo, la frustración es inmediata.

En el matrimonio, legalmente constituido, si los compañeros de la unión sexual poseen deberes para observar entre si, cara a los preceptos humanos, voluntariamente aceptados, en el plano de las llamadas ligaciones extralegales, se allan, igualmente, sometidas a los principios de las Leyes Divinas que rigen la Naturaleza. Cada Espíritu tiene consigo su santuario íntimo, erguido al amor, y ningún Espíritu menoscabará el "lugar sagrado" de otro Espíritu, sin lesionarse a si mismo. Conferir pretendida legitimidad a las relaciones sexuales irresponsables seria tratar "conciencias" como si fuesen "cosas", y ¿si las propias cosas, en la condición de objetos, reclaman respeto, que diremos del respeto debido al ser humano?

Existe el mundo sexual de los Espíritus de evolución primaria, henchido de ligaciones irresponsables, y existe el mundo sexual de Espíritus conscientes, que ya adquirieron conocimientos de las obligaciones propias ante la vida; el primero psíquicamente se constituye de hombres y mujeres, psíquicamente, no muy distantes de la selva, renacientes próximos de la convivencia con los brutos, en cuanto al segundo está integrado por las conciencias que la verdad ya iluminó, mediante el estudio de las leyes del destino a la luz de la inmortalidad. El primer grupo se mantiene ligado a la poligamia, a las costumbres desenfrenadas, y solo, poco a poco, despertará para las nociones de responsabilidad en el plano del sexo, a través de múltiples experiencias en la hilera de las reencarnaciones. El segundo ya se levantó para la visión panorámica de los deberes que nos competen, ante nosotros mismos, y procura elevar los propios impulsos sexuales, educándolos por los mecanismos de la contención equilibrada.

Hablar de gobierno y administración, en el campo sexual, a los que aun se desvarían en manifestaciones poligámicas, seria exigir encargos de una silvícola, solamente atribuidas aun profesor universitario, razón por la que será justo detenerse, apenas, en ese o aquel estudio alusivo a la educación sexual, con quien se muestre susceptible de entender a las reflexiones provenientes del más profundo y básico: el amor.

El instinto sexual, exprimiendo amor en expansión incesante, nace en la profundidad de la vida, orientando a los procesos de la evolución. Toda criatura consciente trae consigo, debidamente estratificada, a la herencia inconmensurable de las experiencias sexuales vividas en reinos inferiores de la Naturaleza. De existencia en existencia, de lección en lección y de paso a paso, por siglos y siglos en la esfera animal, la individualidad, erguida a la razón, se sorprende con todo un mundo de impulsos genéricos por educar y por ajustar a la ley superior que gobierna la vida - la Ley de Evolución.

Al principio, expuesto a los lances adversos de las aventuras poligámicas, el hombre avanza, de enseñanza en enseñanza, para su propia inserción en la vida monogámica, reconociendo la necesidad de la seguridad y equilibrio en materia de amor. No en tanto, aun ahí, es impelido, naturalmente a cargar el fardo de los estímulos sexuales, muchas veces desarreglados, que le pueblan el sentimiento, reclamando educación y sublimación. Se desprende de eso que toda criatura transporta, en si misma, determinada tasa de carga erótica, de la cual, en verdad, no se libertará, únicamente, al precio de palabras y votos brillantes, más a costa de experiencia y trabajo, una vez que instintos y pasiones son energías y estados inherentes del alma de cada uno, que las leyes de la Creación no destruyen, y si, auxilian a cada criatura a transformarse y a elevarse rumbo a la perfección.

