Traducido por: Merchita
E-mail: merchitacruz@gmail.com
Sabemos que el Espiritismo tiene por finalidad nuestra reforma intima, sin embargo, percibimos que, en el Movimiento Espírita brasileño, coexisten interpretaciones diferentes sobre la ruta segura de cómo lograr ese propósito. No hay duda de que esas diferencias hacen parte del proceso, aunque, precisamos estar atentos al lidiar con las divergencias en las prácticas, considerándose los múltiples niveles de conciencia.
Es comprensible que compañeros intelectualizados, aun, no moralizados, al ingresar en las huestes espiritas, impongan sus puntos de vista, “racionalmente” varias veces, en la confrontación con la Codificación. Sin embargo, como el Espiritismo está muy por encima de las ilaciones academicistas, las discrepancias metodológicas no llegan a afectar a la Doctrina en si, en su contexto ya consolidado. Todavía, acostumbran a generar algunos óbices al Movimiento, que la superioridad de las buenas prácticas doctrinarias culminará por superar, con el tiempo, esos embarazos.
Observamos diversas veces, entre los adeptos del Espiritismo, un comportamiento encharcado de misticismo, profundamente clerical, en la manera de interpretar y de practicar la Doctrina Espirita. Esa postura inadecuada ha generado complicados problemas de ser contornados en el seno del Movimiento Espirita, como la ritualización de prácticas bizarras, abuso de poder en las jerarquizas de los directorios en los Centros Espiritas, y otras dificultades que desequilibran todo un conjunto.
Experimentamos una conjuntura de difíciles transformaciones pues el pueblo brasileño heredó una pésima educación religiosa as central. Sería bueno si los conscientes adeptos del Espiritismo consiguiesen extirpar, definitivamente, ese mal progresivo que acarrea prejuicios al Movimiento Espirita.
La visión contemplativa-religiosa de la Doctrina, aun, se coloca como prioritaria, para, supuestamente, atender, más de inmediato, los sufrimientos morales, económicos, sociales, emocionales, que azotan a la sociedad contemporánea. La visión de un Espiritismo bajo el Angulo científico es comprensible, solamente, para aquellos compañeros de formación académica y que se dedican a eventuales experiencias para, apenas, reconfirmar los hechos que, desde el maestro lionés, ya fueron sobradamente probados.
Aunque, en lugar del ritual místico, que ha minado el edificio doctrinario, y contrario a las colisiones extremas cientificistas que cristalizan el sentimiento, creemos que lo razonable será la entronización de los conceptos filosóficos doctrinarios, enseñando, de ese modo, un comportamiento ético moral saludable, en el cual la consecuencia religiosa será inevitable, sin embargo, distante de las formulas que identifican a las religiones utilitaristas, presentándose como sectas que ya están, desde hace mucho tiempo, superadas.
La Doctrina Espirita es pura e incorruptible. Aunque, el Movimiento Espirita, o sea, la organización de los hombres para practicarla y divulgarla es susceptible en los mismos graves prejuicios que dificultaron la acción del cristianismo tradicional, hoy bastante fraccionado. Por muchas y justas razones, debemos estar atentos a los que se tornan lideres exquisitos y esdrújulos, con comportamientos alineados, procurando presentar propuestas de exaltación de su ego y generando, a su alrededor, un misticismo que, infelizmente, viene desaguando en determinadas posturas, absolutamente incompatibles con el Espiritismo.
Conocemos practicas extrañísimas al Proyecto Espirita, a saber: dirigentes, promoviendo casamientos, crismas, bautizos, velorios (todo en la sala de las conferencias), más allá de las siempre “justificadas” rifas y tómbolas en los Centros, festival de caridad, tribuna para la propaganda político-partidaria, oraciones cantadas, etc. Eso, sin profundizar en los inoportunos trabajos de pases con bostezos, toques, anhelos, choques anímicos (¿), el quebrar en los dedos, palmas, diagnósticos por la “videncia”: sobre dolencias y obsesiones, apometrias, desobsesión por corriente magnética, etc.
Preservar, por tanto, el trabajo de divulgación doctrinaria, correctamente, sin los infelices desvíos que se observan en algunos sectores de nuestro Movimiento, es deber que debemos imponernos a nosotros mismos, o sea, fidelidad a los preceptos Espiritas.
El maestro lionés siempre preconizó la unidad doctrinaria. No hay el menor espacio para componer otras ideas que no sean, o convergentes y en unisonó con las suyas, o reflejos resplandecientes de ellas. La Unidad doctrinaria fue la única y postrera divisa de Allan Kardec, por ser fortaleza inexpugnable del Espiritismo. Por eso, necesita ser nuestro lema, nuestro norte, nuestra bandera. ¡La vía más segura, para ese desiderátum, es la del esclarecimiento, la del estudio, la del convencimiento por la razón y por el amor, jamás por los anatemas, es obvio!...
Para los más radicales, la pureza doctrinaria es la defensa intransigente de los postulados espiritas, sin la mayor observancia en las normas evangélicas; para los no menos extremistas, es la rígida igualdad de tipos de comportamiento, sin la debida consideración a los niveles diferenciados en la evolución en que trabajan las personas. A rigor, los espiritas no están prohibidos de cosa alguna, más precisan saber que deben arcar con la responsabilidad de todos los actos, conscientes del desequilibrio que puedan practicar. Que tendrán que reconstruir lo que destruyeron o que desarmonizaron. ¡Es de Ley de Causa y Efecto!
Por tanto, con lo expuesto, reafirmamos que espirita-cristiana debe ser nuestra conducta, aun mismo que estemos con duras experiencias. Espirita-cristiano debe ser el nombre de nuestro nombre, aun mismo que respiremos en aflictivos combates íntimos. Espirita-cristiano debe ser el claro objetivo de nuestra institución, aun mismo que, por eso, nos falten las pasajeras subvenciones y honras terrestres, conforme nos enseñan los Espíritus Superiores.
Jorge Hessen
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