A LUZ NA MENTE

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segunda-feira, 28 de setembro de 2009

NECESIDAD DE LA RIGIDA DISCIPLINA DE LOS HABITOS MENTALES (15.05.06)


Traducido por: Merchita
E-mail: merchita926@telefonica.net


La ciencia académica, materialista por excelencia, establece que el pensamiento es un fenómeno meramente fisiológico, proveniente de la incesante actividad neuronal. A titulo de rigor, la materia mental es creación de la energía que se exterioriza del Espíritu y se difunde por un flujo de partículas y ondas, como cualquier otra forma de propagación de energía del Universo. Tanto como en el campo físico, el pensamiento, en variados grados de excitación, genera ondas de complemento y frecuencia correspondientes al tenor del impulso creador de la voluntad o del objetivo deseado. Pensar es un proceso de proyección de la materia mental. En ese aspecto, el pensamiento deja de tener una dimensión intangible para consustanciarse en la condición de materia en movimiento.

Expresando cualquier pensamiento con mucha determinación, estamos induciendo a los otros a pensar como pensamos. La anuencia que los otros hacen de nuestras radiaciones pasa a ser cuestión de sintonía. Esto es porque, nuestros pensamientos generan nuestras actitudes y nuestras actitudes generan pensamientos en los otros. De esta forma, nuestras ideas y convicciones nos ligan, forzosamente, a todas las mentes que piensan como nosotros y, cuanto mayor es nuestra obstinación en sustentar una idea o una opinión, más nos fijamos a las corrientes mentales de las personas que se sienten como nosotros sentimos y que abrazan las mismas opiniones.

"Nuestra mente proyecta fuera de nosotros las formas, las figuras y los personajes de todos nuestros deseos, inclusive con todo el contenido dinámico del escenario elaborado. Con esa constelación de adornos mentales, atraemos o repelemos las mentes que con nosotros asimilan o desaprueban nuestro modo e de pensar". (1) porque nuestra actividad mental, a través del discernimiento y del raciocinio, nos da la prerrogativa de escoger nuestros propios objetivos.

Pensar o conversar, continuamente, significa proyectar en los otros y atraer para si mismo las imágenes que creamos, soportando en nosotros mismos la consecuencia proveniente de esa influencia reciproca. En la persistencia de las ideas fijas, en comportamientos obsesivos o tensiones emocionales deliberadamente violentas, nos esclavizamos a un ambiente psíquicamente denso, con imágenes que nos forjamos y que nos mantienen en un circuito de reflejos condicionales viciosos.

Esos reflejos de los sentimientos y pensamientos negativos que alimentamos se vuelven sobre nosotros mismos, después de transformados en ondas mentales, tumultuando nuestras funciones neurológicas, y esas respuestas condicionadas inconsecuentes, derramándose sobre el tejido cerebral, crean alucinaciones que pueden variar del miedo manifiesto al estado neurótico, situación en que los desencarnados y encarnados perturbados nos atienden con sugestiones destructoras, directas o indirectas, conduciéndonos a deplorables fenómenos de descontrol emocional.

El pensamiento, como una modalidad de energía sutil, actuando en una forma de onda, con la velocidad muy superior a la de la luz, cuando de paso por los lugares y criaturas, situaciones y cosas que nos afectan la memoria hace y rehace sobre si mismo, en circuito cerrado, trayéndonos, así, de regreso las sensaciones desagradables, contacto de cualquier acción desequilibrada. "Todo eso acontece porque, cuando nos rendimos al desequilibrio o establecemos perturbaciones en prejuicio de otros, plasmamos en los tejidos fisiopsicosomaticos determinados campos de ruptura en la armonía celular, creando predisposiciones mórbidas para esa o aquella enfermedad y, consecuentemente, toda la zona atendida se torna pasible a la invasión microbiana."(2)

Conciencia desarmonizada, revestida de remordimiento, llena de ambiciones desvariadas o denegridas de aflicciones, no puede sino atraer fuerzas semejantes que la encadenan a torbellinos dolorosos. Por el pensamiento de miedo, angustia exacerbada, sinsabor, nos esclavizamos en los troncos del suplicio doloroso, sentenciándonos, algunas veces, a años y años de peregrinación en las trillas de la intranquilidad espiritual. Y, para abreviar el tormento que nos flagela de varios modos a consecuencia, es imprescindible atender a la renovación mental, único medio de recuperación de la armonía espiritual.