Es fácil entender, por tanto, que, del erotismo, como factor de magnetismo sexual humano, en el romance terrenal, en tratándose de Espíritus encarnados o desencarnados, no participan, solamente las inteligencias que ya se angelizaron, en minoría absoluta en el Plano Físico, más, igualmente, aquellos hermanos de la Humanidad, provisoriamente internados en las celdas de la idiocia, por fuerza de los combates expiatorios abrazados o requisitazos por ellos mismos, antes de la cuna terrena. Los Espíritus sublimados se atraen, unos a los otros, por la fuerza del amor, considerado infinito, divino. Por cuanto, los otros, seres en laboriosa escalada evolutiva, solamente compartimos nuestras tendencias y aptitudes, dificultades y pruebas de género humano. Los compañeros, temporalmente, bloqueados por cerebros deficientes y obtusos, atraviesan emocionados, periodos más o menos largos de silencio destinados a las reparaciones y reajustes, casi siempre solicitados por ellos mismos. Sentenciados a los entrevés e inhibiciones en el campo de la exteriorización de la mente, a través de los cuales rehacen actitudes y reacondicionan impulsos afectivos en preciosas tomadas y retomadas de conciencia.

En vista de lo expuesto, se hace necesario reconocer que toda criatura humana, nacida o renacida bajo el patrocinio del sexo, obviamente, carga consigo determinada carga de impulsos eróticos, que la propia criatura aprende, gradualmente, a usarlos con dignidad. Ante el sexo, no nos hallamos, de modo alguno, al frente de un despeñadero para las tinieblas, mas si frente a la fuente de la vida, que la Sabiduría del Universo situó como laboratorio de las formas físicas y la usina de los estímulos espirituales más intensos, para ejecución de las tareas que esposamos, en régimen de colaboración mutua, con vistas al progreso de la humanidad.

Cada hombre y cada mujer que aun no se angelizo o que no se encuentre en proceso de bloqueo de las posibilidades creativas, en el cuerpo o en el alma, trae, evidentemente, mayor o menor porcentaje de ansias sexuales, para expresarse por sede del apoyo afectivo, y es, claramente, en el cultivo de la experiencia, errando y acertando, y tornando a errar para acertar con más seguridad, que cada uno de nosotros - hijos de Dios en evolución en la Tierra - conseguiremos sublimar los sentimientos que nos son propios, de modo a erguirnos, en definitiva, para la conquista de la felicidad celeste y del Amor Universal.

Ante esas reflexiones, manuelinas nos compadecemos unos de los otros, porque, como, nadie de nosotros consigue conocerse a si mismo, profundamente, hasta el punto de saber, hoy, cual es el tamaño de la experiencia afectiva que nos aguarda mañana. Callemos nuestros posibles libelos, ante las supuestas culpas ajenas, por cuanto, ninguno de nosotros, por ahora, es capaz de medir la cuota de responsabilidad que nos cabe ante las irreflexiones y desequilibrios de los otros. Somos, todos integrantes de una sola familia, operando en dos mundos, alternadamente - ora, en las inteligencias corporificadas en el plano físico, ora, en las inteligencias desencarnadas, que se expresan en las regiones compatibles con el grado de evolución a que tienen derecho. No disponemos de recursos para examinar las conciencias ajenas, y cada uno de nosotros, ante la Sabiduría Divina, es un caso particular en materia de amor, reclamando comprensión. En vista de eso, muchos de nuestros errores imaginarios en el mundo son caminos ciertos para el bien, al paso que muchos de nuestros aciertos hipotéticos son trillas para el mal, de los cuales nos despojaremos, un día!...

Emmanuel explica finalmente: bendiga y ame siempre. Ante toda y cualquier desarmonía del mundo afectivo, sea con quien sea y como sea, colocaos, en pensamiento, en el lugar de los acusados, analizando vuestras tendencias más intimas, y, después, verificar si estáis en condiciones de censurar a alguien, escuchad, en el interior de vuestras conciencias, la llamada inolvidable de Cristo: "Amaos los unos a los otros, como yo os amé".


FONTES:
(*)Xavier, Francisco Cândido. Vida y Sexo, dictado por el Espíritu Emmanuel, Río de Janeiro: Ed. FEB, 2001

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