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segunda-feira, 28 de setembro de 2009

CON LA PRACTICA DEL EVANGELIO, EL SISTEMA EN LAS PRISIONES TIENE SOLUCIÓN (17.07.06)


Traducido por: Merchita
E-mail: merchita926@telefonica.net


Las penitenciarias, de hoy, recuerdan bastante a las mazmorras medievales. ¿Donde está el proceso avanzado de las conquistas tecnológicas y sociales? Notamos que las cárceles, actualmente no sirven para educar, por el contrario, neutralizan la formación y el desenvolvimiento de valores intrínsecos, estigmatizando al ser humano. A rigor, las prisiones vienen funcionando como maquinas de reproducción de la criminalidad. Todo agravado por el pésimo ambiente en la prisión, por la ausencia de actividades productivas y por la súper excedencia carcelera. Eso sin llevar el rechazo de la sociedad por los ex presidiarios.

Otro aspecto, que importa ser mencionado, es respecto a muchos condenados que, no siquiera visitan la cárcel. El más grave problema del sistema penitenciario brasileño es la completa escasez de oportunidades, que obliga a millares de presos – muchos ya condenados, hasta aun mismo en régimen abierto- a convivir en condiciones reconocidamente deshonrosas, escaqueados en las delegaciones policiales, con mucha frecuencia, alternándose para dormir. Los presos están expuestos a una situación muy concreta de peligro de vida, de violación de su integridad física, en un espacio, sin cualquier condición digna para abrigarlos. Como si no bastase, la noticias de la prensa, la tortura física y psicológica, en ese ambiente, como una de las atrocidades cometidas en nombre del Estado y de la Ley.

La libertad tiene sonoridad, en plenitud, en la acústica de la conciencia. Sin embargo, en la tortura, el discurso que el torturador (agente de la seguridad) busca extraer del torturado es la negación absoluta y radical de agentes de seguridad a los presos, y ocurriendo muchas defecciones morales cometidas por los llamados hombre “libres”, sumergidos en sus intereses alterados, el síndrome de violencia invierte la situación, de tal forma, que los agentes de seguridad pasan a ser los controlados y vigilados y los encarcelados se mantienen dejados en su “independencia”. Resultado: una vez invertida la situación, los criminales clausurados se fortalecen psicológicamente y pasan a perseguir y asesinar, sin límites, a los policías.

De esta manera, se percibe que los ataques a sujetos concretos de la autoridad (fuerzas de la seguridad pública), no dejan de consustanciar el cuadro clásico de un elevado incipiente. Por eso, observamos ondas de odios y violencias sin precedentes. Testimoniamos, por lo regular, los más crueles escenas de peleas entre criminales y policías, sobretodo en San Paulo y Río de Janeiro.

Retornando a la cuestión del presidiario: Hoy, el criminal reincidente y el primario son mantenidos juntos en las cárceles; los marginales de peligrosidad diversos conviven en el mismo espacio, lo que ha contribuido para el aumento de la violencia entre ellos y de la guarida a la revuelta, más allá de dificultar la posible recuperación del individuo. En otras palabras, el preso de poca índole a la violencia, difícilmente será el mismo después de un tiempo en la penitenciaria.

En verdad, la violencia se fijo en carácter permanente en varios puntos de la Tierra. Cara a eso, presenciamos los estertores de las batallas bélicas que han aniquilado las bases de la racionalidad humana. En esa panorámica, percibimos que la brutalidad humana ha olvidado el camino hacia Dios.

Se torna imprescindible practiquemos el Evangelio en los variados sectores del campo social, contribuyendo con la parte de mansedumbre para pacificarla. El hombre moderno aun no percibió que solamente la experiencia del evangelio puede establecer las bases de la concordia, de la fraternidad y constituir los antídotos eficaces para minimizar la violencia que aun avasalla la Tierra.