Contentarnos con el rotulo, en materia religiosa, sin cualquier esfuerzo de sublimación interior, es tan peligroso para el alma como la de tener una designación honorífica entre los hombres con menosprecio por la responsabilidad que ella impone. Títulos de fe no constituyen meras palabras ocultándonos deficiencias y debilidades. Expresan deberes de mejoría a los que no nos será lícito huir, sin el agravio de las obligaciones. En esos círculos de trabajo, de ese modo, no nos bastará el acto creer y convencer."(3)

Es sabido que todos nos encontramos en proceso de mejoramiento moral y espiritual, cargando ulceras o cicatrices, de aquellas más recientes o remotas. Que nos dilaceran el alma. La presencia de la imperfección moral, en nosotros, significa una invitación para que percibamos lo mucho que aun necesitamos de realizar, con el fin de nosotros liberarnos de las herencias primarias que insisten en atormentarnos. Hasta porque, cuando nos disponemos a servir en el nombre de Cristo, igualmente, nos renovamos y alcanzamos niveles de conciencia más elevados, desde que apoyados en los buenos propósitos, reconociendo el error en que estamos, más no dándole tregua.

"Nuestro remedio es y será siempre Jesús. Ajustémonos al Evangelio Redentor, pues Cristo es la meta de nuestra renovación. Regenerando nuestra existencia, por los padrones de El, reestructuraremos La vida intima de aquellos que nos rodean. El Evangelio del Señor nos esclarece que el pensamiento puro y operante es la fuerza que nos arroja de las tinieblas para la luz, del odio al amor, del dolor a la alegría. "(4)

Procuremos adoptar rígida disciplina de hábitos mentales y morales, estableciendo como metas colocar los deberes que nos dicen respecto por encima de los placeres mundanos y mantengámonos serenos con la oportunidad impar de la actual experiencia física, que nos favorece con la información espirita. Apartémonos de la irritación contumaz, no cultivando el pesimismo, disculpándonos cuando nos equivocamos y procediendo de la misma manera en relación al prójimo.

En nuestra línea de acción, no nos permitamos desgastes psicológicos, cuando seamos acusados, en euforias desorientadas, o cuando seamos elogiados. Busquemos, por encima de todo, los hábitos saludables de la oración, de la meditación y del trabajo, procurando enriquecernos de esperanza y de alegría, para nunca desanimarnos ante los desafíos de lo cotidiano. "Debemos vigilar y orar para no caer en las tentaciones, una vez que más vale llorar bajo los aguijones de la resistencia que sonreír bajo los narcóticos de la caída." (5)

En resumen, "Procuremos la conciencia de Jesús, para que nuestra conciencia le retrate la perfección y la belleza… Sepamos reflejarle la gloria y el amor, a fin de que la luz celeste se esparza sobre las almas, como el esplendor solar se extiende sobre el mundo." (6) El Espiritismo derrumba los muros invisibles de la ansiedad y de la fobia, alargando los horizontes de la felicidad, que va más allá de los acondicionamientos ilusorios de las pasiones, pues de esta forma encontraremos consuelo y paz, adquiriendo animo y entusiasmo para proseguir. Comencemos con nuestro esfuerzo de levantamiento espiritual desde hoy mismo y, mañana, habremos avanzado, considerablemente, en el gran camino de la conquista de la Luz.



Jorge Hessen
E-Mail: jorgehessen@gmail.com

Site: http://jorgehessen.net


FONTES:
(1) Cf. Nubor Orlando Facure, artigo publicado não Salário Mundo Espírita em Abril/1998
(2) Artigo "Uma Visão Integral do Homem", Grupo Espírita Socorrista Eurípides Barsanulfo disponível não site http://www.geocities.com/Athens/9319/chacras.htm, acessado em 25/04/2006
(3) Xavier, Francisco Cândido. Nos Domínios dá Mediunidade, ditada cabelo Espírito André Luiz, 14ª edição, Rio de Janeiro: Ed. FEB, 2001, páginas: 118 a 125"
(4) Idem
(5) Xavier, Francisco Cândido. Fonte Viva, Ditada cabelo Espírito Emmanuel, Rio de Janeiro: Ed. Feb, 2002, cap 110
(6) Idem

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