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segunda-feira, 28 de setembro de 2009

FENÓMENOS DEL ARREPENTIMIENTO CARA DE LA CULPA Y DE LA EXPIACIÓN (28.06.05)





Traducido por: Merchita
E-mail: merchita926@telefonica.net

Para el diccionarista Aurelio Buarque de Holanda Ferreira “arrepentimiento” es una insatisfacción causada por la violación de la ley o de la conducta moral, y que resulta en la libre aceptación del castigo y en la disposición de evitar futuras violaciones,(1) Esa es la definición de la ética, y se refiere más particularmente a la ley y ala moral humana. En ese aspecto religioso se define por la intensificación de los matices de remordimiento que se instala en la conciencia por causa del error cometido y que puede impulsar al deseo del cambio de comportamiento y al deseo de penitenciarse. (2)

Por la invigilancia precipitamos en los síndromes de la culpa [considerada aquí como una falta voluntaria a una obligación, o a un principio ético] irrumpiendo de súbito el remordimiento pintado de múltiples aspectos, imponiendo manchas de sombra a l tesitura sutil del periespíritu. Este estado de contrición, incesantemente potencializado por el latir de las reminiscencias denigrantes, se consubstancia en un vértice mental, intoxicándonos poco a poco, esparciendo a nuestro alrededor un hilo contaminado por la desarmonia intima, corrompiendo, no raro, la psicoesfera espiritual de quien comparte nuestra compañía. Este fenómeno psíquico se constituye del martirio de la conciencia y, por esa razón, densas y sombrías fuerzas de angustia se insinúan.

Diversas personas moderadas, muchas veces, por invigilancia, se tornan victimas casi inermes del pensamiento impetuoso, tornándolos más acicateados en la conciencia de lo que los imprudentes. Muchas veces bajo el guante de la excitación momentánea, que caracteriza a la impulsividad, dejándose abatir por inconsolable arrepentimiento, dando paso a un angustioso impacto de inquietud de conciencia ante la condición tardía para deshacer el equivoco consumado.

Es importante también que sepamos que después de cometer un error conscientemente, este puede propagar en nosotros la posibilidad rehabilitación por la cual no debemos entregarnos apáticos al desaliento o remordimiento anestesiantes. Por todos los motivos posibles precisamos acautelarnos contra las actitudes intempestivas. Huyamos de los propósitos inferiores bajo pena de más tarde inevitablemente ser consumidos por aflictiva sensación de constricción psíquica.

Ayudémonos en cuanto a la dirección de los propios pasos, de manera a que evitemos la ceguedad de la aflicción bajo el acicate del pesar profundo que permanecerá en nosotros, advirtiendo sobre el mal practicado. Urge, de ese modo, la búsqueda del auto perdón, de la auto aceptación, de la autoestimulo por el esfuerzo de reequilibrio espiritual, a fin de minimizar los reparos de los daños causados.

Los reveses de la vida física pueden significar penitencias de los equívocos del pasado y, al mismo tiempo, experiencias de probación presentes, delineando el porvenir. De ese modo, se desprende que de la dimensión de tales desventuras se pueda inferir cual género fue la jornada reencarnada anterior. Frecuentemente es eso posible, pues cada uno es corregido en aquello que erró. Todavía, no hay como interpretar de hay una regla general. Las tendencias y fuertes inclinaciones instintivas constituyen indicio más seguro, puesto que los testimonios por los que pasa el Espíritu lo son, tanto por lo que trae del pasado, como por lo que le toca en el futuro.

En consonancia a las lecciones kardecianas, la duración de la expiación, para cualquier trasgresión, es indeterminada y esta subyugada al arrepentimiento del culpable con el consiguiente retorno al bien. La punición permanece de acuerdo con la obstinación en el mal, y seria ilimitado si la obstinación fuese permanente; y de rápida duración si el arrepentimiento surge inmediatamente. Ante eso, es como la conciencia nunca duerme, somos obligados a ser jueces de la propia suerte, pudiendo abreviar el suplicio o prolongarlo indefinidamente. Nuestra felicidad, o infelicidad depende de la voluntad en hacer el bien. Y, en ese sentido, la sumisión paciente a los sufrimientos de la vida es actitud de alto relevo para la consumación de la extirpación del debito contraído.

Nunca será redundante repetirse que, así como pensamos y hacemos, edificamos la existencia, viviéndola de conformidad con el comportamiento elegido. Soportar el dolor de la culpa es aprovecharla para meditar, para orar, para aproximarse a Dios es la expresión de sabiduría, hasta porque Jesús nunca nos abandona, y espera de nosotros la actitud más austera y sincera. Sufriendo la punición, que suplanta el orgullo, el egoísmo podemos tener la certeza de estar escalando grados superiores en la escala del crecimiento espiritual.(4)

Acordemonos, en suma, de la enseñanza del Maestro, “vigilando y orando, para no sucumbir a las tentaciones, una vez que más vale llorar bajo los aguijones de la resistencia que sonreír bajo los narcóticos de la caída”.(5) Arrastremos, pues, el tormento del remordimiento, de la conciencia culpable, con valentía, resignación y sobretodo comprometidos con la reforma intima. ¿Es tarea fácil?... ¡No! ¿Es difícil?... ¡Bastante! Uno de los grandes desafíos para nosotros. Más es justamente en el momento de acérrimas expiaciones que demostremos al Señor de la Vida la expresión del avance moral bajo el inflijo de la resignación que nos conducirá a la placidez de la conciencia rectificada.



Jorge Hessen
E-Mail: jorgehessen@gmail.com

Site: http://jorgehessen.net


FONTES:
1- Diccionario Aurélio de la Lengua Portuguesa, editora Nueva Frontera, 2004.
2- "El Libro de los Espíritus, CUESTIÓN. 999". "El arrependimento auxilia la mejora del Espíritu, sin embargo, el error debe ser expiado".
3- Culpa y arrependimento generalmente están asociadas a los conceptos de castigos o recompensas de acuerdo con la idea de Dios incutida en nuestra mente, a causa de la educación religiosa que recibimos.
4- En la q. 171 de "El Libro de los Espíritus", los Espíritus superiores nos dicen que "el buen padre deja siempre abierta a sus hijos una puerta para el arrependimento". Así, podemos concebir que Dios también nos ofrece todas las herramientas necesarias para rehacer el camino, y busquemos nuestra felicidad.
5- Xavier, Francisco Cândido. Fuente Viva, dictado por el Espíritu Emmanuel, RJ: Ed. FEB, 2004, Cap.110

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