En ese contexto, debemos considerar que el espirita cristiano debe armarse de sabiduría y de amor, para atender la lucha que viene siendo desencadenada en los escenarios de la sociedad, concitando la concordia y el perdón, en cualquier coyuntura anárquica y perturbadora de la vida moderna, sin duda alguna, siendo participes de la trasformación del cuadro desolador de tanto miedo.

En ese contexto, creemos que la educación Espirita será el magistral objetivo por el cual se dará la renovación social de la Humanidad. El maestro lionés preocupado con los graves cuestiones sociales, expresó su inquietud en la cuestión 807 del Libro de los Espíritus, sobre lo que se debe pensar de los que abusan de la superioridad de sus posiciones sociales, para, en provecho propio, oprimir a los débiles. “¡Merecen anatemas! respondieron los luminares del más allá, que aun acrecientan: ¡Hay de ellos! Serán, en su momento, oprimidos y renacerán en una existencia en donde tendrán que sufrir todo lo que hayan hecho sufrir a los otros”.

Acreditamos que las prisiones son necesarias para la detención del infractor violento y peligroso, que se constituye en amenaza concreta para la sociedad, y al infractor de menor potencial ofensivo, sin características de violencia, deben ser aplicadas las “penas alternativas”, lamentablemente aun muy poco aplicadas en el país.

En las prisiones, la reeducación deberá ser hecha por medio de la implantación de frentes de trabajo para la profesionalización y no apenas para quitar apenados de la ociosidad, más también abriendo segura perspectiva de integración futura en la sociedad.

Sabemos que existen grupos de religiosos que vienen desenvolviendo proyectos que visan la recuperación del preso, por intermedio de una afectiva coordinación de visitas permanentes a los presidios. Charlas de valorización humana, divulgación doctrinaria, institución de padrinos voluntarios, contactos con parientes, distribución de cestas básicas para familiares de los recuperados, estos son algunos de los métodos llevados a efecto por algunos grupos de visita, para la materialización del aumento del índice de recuperación de los internos en los presidios de Brasil.

Recordemos a Jesús y Sus consideraciones sobre la practica de un sublime código de caridad, ante las cuestiones de la vida de los encarcelados: “¿Señor, cuando fue que te vimos preso y no te asistimos?”. A lo que El respondió: “En verdad os digo, todas las veces que faltasteis con la asistencia a uno de estos más pequeños dejasteis de tenerla para conmigo mismo.”

Un amigo me decía; siempre, que abrimos un huevo incubado, sentiremos nauseas por el mal olor exhalado por la parte viscosa. No en tanto, lo que nos parece podrido en aquella sustancia es, apenas, la trasformación, o sea, es el principio de una nueva vida que aparecerá, en breve, repercutiendo en candor y belleza – siempre suaves – del pitido, que surgirá del interior del huevo.

Es una situación idéntica, al hombre. Si es analizado en su índole, aparecerá poco atrayente y hasta repugnante, cuando esta introducido en el crimen. Si buscásemos un punto de analogía, percibimos que, de cierta manera, también estamos en proceso de gestación en el útero de la sociedad. No en tanto, somos dioses, potencialmente buenos y, más que eso, somos herederos del Señor de la Vida; fuimos creados para el bien, tanto que somos realmente muy felices, cuando practicamos las cosas buenas.

Por tanto, Dios es nuestro Padre y, cuando nos creó, coloco en cada uno de nosotros el amor, para que nos agarremos unos a los otros. Desde el más insignificante ser humano hasta Dios, existe una corriente, en la cual nos colocamos como eslabones inquebrantables. Luego, ningún eslabón existe, que este desligado y sin amparo de El. Lo que existe, es: diferencia en el volumen y en la calidad del ampro. En verdad el hombre crece y se expande a la medida en que se proyecta en el corazón del semejante. Así, la realización de cualquier investida de solidaridad, ante los presos de menos o mayor peligrosidad, se consustanciará en el más elocuente acto cristiano.



Jorge Hessen
E-Mail: jorgehessen@gmail.com

Site: http://jorgehessen.net


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